domingo, 9 de noviembre de 2014

La lucha contra el fascismo debe ser concreta; Georgi Dimitrov, 1935


«Ninguna definición general de fascismo, por precisa que sea, nos exime de la necesidad de estudiar y tener en cuenta de un modo concreto las peculiaridades del desarrollo del fascismo y las diversas formas de la dictadura fascista en cada país, en cada etapa. Es necesario investigar, estudiar, hallar en cada país lo que haya de peculiar, de específicamente nacional en el fascismo, y esforzarse por trazar, en consonancia con ello, los métodos y las formas más eficaces de lucha contra él.

Lenin nos advertía con insistencia contra «la aplicación de patrones, la nivelación mecánica, la identificación de las reglas tácticas, de las reglas de lucha». Esta advertencia adquiere una exactitud particular cuando se trata de la lucha contra un enemigo que explota con tanto refinamiento y espíritu jesuitas, en interés del gran capital, los sentimientos y prejuicios nacionales de las masas y su estado de ánimo anticapitalista. A este enemigo hay que conocerlo con toda exactitud y en todos sus aspectos. Hay que reaccionar sin la menor dilación contra sus múltiples maniobras, poner al descubierto sus manejos ocultos, estar siempre dispuestos a hacerle frente en cualquier terreno y en todo momento. No hay que tener reparos inclusive en aprender del enemigo, si esto no ayuda a retorcerle el pescuezo antes y con mayor seguridad. (Aplausos)

Sería un grave error querer establecer un esquema general cualquiera sobre el desarrollo del fascismo, valedero para todos los países y pueblos. Este esquema, lejos de ayudarnos a librar la verdadera batalla, nos estorbaría. Aparte de otras cosas, lo que se consigue con eso es empujar al campo del fascismo, sin establecer diferencias, a las capas de la población que en una fase determinada de desarrollo, de haber sabido abordarlas con acierto, habrían podido ser llevadas a la lucha contra el fascismo, o al menos neutralizarlas.

Tomemos por ejemplo el desarrollo del fascismo en Francia y Alemania. Algunos camaradas opinan que en Francia el fascismo no podrá, en términos generales, desarrollarse con tanta facilidad como en Alemania. ¿Qué hay en esto de cierto y qué hay de falso? Es cierto que en Alemania no existían tradiciones democráticas tan arraigadas como en Francia, que realizó, en los siglos XVIII y XIX, varias revoluciones. Es cierto que Francia es un país que salió vencedor de la Primera Guerra Mundial e impuso tratados a otros países, que las masas de Francia no han sido heridas en su sentimiento nacional, que fue tan decisivo en Alemania. Es cierto que en Francia las masas principales del campesinado, sobre todo en las regiones del sur, abrigan sentimientos republicanos antifascistas, a diferencia de Alemania, donde ya antes de la subida del fascismo al poder una parte considerable de los campesinos se hallaban bajo la influencia de partidos reaccionarios.

Pero, camaradas, pese a las diferencias existentes entre el desarrollo del movimiento fascista en Francia y en Alemania, pese a los factores que entorpecen la ofensiva del fascismo en Francia, sería miopía no ver que en este país crece sin cesar el peligro del fascismo y subestimar la posibilidad de que un golpe fascista. En Francia se dan toda una serie de factores que favorecen, por otra parte,  el desarrollo del fascismo. No olviden la crisis económica, que en Francia comenzó más tarde que en otros países capitalistas, sigue profundizándose y agudizándose, y esto facilita el desenfreno de la demagogia fascista. El fascismo francés posee también dentro del ejército, entre la oficialidad, posiciones tan fuertes como no las poseían los nacional-socialistas en la Reichswehr, antes de subir al poder. Además, tal vez no exista ningún país en que la corrupción del régimen parlamentario haya adquirido proporciones tan monstruosas como en Francia, ni que provoque tal indignación en las masas, con lo que especulan demagógicamente –como es sabido– los fascistas franceses, en su lucha contra la democracia burguesa. Y no olvidemos tampoco cómo contribuye a desarrollar el fascismo el miedo exacerbado de la burguesía francesa a perder su hegemonía política y militar en Europa.

De ello se desprende que los éxitos logrados en Francia por el movimiento antifascista, de los que hablaron aquí los camarada Maurice Thorez y Marcel Cachin, y de los que nos alegramos con todo el alma, no deben considerarse ni mucho menos como señal de que las masas trabajadoras han conseguido cerrar definitivamente el paso al fascismo. Es necesario subrayar y con toda insistencia la importancia de las tareas que ya señalé en mi informe.

Sería también peligroso hacerse ilusiones acerca de la debilidad del fascismo en otros países, donde no dispone de una amplia base de masas. Tenemos por ejemplo los países como Bulgaria, Yugoslavia, Finlandia, donde el fascismo aun sin poseer una base amplia, subió sin embargo al poder, apoyándose su base en las fuerzas armadas del Estado, y luego intentó ampliar su base, aprovechándose del aparato estatal.

Tenía razón el camarada Palme Dutt cuando afirmaba que en nuestras filas se manifiesta la tendencia a considerar al fascismo de un modo general, sin tener en cuenta las particularidades concretas de los movimientos fascistas en los distintos países, calificando erróneamente como fascismo a todas las medidas reaccionarias de la burguesía, llegando inclusive a catalogar como fascistas a todos los sectores no comunistas. Lo que se conseguía con esto no era fortalecer, sino, por el contrario, debilitar la lucha contra el fascismo.

Y aún hoy existen restos de ese modo esquemático de valorar el fascismo. ¿Acaso no se manifiesta esta actitud esquemática en la afirmación de algunos camaradas de que el «New Deal» de Franklin Roosevelt representa la forma más clara, más aguda del desarrollo de la burguesía hacia el fascismo, como, por ejemplo, el «gobierno nacional» de Inglaterra? Hace falta una considerable dosis de esquematismo para no ver que los círculos más reaccionarios del capitalismo financiero estadounidense, que atacan a Roosevelt, son precisamente y ante todo la fuerza que estimula y organiza el movimiento fascista en los Estados Unidos. No ver detrás de las frases hipócritas de aquellos círculos, sobre «la defensa de los derechos democráticos de los ciudadanos estadounidenses», el auténtico fascismo que se está gestando en Estados Unidos, significa desorientar a la clase obrera en la lucha contra su peor enemigo.

En los países coloniales y semicoloniales se van desarrollando –como se señaló en la discusión– ciertos grupos fascistas, pero aquí, por supuesto, no se puede hablar del tipo de fascismo que estamos acostumbramos a ver en Alemania, Italia y otros países capitalistas. Aquí hay que estudiar y tener en cuenta todas las condiciones económicas, políticas e históricas, absolutamente específicas, en congruencia con las cuales el fascismo adopta y seguirá adoptando sus formas peculiares.

Como no saben abordar de un modo concreto los fenómenos de la realidad viva, algunos camaradas, que padecen de pereza mental, sustituyen el estudio minucioso y a fondo de la situación por fórmulas generales que nada dicen. Le recuerdan a uno, no a los campeones de tiro, que dan certeramente en el blanco, sino a esos «expertos» tiradores que, de manera sistemática e infalible, dan fuera del blanco, más arriba, más abajo, más allá o más acá. Y nosotros camaradas, como militantes comunistas, del movimiento obrero, como vanguardia revolucionaria de la clase obrera, queremos ser de esos tiradores que sin errar un tiro, den verdaderamente en el blanco». (Prolongados aplausos) (Georgi Dimitrov; Por la unidad de la clase obrera contra el fascismo; Discurso de resumen en el VIIº Congreso de la Komintern, 13 de agosto de 1935)

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