sábado, 7 de marzo de 2015

Sobre los frentes: en torno a los métodos con que debe tratar el partido marxista-leninista a los partidos de tipo reformista, revisionista, anarquista, etc. y a su militancia


«Desde aquella época hasta nuestros días, se especuló mucho con las tesis de Komintern que concernían al frente único del proletariado presentadas en el IIIº Congreso de 1921 hasta el VIIº Congreso de 1935. Los elementos fraccionalistas de tendencias derechistas, comenzando con Heinrich Brandler, Earl Browder y otros revisionistas, sirvieron de ejemplo a los revisionistas modernos, y se esforzaron por explotar estas tesis en provecho de sus especulaciones. Con el fin de imponerles una línea oportunista a los partidos revolucionarios del proletariado, declaraban que era indispensable colaborar con los partidos socialdemócratas y socialistas de derecha y centristas procurando con ello deformar la estrategia y táctica de los partidos comunistas y conformándolos con la táctica reformista de los partidos obreros oportunistas, centristas, declarados.

En sus tesis, la Komintern exprimía claramente y sin lugar a equívoco su postura sobre este problema, y subraya que [6]:

«El frente único del proletariado significa la unidad de todos el proletariado que deben combatir contra el capitalismo». (Komunistitcheskii Internationall v dokumentah (1919-1932), 1933)

El frente único del proletariado pues fue concebido por la Komintern como una frente de militante en acción, que tenía ante todo la tarea de movilizar y de levantar las amplias masas proletarias en la lucha contra el fascismo y el peligro de guerra, de hacerles darse cuenta del contenido de explotación y de opresión del régimen capitalista así como de la necesidad de unirse y de emprender acciones comunes a escala nacional e internacional. Esto emanaba de la misma lógica de la lucha que libraba la clase obrera y sus grandes tareas históricas que le incumbían llevar a cabo tanto en sus distintos países como en el mundo entero:

«El problema clave en los países capitalistas ha sido y sigue siendo la unidad del proletariado. (...) La unidad de la clase obrera se logra en la lucha y en las acciones revolucionarias concretas por la satisfacción de las exigencias económicas y políticas del proletariado». (Enver Hoxha; Informe en el VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania; Obras Escogidas, Tomo VI, 1 de noviembre de 1981)

Ansiosos por tener el campo libre y justificar su línea de aproximación y de colaboración con los actuales partidos socialdemócratas y socialistas de derecha, los historiadores revisionistas soviéticos y eurocomunistas, los titoistas y otros, interpretan la directiva de la Komintern con vistas a la creación de un frente único del proletariado, sobre todo y ante todo como un deseo y una tentativa de su parte para colaborar con los partidos socialdemócratas de centro y derecha, ignorando así, la esencia de esta táctica, la lucha llevada para comprometer a las masas obreras en las acciones y en los combates revolucionarios. Los revisionistas modernos llegan hasta al punto de afirmar que la táctica del frente único del proletariado sobreentendía también la modificación de la estrategia de los partidos comunistas, que debían buscar, para pasar al socialismo por otras vías diferentes de las definidas en los documentos y programas de la Komintern:

«La aplicación de la política del frente único del proletariado por los partidos comunistas de Occidente, se relaciona estrechamente con el descubrimiento en estos países de nuevas formas de tratar la revolución socialista a través de la lucha por la satisfacción de las reivindicaciones generales y democráticas». (K. K. Shirinia; Estudio publicado en el libro «Historia de la Komintern», 1979)

Según la concepción de los revisionistas modernos, la realización de las tareas democráticas generales por la coalición de comunistas y socialdemócratas, creará las condiciones necesarias para el paso progresivo y pacífico al socialismo. Esta es una posición socialdemócrata reformista que no tiene nada que ver con la política leninista de la Komintern.

A lo largo de sus 24 años de existencia, la Komintern se ha apegado hasta el final a su línea política general, sin renunciar jamás a su estrategia global de la lucha por la revolución proletaria y la instauración de la dictadura del proletariado, consideró esta lucha, como acabamos de subrayarlo, como un proceso revolucionario entero, teniendo en cuenta, según las condiciones y las circunstancias, el hecho de que el movimiento revolucionario puede atravesar las etapas dadas, conforme a las tareas fundamentales que la revolución debe llevar a cabo en una u otra etapa, en tal o cual país.

Las deformaciones y las especulaciones antileninistas de la historiografía revisionista actual sobre la cuestión de la colaboración con los partidos socialdemócratas y socialistas, son sólo un aspecto de las numerosas tentativas de los revisionistas modernos para justificar su línea política de traición y de colaboración con la burguesía a escala nacional e internacional, política que tiende a trabar la diferenciación de las fuerzas consecuentemente revolucionarias, la consolidación del movimiento comunista marxista-leninista, como única vanguardia revolucionaria del proletariado, que combate para la realización de su misión histórica; la abolición del sistema capitalista explotador, a través de la revolución proletaria y la instauración de la dictadura del proletariado.

¿Cómo se plantea hoy la cuestión de la colaboración de los nuevos partidos comunistas marxista-leninistas con los llamados partidos de la clase obrera, los partidos socialdemócratas o socialistas, los revisionistas o los trotskistas?

En las actuales condiciones históricas, en los partidos socialdemócratas y socialistas nunca se había visto en ellos un oportunismo tan extremo [7]. Se convirtieron aún más en resueltos defensores del capital financiero, el imperialismo y la reacción. Históricamente y prácticamente, toda oposición antimonopolista y antiimperialista de los partidos socialdemócratas y socialistas se ha consumido. La experiencia histórica de la Komintern y su táctica con vistas a acciones comunes en la lucha contra el fascismo y el peligro de guerra, fueron históricamente, las más recientes y las mejores pruebas de que de ahora en adelante, no hay que alimentar ninguna ilusión sobre las acciones llevadas en común acuerdo con la socialdemocracia. Aunque la demagogia de los partidos socialdemócratas todavía ejerce su influencia sobre algunas capas de la clase obrera, en particular en un cierto número de países capitalistas desarrollados, esto no significa de ninguna manera que haya que colaborar con ellos. Al contrario, los partidos comunistas marxista-leninistas deben de arrancar la máscara de demagogia de los partidos socialdemócratas y socialistas con la que se hacen pasar por partidos obreros, de presentarlos bajo su verdadero carácter, como partidos que apoyan al gran capital monopolista. En consecuencia, la menor colaboración con ellos puede ser cualificada sólo de traición a los intereses de la clase obrera, porque hace renacer ilusiones reformistas y oportunistas, al mismo tiempo que la lucha contra estos partidos se ha hecho la más imperiosa necesidad para la consolidación del movimiento obrero sobre sanas bases revolucionarias, marxista-leninistas, a escala nacional e internacional:

En cuanto a la actitud a la cual hay que adherirse con respecto a los partidos revisionistas, el problema es claro, y no hay que albergar ninguna duda al respecto [8]:

«Un auténtico partido marxista-leninista se caracteriza por su actitud firme y resuelta hacia el revisionismo moderno, hacia el jruschovismo, el titoismo, el pensamiento Mao Zedong, el eurocomunismo, etc. Trazar una clara línea de demarcación en esta cuestión es de gran importancia de principios. Si un partido permite que en sus filas aniden ilusiones, tales como que: «en la Unión Soviética, independientemente de la ideología jruschovista, se está construyendo el socialismo», que en la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética existen «burócratas», pero también existen «revolucionarios y marxistas-leninistas», entonces, quiérase o no, ese partido ya no se mantiene en posiciones marxistas-leninistas, se ha apartado de la estrategia y de la táctica revolucionarias, y, aunque no de manera abierta, de manera indirecta se habrá transformado en un partido filosoviético, por más que de palabra pueda estar en contra de las tesis del XXº Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética y el jruschovismo. La experiencia revolucionaria ha confirmado que no se puede combatir el jruschovismo si no se combate al mismo tiempo la política hegemonista, chovinista y socialimperialista que siguen los dirigentes de la actual Unión Soviética capitalista e imperialista, la política de Leonid Brézhnev, Mijaíl Súslov y compañía. De la misma naturaleza e igual de nefastos son también los puntos de vista de aquellos que separan la línea reaccionaria y la política proimperialista de la actual dirección china, de Mao Zedong, del pensamiento Mao Zedong. No se pueden combatir ni desenmascarar las actitudes contrarrevolucionarias de Deng Xiaoping y Hua Kuo-feng, si no se combate y no se desenmascara la base ideológica de su actividad, el pensamiento Mao Zedong». (Enver Hoxha;  Eurocomunismo es anticomunismo; Obras Escogidas, Tomo V, 1980) (Shyqri BallvoraLa importancia histórica de la Komintern en la denuncia y exposición de los revisionistas y su papel y lugar en la historia, 1984)

Anotaciones de Bitácora (M-L):

[6] Sobre el frente único del proletariado, la cita que resume bien la táctica del frente único del proletariado: el frente constituido por el partido comunista junto a los obreros sin partido o los partidos donde anidan gran parte de los obreros, es la siguiente:

«El Comité Ejecutivo de la Komintern y la Internacional Roja de Sindicatos  han tenido tres encuentros examinando la situación mundial y la situación del proletariado internacional, y ha llegado a la conclusión de que en esta situación se demanda la concentración de todas las fuerzas del proletariado internacional, para el establecimiento de un frente único de todos los partidos apoyados por el proletariado, independientemente de las diferencias que los separan, mientras estén ansiosos por la lucha común por las inmediatas y urgentes necesidades del proletariado. (...) Se llama al proletariado de todos los partidos para que hagan todos lo que puedan para hacer ver que están por la acción conjunta. Derriben las barreras que existen entre vosotros, y entren a la filas, comunistas o socialdemócratas, anarquistas o sindicalistas, para luchar por las necesidad del ahora.  ¡Proletarios de todo el mundo, unidos!». (Komintern; Extractos del Manifiesto del Comité Ejecutivo de la Komintern sobre el Frente Único, 5 de enero de 1922)

Y otra cita que explica cómo deben los partidos asumir la construcción del frente a la hora de establecerlo, si por arriba con los líderes, o por abajo, primando el contacto con la militancia de base, es la siguiente:

«¿Qué es el frente único y que debería ser? El frente único no es y no debe ser simplemente una confraternización de los líderes del partido. El frente único no se creará mediante acuerdos con los «socialistas» que hasta hace poco eran miembros de los gobiernos burgueses. El frente único significa la asociación de todos los obreros, ya sean comunistas, anarquistas, socialdemócratas, independiente, sin partido, o incluso obreros cristianos, contra la burguesía. Con los líderes, si lo quieren así, sin los líderes si permanecen indiferentes y a un lado, y en desafío de los líderes y en contra de los líderes si sabotean el frente único del proletariado. Y este verdadero frente común en la lucha común está obligado a formarse. Debe formarse si la clase obrera quiere defender sus intereses más fundamentales y elementales contra la ofensiva capitalista. Hacemos un llamamiento en particular a los obreros sin partido y a los que siguen apoyando la II Internacional. Nosotros decimos: Todavía no sois comunistas, muchos de vosotros sois incluso abiertamente hostiles al comunismo. Pero llegará el momento en que se reconozca la exactitud de las ideas comunistas. Esperaremos entonces pacientemente hasta que llegue ese momento, que marcará el comienzo de la verdadera emancipación de la clase obrera. Pero hasta entonces decimos: A pesar de todas las diferencias en nuestros puntos de vista políticos trabajemos juntos para organizar el frente único contra los capitalistas». (Komintern; Extractos de la declaración del Comité Ejecutivo de la Komintern sobre los resultados de la Conferencia de Berlín, 27 de abril 1922) 

[7] El término socialdemócrata es un término que ha evolucionado desde hace siglos, antiguamente se autocalificaban socialdemócratas o socialistas tanto los reformistas –que pensaba en llegar al socialismo por medio de reformas progresivas de la sociedad socialista–, los revisionistas –que reconocían y decían basarse en Marx y Engels pero revisaban injustificadamente la parte cardinal de sus tesis centrales acercándose a corrientes antimarxistas–, como los marxistas revolucionarios –que era propiamente marxistas y que sólo actualizaban las tesis de Marx si la época lo requería, sin alterar la esencia revolucionaria del marxismo–. Durante el cisma entre los socialdemócratas revolucionarios encabezados por Lenin y los socialdemócratas socialchovinistas encabezados por Karl Kautsky durante la Primera Guerra Mundial, los primeros rechazaron seguir identificando a sus partidos como socialdemócratas y los denominarían en adelante como partidos comunistas, más tarde también llamados marxista-leninistas. A partir de entonces el término socialdemócrata quedaría pues en manos de autodenominados «marxistas» que revisaban a Karl Marx y volvían a los conceptos de los autores reformistas y de otras corrientes ajenas al marxismo, se agruparon en la Internacional Obrera y Socialista de 1923-1939. Posteriormente el término sería usado por los partidos de la Internacional Socialista fundada en 1951. Tras la Segunda Guerra Mundial el mero hecho de que los socialdemócratas contemporáneos hubieran renunciado incluso en sus estatutos de partido al marxismo evidenciaba su alto grado de degeneración. Para aquel entonces se podía reconocer a los socialdemócratas porque: Enver Hoxha explica así la evolución histórica para los años 60 de esta corriente:

«La socialdemocracia actual es la continuadora directa de la traidora II Internacional. Ha heredado todo el bagaje ideológico, organizativo y táctico de los partidos de la II internacional. Los socialdemócratas iniciaron su traición alejándose de las enseñanzas fundamentales del marxismo-leninismo, declarándolas caducas e inservibles, negando la lucha de clases y sustituyéndola por la «teoría» de la armonía y la reconciliación de clases, negando la revolución y sustituyéndola por reformas en el marco del orden capitalista, renunciando a la vía revolucionarla y reemplazándola por la vía «pacífica», «democrática» y parlamentaria, negando la necesidad indispensable de destruir el viejo aparato del Estado burgués y aceptando el Estado capitalista como medio para pasar al socialismo, negando la dictadura del proletariado y poniendo en su lugar a la «democracia pura y general», apartándose del internacionalismo proletario y deslizándose totalmente a las posiciones del nacional-chovinismo, de la abierta unidad con la burguesía imperialista. (...) Alineándose en este camino la socialdemocracia se transformó en fiel defensora del orden capitalista, en servidora de la burguesía, en el más importante apoyo ideológico y político de la burguesía en el seno del movimiento obrero. Ha ayudado a la burguesía a oprimir y explotar a los obreros de su propio país y a los pueblos de los demás países, ahogar su movimiento revolucionario y de liberación. (...) Pero la socialdemocracia actual ha ido más lejos en su camino de traición que en el período de la II Internacional. Lo que hoy le caracteriza es su tendencia cada vez más acentuada hacia la derecha». (Enver Hoxha; Los revisionistas modernos en el camino de la degeneración socialdemócrata y su fusión con la socialdemocracia; Obras Escogidas, Tomo IV, 1 de abril de 1964)

Esta evolución certificada en los años 50 del siglo XX, corroboraba la justa denuncia hecha décadas antes por los marxistas-leninistas de que la socialdemocracia era el más importante apoyo ideológico y político de la burguesía en el seno del movimiento obrero. Para ya entonces, la socialdemocracia, estaba muy lejos de los años 20 y 30 en que albergaban entre los que se llamaban así y sus partidos a variadas tendencias incluso izquierdistas, putschistas y hasta aventuristas. Con el devenir de los años, y los acontecimientos históricos, la socialdemocracia viró hacia la derecha, al tiempo que las diferentes tendencias revisionistas también giraron hacia la derecha, buscando la fusión con la socialdemocracia, eliminado las endebles líneas demarcadoras entre los partidos revisionistas y los socialdemócratas. Pero la socialdemocracia siguió en su deriva ideológica, así en los últimos años, entrado el siglo XXI, los partidos socialdemócratas han sufrido una agudización del proceso de derechización hasta extremos insospechados; de hecho, estas agrupaciones no llegan a cumplir en sus programas y acciones ni siquiera con los viejos esquemas programáticos de socialdemocratismo de mediados del siglo pasado; de hecho, los partidos socialdemócratas en el poder han liderado gran parte de las medidas más reaccionarias de los gobiernos del mundo, son directos representantes y defensores del gran capital, de la gran burguesía, de la oligarquía más insultante, de la reacción, aliado de los monopolios e imperialismo –cuando no los lideran–; y en grandes ocasiones forman parte de la vanguardia teórico-práctica del capitalismo neoliberal. Incluso, en la actualidad es extremadamente difícil diferenciar a un partido socialdemócrata de un partidos considerado de «derecha», o conservadores, o liberales, o neo-liberales, fascistas, etc.

Ante esta perspectiva y los fracasos de sus gobiernos, estas organizaciones han caído en el descrédito y la pérdida de influencia en las masas lo que los ha llevado a una profunda y permanente crisis que se ha traducido en la continua traición de los intereses de las masas trabajadoras. Se ha llegado al punto de que tanto viejos como nuevos socialdemócratas tienen miedo a denominarse como tal porque saben de que están desacreditados antes las masas trabajadoras que son conocedoras de sus traiciones, esto les ha empujado a utilizar eslóganes eclécticos propios del fascismo como: «ni de izquierdistas ni de derechas», pero sus propuestas, y sobre todo su práctica, siguen demostrando que son herederos de la II Internacional, así como integrantes de su reedición, la Internacional Socialista.

Inmersos en esta realidad, la burguesía es sabedora de que necesita renovar sus bazas ante tanto descontento popular que ha hecho obsoletos a estos viejos partidos, y es esa la razón de que o bien desarrollan «nuevas» corrientes ideológicas para engañar a las masas trabajadoras –como el revisionismo y sus nuevas ramas– o bien aparecen nuevos partidos socialdemócratas con distintas denominaciones que normalmente encubren su naturaleza para que no se les relacione precisamente con el socialdemocratismo de las últimas décadas; estos nuevos partidos tienen en sus programas los esquemas de la socialdemocracia clásica de principios del siglo XX, tienen por tanto un programa algo más progresista que los viejos y oficiales partidos socialdemócratas extremadamente derechizados, algunos de estos nuevos partidos neo-socialdemócratas ya han alcanzado el poder y parece que otros lo harán en breve –muchos de ellos aunque no consideran a sus partidos en sí marxistas, pero sí algunos de sus líderes, retomando pues la época de sus antecesores donde se reivindicaban marxistas pero practicaban una política reformista, siendo pues revisionistas; se dicen marxistas, practican una política socialdemócrata-reformista y deben ser considerados revisionistas–. Hay que considerar que entre los viejos grandes partidos socialdemócratas y los nuevos partidos socialdemócratas que la burguesía forma, educa y prepara para remplazar a los primeros, existen medianos y pequeños partidos, también con distintos nombres: partido socialdemócrata, de los trabajadores, sindicalismo socialista, socialista, radical-socialista, etc. que parecen alejados del socialdemocratismo más rancio de las últimas décadas, ellos tampoco son la solución a los objetivos inmediatos como los problemas cotidianos ni a los objetivos finales como la revolución socialista, pero en ellos se albergan corrientes más afines a las acciones conjuntas para los marxista-leninistas e individuos mucho más combativos, honrados y factibles de ser aprovechados para la causa del socialismo siempre que se cuenten con el trabajo de una verdadera vanguardia marxista-leninista que les enseñe sus errores.

En cuanto al frente único del proletariado, el partido comunista y estos partidos: esta evolución progresiva de los viejos y grandes partidos de la socialdemocracia deja claro a los marxista-leninistas que a la hora de establecer el frente único del proletariado con los obreros socialdemócratas influidos por ellos, primará más que nunca el establecimiento de este frente desde la base, con su militancia de base, más que su dirigencia, la cual, salvo raras excepciones, son acérrimos anticomunistas y representantes de las capas de la burguesía más reaccionaria. Los partidos comunistas notan obviamente a los tipo de partido socialdemócratas/socialistas más a la «izquierda» que los grandes y clásicos partidos socialdemócratas, pero eso no significa que tampoco tiendan la mano sin más en el frente único del proletariado a estos partidos socialdemócratas de «izquierda», es más seguirán teniendo el deber inapelable de seguir la estela del trato a los partidos socialdemócratas recomendado por la Komintern, y lejos de una rehabilitación de la ideología socialdemócrata, de equiparar o borrar las líneas que diferencian marxismo-leninismo y socialdemocratismo, coordinar con acciones del día a día entre obreros marxista-leninistas y obreros socialdemócratas tareas contra la burguesía, la reacción, y el fascismo, persuadiendo a  la militancia, e incluso a ciertos individuos honrados de la dirigencia de esos partidos, de los errores del socialdemocratismo como doctrina inservible para los intereses del proletariado y contraponer a ello la necesidad improrrogable del marxismo-leninismo y su vigencia como única doctrina posible para superar al capitalismo. Esa será la única garantía de que un frente único del proletariado cumpla los objetivos pactados en la materia que sea, la única garantía de lograr la revolucionarización de los obreros influenciados y engañados por el reformismo de la socialdemocracia, la única garantía de lograr la unidad de la clase obrera, de lograr que los marxista-leninistas tengan de su lado a la mayoría de la clase obrera, parte indispensable para desatar la revolución proletaria con éxito.

[8] En cuanto al frente único del proletariado, y la relación entre el partido comunista marxista-leninista y los partidos revisionistas, debemos seguir lo ya explicado con los partidos socialdemócratas. El Partido del Trabajo de Albania recomendaba siguiendo las tradiciones de la Komintern; el desenmascarar la línea, los discursos y las acciones de los cabecillas revisionistas, pero mientras hacía tal, cosa no dudaba en tender siempre una mano a la militancia de base que quisiera coordinar acciones conjuntas contra el capital, el fascismo, contra los derechos de los trabajadores, contra las guerras imperialistas a diferencia de sus cabecillas. En estos militantes de base de los partidos revisionistas se encontraban personas que dudaban de la política de sus líderes, que estaban decepcionados y plenamente convencidos de lo traicionero de la política de sus jefes revisionistas y pensaban abandonar en breve la organización, o eran personas que realmente simpatizaban con el verdadero partido marxismo-leninista y su política revolucionaria y querían saber más de él para saber que les diferenciaba de los partidos revisionistas. En estos casos se procedía a la persuasión teórica de su militancia con gran paciencia, mientras se disponía a organizar acciones conjuntas en temas comunes para que dicha persuasión fuera en la práctica comprobada por estos militantes. Pero incluso los acuerdos temporales con estos elementos que se estaban revolucionarizando para tales acciones puntuales que les iba curtiendo y persuadiendo, no debía ser nunca a costa de renunciar a los principios marxista-leninistas, por lo que lejos de acabarse la crítica a la línea revisionista de sus partidos, dicha crítica se hacía indispensable para que pudieran contrastar en teoría y praxis la política de los dos partidos, terminando de persuadirlos y acabando con las costumbres que en los partidos no marxistas habían adquirido:

«Actualmente, en la arena política mundial además de los partidos burgueses y socialdemócratas, ya desacreditados, actúan también los partidos revisionistas que han traicionado los intereses de la clase obrera y su causa revolucionaria. Las fuerzas y los partidos marxista-leninistas deben llevar a cabo una lucha inexorable contra estos partidos para desenmascarar su traición y sus objetivos contrarrevolucionarios, para destruirlos en tanto que partidos políticos ganándose a su base y sin establecer con ellos ningún compromiso a costa de los principios. Algunos partidos revisionistas harán demagogia sobre la lucha armada. Otros, temiendo ser desenmascarados, incluso emprenderán formalmente alguna acción armada. Los marxistas-leninistas no deben dejarse engañar por estas tácticas diabólicas, no deben confundir jamás la voluntad de lucha de las masas con los designios saboteadores de los cabecillas revisionistas. Por tanto, el contacto con la base, en el fuego de la lucha y para la lucha revolucionaria, es lo único posible y ello con el objeto de neutralizar y liquidar a los revisionistas». (Enver Hoxha; Sobre el papel y las tareas del Frente Democrático en la lucha por el triunfo completo del socialismo en Albania; Obras Escogidas, Tomo IV, 14 de septiembre de 1967)

Esto corresponde a la política de frente único del proletariado afirmada por Lenin: lograr la unidad en la clase obrera, unión que es imposible si la lucha conjunta y diaria con los obreros engañados por otras corrientes y sin la crítica de sus líderes.

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