sábado, 28 de marzo de 2015

Unas reflexiones sobre unos comentarios emitidos en «Nuestra Bandera» en 1950 vistos a la luz de nuestros días; Equipo de Bitácora (M-L), 2015

Dolores Ibarruri y Santiago Carrillo

En la edición número 4 de febrero de 1950 del periódico oficial del Partido Comunista de España llamado «Nuestra Bandera»,  podíamos leer en aquel entonces:

«Hay en la vida del partido en estos años de lucha clandestina, de enormes dificultades, dos ejemplos característicos de los esfuerzos realizados tanto por los agentes franquistas como por los servicios de espionaje imperialistas, para minar y destruir nuestro partido desde el interior: el caso del traidor Quiñones y el caso del traidor Monzón. No podemos considerarnos hoy en posesión de los elementos completos para arrojar plena luz sobre ambos casos; de tales elementos completos sólo la policía y los servicios de espionaje están en el secreto, pero poseemos bastantes para llegar a conclusiones generales justas. (...) ¿Quién era Quiñones? Quiñones era un aventurero, audaz y sin escrúpulos, con toda evidencia un agente del Intelligence Service inglés. (...) Conocemos la criminal labor de provocación del grupo de Monzón, Trilla y otros agentes del enemigo, que llevaron a cabo, dentro del partido, en el país y en la emigración. Este canalla hizo cuanto pudo para liquidar el partido, sin retroceder ante ningún crimen, utilizando procedimientos análogos a los de la banda de espías y asesinos titoistas. (...) Ahora se ve con toda claridad que lo que se consideraban errores de Comorera, no era otra cosa que la actitud provocadora de un enemigo de la clase obrera, de un pequeño burgués nacionalista que sólo buscaba el momento más propicio para apuñalar al partido. Comorera no ha sido, pues, expulsado del partido por cometer tal o cual error, sino por haber hecho de sus opiniones políticas contrarias al partido una plataforma política para su trabajo de provocación y de zapa, con el objetivó de liquidar al PSU de Cataluña o, lo que es lo mismo, transformarlo en un apéndice de la burguesía». (Nuestra Bandera, 4 de febrero de 1950)

Tal comentario hacia una descripción de las purgas producidas desde 1942-1950. Dichas purgas son referidas al periodo en que cuadros marxista-leninistas como José Díaz y Pedro Checa ya habían fallecido en la Guerra Civil Española o en la posguerra, y en el Secretariado General del PCE  dominaba la revisionista Dolores Ibárruri.

Paradojicamente quién escribe tal comentario de las purgas, parecía que estaba describiéndose a sí mismo, y con los años esta paradoja de autodescripción parece que se cumplió en todos los puntos sin excepciones. Nos explicaremos mejor para que el lector nos comprenda, y a la vez veremos la identidad de tal comentario y tal paradoja.

1. El que escribía esto, era una persona que usaba los mismos «procedimientos titoistas» en el partido empleados por los revisionistas yugoslavos contra los revolucionarios como Arso Jovanović, Sreten Zujovic, Andrija Hebrang y otros, cuadros de notorios méritos los cuales cuando se opusieron a seguir la vía nacionalista-bujarinista de la dirección titoista fueron encarcelados o fusilados. Precisamente esta persona de presunta «pluma antititoista»cuando alguien ponía en tela de juicio sus teorías y decisiones revisionistas, no daba lugar a debate, ni argumentación y réplica, sino que se limitaba simplemente a: 

a) Denunciarlos como provocadores y agentes del enemigo mediante los medios propagandístico del partido que tenía a su alcance –como con Heriberto Quiñones en 1942–, incluso aunque hubiesen pasado por las cárceles franquistas –como con Jesús Monzón en 1947–; 

b) Si era posible vociferar la ubicación del lugar de su actividad clandestina a la policía franquista y desatar una vez en las cárcel una campaña de desprestigio –como con el jefe del PSUC Joan Comorera–; 

c) Planear junto a su camarilla el envío de comandos para liquidar a los miembros y maquis guerrilleros– del Partido Comunista de España –como con León Trilla en 1945–;  

d) Llamarlos a rendir cuentas al partido y liquidarlos en la frontera pirenaica franco-española, o en su defecto, cuando llegaran a su destino en Francia, como el caso de Luis Montero Álvarez, asesinado en 1950 por sus «camaradas» de la cúpula tras sobrevivir al campo de exterminio de Mauthausen y ser uno de los laureados jefes de los maquis en Asturias durante 1948-1950;

e) O repudiar, delatar o mandar asesinar a los elementos dudosos como Alberto Pérez ‘César’ en 1945 o aquellos que se negaran ejecutar a otros camaradas como Cristino García Granda delatándolo ese mismo año y negándole toda ayuda internacional. 

2. Este personaje que hablaba de 
«canallismo», tampoco soportaba no tener a sus espaldas una historia de heroica lucha contra el primoriverismo (1923-1931), en la Guerra Civil Española (1936-1939), en los maquis antifranquistas (1939-1948) o contra el nazismo (1939-1948) como la de otros compañeros con notoriedad e influencia. Es más los odiaba por tener dicho perfil. No tenia pegas a la hora de arruinar el prestigio de sus camaradas. Para él carecía de interés el hecho de que pese a que todos ellos estuvieran varios años en las cárceles franquistas, en los campos de concentración nazis, e incluso aunque fueran fusilados, preferiría seguir manteniendo las falsas acusaciones contra ellos que él mismo y su aparato habían creado para: difamarles, expulsarles del partido, entregarles a la policía o justificar su asesinato. 

3. Casualmente la persona que escribía tales epítetos en 1950 acusando a ciertos dirigentes de querer «liquidar el partido» de su ideología marxista-leninista, sería la misma que copiaría y aplicaría en el Partido Comunista de España (PCE) las teorías y métodos revisionistas del revisionismo soviético, yugoslavo, chino, francés, italiano; doctrina que con el avanzar de los años se le otorgaría el «moderno nombre» y etiqueta de «eurocomunismo» según su famoso libro Eurocomunismo y Estado de 1977. 

Casualmente quién en tal periódico acusaba a otros dirigentes que acababa de expulsar de que «deseaban y trabajaron para liquidar el partido» como tal, él mismo también sería quién tras arruinar la influencia del PCE tan justamente ganada a pulso durante décadas, sus mismos cachorros revisionistas le obligarán a dimitir del Secretariado General por llevar al partido a escandalosos fracasos y a sucesivas pérdidas de influencia entre la población, decidiendo entonces fundar un nuevo partido llamado  Partido de los Trabajadores de España-Unidad Comunista (PTE-UC) y finalmente integrarlo en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en 1991, recomendando hacer lo mismo a los miembros del PCE.

4. Esta figura en 1956 clamaba contra los defectos del «culto a la personalidad de Stalin», pese a ser una evidencia que Stalin rechazaba tal culto, siendo en cambio los aduladores y arribistas de su alrededor los empeñados en promocionar dicho culto para luego valerse de su falso apego a él para ascender en las esferas del partido. En España esta figura sería la misma que reprodujo dicha táctica cuando tras la muerte de José Díaz en 1942, utilizó un desmesurado culto a la personalidad para elevar la imagen de la oportunista y vividora Dolores Ibárruri, como se puede ver en discursos como el pronunciado en Tolouse el 14 de mayo de 1945 en Tolouse: 

«Esta mujer que es un verdadero arquetipo de la mujer española, además de un gran dirigente político. (...) Nuestra grande y querida camarada Pasionaria».

5. Casualmente dicha figura que se llenaba la boca hablando de ser antiimperialista y luchar contra los «agentes» imperialistas, sería la misma que años después hablaría de la «necesidad» del acercamiento entre los Estados Unidos  y España, de la «necesidad» de integrar a España a la Comunidad Económica Europea –actual Unión Europea, e incluso de la «necesidad» de recibir grandes créditos de los Estados Unidos para el futuro gobierno de la España «democrática» y «socialista», yendo incluso a negociar con los grandes hombres de negocios yankees a Wasghinton. Y sería la misma persona que saludaba con fervor las teorías de los revisionismos fabricadas en pro del imperialismo como los «tres mundos», la «división internacional de trabajo», o los «no alineados».

6. Casualmente este «antitioista», sería a poco tardar el que poco después hablaría maravillas de la Yugoslavia de Tito como «valiente país socialista» y «antiimperialista», y pasó de calificar a Iósif Stalin de «héroe de la humanidad» a «villano y monstruo» y de gran perjuicio para el movimiento comunista. Llegó a calificar en una entrevista en el año 2000 a Trotski en entrevistas de «gran revolucionario tratado injustamente», mientras que en 2011 confesó que desde 1936 pensaba que el trotskismo tenía cabida en el partido de los trabajadores. Él sería quién haría que el PCE renunciase oficialmente al leninismo en su congreso de 1978.

7. Casualmente la persona que presumía de ir en contra del «nacionalismo burgués», habiendo hecho difamar y caer a Joan Comorera y sus seguidores en el PSUC para «salvarlo de convertirlo en un partido a servicio de la burguesía catalana» y de su misma «liquidación». Él fue quién finalmente tuvo la responsabilidad por haber colocado en detrimento de los «comoreristas» a personas como Josep Moix que lejos de seguir una línea marxista-leninista, condujeron a implantar una línea que convertía al PSUC en la sucursal catalana del PCE bajo una línea de socialdemocratismo y chovinismo español, «logrando» el gran mérito de arruinar la reputación del partido y su misma autoliquidación como partido en 1987. 

Fue el mismo que desde las tribunas del PCE loaba en 1954 a los últimos de Filipinas por defender las últimas colonias españolas, en un franco acto de colonialismo. Él sería quién en los 70 aceptaría la monarquía legada por Franco y reconocería la bandera rojigualda que había sido la bandera de los fascistas, para tremendo escándalo de la memoria de todos los republicanos y comunistas muertos durante la Guerra Civil Española.

Finalizando: seguro que ya el lector más avispado habrá determinado la identidad del autor de la cita publicada en «Nuestra Bandera» el 4 de febrero de 1950. El autor no es otro que Santiago Carrillo.

Viendo ya en el siglo XXI la historia por sí sola como se ha desarrollado. ¿Quién es entonces señoras y señores, el «agente», «traidor», «liquidacionista», «titoista», y «canalla» en el Partido Comunista de España de los años 40 y 50? ¿Los miembros como Comorera, Trilla, Monzon y compañía que fueron verdaderos cuadros probados y a los cuales nunca se les probó los crímenes de los que se les acusó? ¿O lo era en cambio la persona de la que sí se demostró que todas estas acusaciones eran imputables a ella misma?

Queda clarísimo entonces, que poco a poco con el advenimiento de cierta información, documentos, y hechos, se ha descubierto que en realidad el mayor agente emboscado que ha tenido el movimiento comunista español; o sino al menos, el mayor traidor consciente a la clase obrera y al comunismo que encima hizo un trabajo gratuito a la reacción ha sido y es hasta el momento el «señor» Santiago Carrillo.

Ha quedado demostrado conforme pasaban los años y su actividad oportunista y renegada se amplificaba, que él es el principal culpable junto a Dolores Ibárruri de la degeneración ideológica tan atroz sufrida por el Partido Comunista de España
, ha quedado demostrado que los cuadros condenados bajo su mando cuanto menos eran inocentes de las viles calumnias que se inventaba y que lejos de demostrarse se irían desmontando por la labor de viejos o exmilitantes –como Vicente Uribe y Enrique Líster– implicados en su día, aunque en realidad ya con su sola actuación en toda su carrera política, destapa sus propios crímenes, ya que al haber acusado a cuadros de lo que él mismo cometía o iba a cometer, sin necesidad de nada más, sólo con su hipocresía estaba retratando la fragilidad de sus viejas acusaciones hacia otros camaradas en el pasado.

Todo intento de defender a Carrillo-Ibárruri son monsergas sentimentalistas que intentan salvar el honor de un partido que precisamente se perdió en su deriva revisionista a causa de la actividad de este binomio de víboras revisionistas.  

No es de extrañar con que desprecio hablaron de él los marxista-leninistas que quedaban vivos y habían visto su carrera oportunista:

«En otras palabras, Santiago Carrillo es un agente de los más rastreros y ordinarios del capitalismo mundial. Pero sus «teorías» no aportarán muchos beneficios al capitalismo, dado que, tal como son presentadas por Carrillo, desenmascaran en realidad el pseudomarxismo de los revisionistas modernos, Carrillo, por un lado, sirve al imperialismo y al capitalismo mundial, porque se opone a la revolución, niega las ideas marxista-leninistas que inspiran al proletariado y a los pueblos de todo el mundo, y, por el otro, arranca las máscaras y desenmascara a los otros revisionistas modernos, pone al descubierto sus verdaderos objetivos ante los ojos del proletariado y de los pueblos. Santiago Carrillo, Secretario General del Partido Comunista de España, es un revisionista bastardo de bastardos. Ha tomado del revisionismo moderno lo que de más vil y contrarrevolucionario tenía y se ha convertido en apologista de la traición y de la completa capitulación». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo 1980)

Repetimos: ¿quién puede ser calificado de «agente», «traidor», «liquidacionista», «titoista», y «canalla» como decía «Nuestra Bandera» en 1950?

Solamente Santiago Carrillo merece tales epítetos condenatorios
». (Equipo de Bitácora (M-L)Unas reflexiones sobre unos comentarios emitidos en «Nuestra Bandera» en 1950 vistos a la luz de nuestros días, 2015)

[ANEXOS]

El PCE solo comenzó a despertar de sus defectos, como el aislacionismo de las masas o la mala comprensión de la cuestión nacional, con la línea trazada por el IVº Congreso de marzo de 1932, donde Bullejos, Vega, Trilla y Adame mantendrían brevemente sus cargos tras un fuerte descrédito ante la Internacional Comunista, teniendo que adaptarse a un cambio en la teoría y sobre todo en la práctica, condiciones exigidas tanto de parte de la Internacional Comunista como de la mayoría de la militancia, que no confiaba en sus líderes. En una reunión el 5 de agosto de 1932, el Politburó del PCE decidió expulsar a Bullejos, Vega, Trilla y Adame por negarse reiteradamente a aplicar las nuevas directivas del congreso. Poco a poco emergería un nuevo liderazgo, decimos nuevo, no porque apareciesen de la nada, sino porque eran partidarios de la nueva línea –en algunos casos haciendo autocrítica de sus antiguas posiciones como Manuel Hurtado o, momentáneamente, la propia Dolores Ibárruri–. Se formó pues un claro nuevo núcleo de dirigentes entre los que destacamos por su adhesión bolchevique hasta el final a: Pedro Checa –fallecido en el exilio mexicano en 1942–, Trifón Medrano Elurba –fallecido durante la guerra en 1937–, Cristóbal Valenzuela Ortega –fusilado por los franquistas en 1939–, Hilario Arlandis –fusilado por los franquistas en 1939–, Saturnino Barneto Atienza –fallecido en el exilio soviético en 1940–, Daniel Ortega Martínez –fusilado por los franquistas en 1941–, José Silva Martínez –fallecido en el exilio venezolano en 1949– y sobre todo José Díaz –fallecido en el exilio soviético en 1942–. A esto se le podría sumar la caída de otros valiosos cuadros de mayor o menor altura como Isidoro Diéguez Dueñas –fusilado por el franquismo en 1942 o Puig Pidemunt –fusilado por el franquismo en 1949–. Con esta verdadera sangría de militantes sufrida entre 1932-1942, se puede observar que el PCE sufrió un total descabezamiento de sus piezas claves, lo que brindó una buena oportunidad para que los oportunistas como Dolores Ibárruri, Santiago Carrillo, Francisco Antón, Enrique Líster, Antonio Mije, y más tarde también los Fernando Claudín, Jorge Semprún o Ignacio Gallego se afianzasen cada vez más en las altas esferas del PCE.

Aunque para ser justos, ese ascenso meteórico de diversas figuras no hubiera sido posible sin la implementación de maquiavélicas técnicas desde la nueva dirección del PCE, las cuales desataron contra los que dudaban o se oponían a sus aberraciones, unos métodos brutales de supresión para afianzarse en el poder, promoviendo infames juegos como: calumniar de «provocadores» a grandes y probados dirigentes –Heriberto Quiñones en 1942 y Jesús Monzón en 1947–, delatar o ajusticiar a quienes eran sospechosos de «no ser leales» a la nueva dirección –como a José San José alias Aldeano en 1944, León Trilla en 1945, Alberto Pérez alias César en 1945, Cristino García Granda en 1945, Víctor García en 1948, Luis Montero Álvarez en 1950–.

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