lunes, 4 de agosto de 2014

La peligrosidad de las teorías que apuestan por abandonar las ciudades a su suerte durante su ocupación

Josip Broz Tito y Winston Churchill, en Nápoles, 1944

«Ninguna persona progresista, menos aún un comunista, querría de ninguna manera restar importancia a las luchas de los pueblos yugoslavos, su heroísmo y sacrificios en la lucha por la liberación nacional contra las fuerzas del Eje. Pero a pesar de los grandes logros militares, en algunos aspectos la lucha de la liberación de Yugoslavia era en realidad más débiles que en los países vecinos, que por ejemplo, en Bulgaria.

En las unidades de partisanos sobre el terreno accidentado de Yugoslavia, en las montañas y los bosques, el pueblo y los jóvenes vinieron a luchar contra los ocupantes. Como era natural en un país como Yugoslavia, donde la gran mayoría de la población son campesinos, la mayoría de los reclutas partisanos provenían del campesinado. Muchos de los mejores elementos de la clase obrera dejaron sus puestos de trabajo, dejaron sus fábricas, dejaron  los pueblos y ciudades y se unieron a las unidades de partisanos en las colinas, bosques y barrancos. En los propios pueblos, bajo la ocupación y opresión de los países del Eje, el movimiento de resistencia ilegal fue muy desarrollado. En una serie de países de Europa del Este, donde la lucha armada guerrillera no llegó a las proporciones de Yugoslavia, sin embargo sí lograron que el movimiento anti-Eje de sabotaje dentro de las industrias, la resistencia ilegal clandestina en los pueblos y ciudades, y la actividad del movimiento sindical ilegal estuvieran más desarrollado. Con la liberación, se comprobó que después de tres o cuatro años de ocupación del Eje, el movimiento de la clase obrera de los pueblos yugoslavos era políticamente atrasado en comparación con la de los países vecinos.

Los líderes titoistas, completamente carentes de autocrítica, en lugar de ver esto como una debilidad que tendría que ser combatida y vencida, trataron de hacer de una debilidad una virtud, y renunciando al marxismo predicaron que el campesinado sería la fuerza principal en Yugoslavia». (James Klugmann; De Trotski a Tito, 1951)

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