jueves, 23 de abril de 2015

Sobre las distorsiones históricas de los revisionistas sobre las políticas marxista-leninistas del partido y el frente

Palmiro Togliatti y Enrico Berlinguer durante 1947

«Actualmente tanto algunos revisionistas como los propios seguidores del «socialismo del siglo XXI» hablan de la utilización de frentes en sus estrategias y tácticas políticas, se llenan la boca hablando de la necesidad de apoyarse en frentes, aunque poco saben explicar que son o cuáles son sus objetivos. Cierto es que tanto para la lucha para la conquista de objetivos menores, como para objetivos máximos, es permisible la idea de un frente de lucha –sea de características y objetivos antiimperialistas, antifascistas, anticapitalistas, y otros– donde converja el partido comunista con otras organizaciones –teniendo estas una mayoría de elementos de las clases trabajadoras, sean obreros o elementos pequeño burgueses–, pero sólo tiene aplicación bajo determinadas condiciones, y el partido comunista siempre tendrá el deber de ser vanguardia de dicho frente si no quiere que fracasen los objetivos del frente y que esa alianza temporal caiga en manos burguesas para manejarla a su antojo [1]. Generalmente a este tipo de frente se ha llamado frente popular, con el calificativo de popular por el hecho de unir a obreros y el resto de clases trabajadoras para un fin concreto. También han existido históricamente los llamados frente único del proletariado, donde el partido comunista instaba al resto de organizaciones con gran afiliación de obreros, o de obreros sin partido, hacia un objetivo concreto. Este tipo de frente fueron comunes tras la Primera Guerra Mundial, y eran utilizados como métodos para frenar la ofensiva de la burguesía sobre los derechos laborales de los obreros y su nivel de vida, pues era común por entonces, que la burguesía intentara por ejemplo: pagar las reparaciones de guerra que debía a otros países cargando tal deuda a espaldas de las clases trabajadoras, por lo que muchas veces estos frentes, no eran sólo frente único del proletariado, sino que se extendían con las organizaciones no proletarias de artesanos, campesinos y demás, agraviados por la ofensiva de la burguesía; convirtiéndose en frente popular con diversos calificativos: frente del trabajo, frente de los trabajadores, frente anticapitalista etc., razón por la que en ocasiones estos dos tipos de frente se entrelazan. Los calificativos usados por cada frente no importan, lo importante, es comprender en cada experiencia de frente que alianza contraía el proletariado y con qué objetivo.


Erróneamente se ha creado el mito de que los frentes solo sirven para estrategias y tácticas de carácter defensivo, pero la historia ha demostrado que los frentes pueden tener dos funciones: tanto defensivo como ofensivo. Del mismo modo que un tipo de frente –uno anticapitalista por ejemplo– puede ser usado a veces como frente defensivo y otras como frente ofensivo El frente usado los comunistas en Bulgaria mismamente durante los años 20 fue un frente anticapitalista defensivo, después durante la Segunda Guerra Mundial se utilizó un frente defensivo antiimperialista y antifascista, pero poco después tras la finalización de la guerra se uso un frente ofensivo anticapitalista para la construcción del socialismo. Hay que tener en cuenta que los frentes no tienen la misma función antes que después de la toma de poder por el partido comunista, una vez instaurada la dictadura del proletariado el frente sirve como correa de transmisión entre el partido y las organizaciones de masas bajo la regla del centralismo democrático, mientras que en el periodo previo servía más bien como una coalición de capas populares donde sus organizaciones no estaban sujetos a normas tan claras, ha de comprenderse que el rol, las normas, y carácter del frente cambian de una etapa a otra.

Sobra comentar que tan inútil es el frente en el que el partido comunista no gane influencia y lo comande, como la teoría de construir un frente sin la existencia de un partido comunista. También es obvio que la crítica al reformismo, al anarquismo, y otras tendencias no puede cesar durante la estancia de los comunistas en estos frentes; de hecho, uno de los objetivo del partido comunista en los frentes es persuadir a su militancia, y a todo elemento revolucionario, de los errores de las dirigencia reaccionaria mediante las acciones conjuntas del día a día, demostrando que su dirigencia reaccionaria no tiene el arsenal teórico ni la valentía práctica de saber dirigir la lucha contra el fascismo, la burguesía, o el imperialismo:

«Las acciones conjuntas con los partidos y las organizaciones socialdemócratas no sólo no excluyen, sino que, por el contrario, hacen aún más necesaria la crítica seria y razonada del reformismo, del socialdemocratismo, como ideología y como práctica de la colaboración de clase, con la burguesía y la explicación paciente a los obreros socialdemócratas acerca de los principios del programa del comunismo. (...) Poniendo al desnudo ante las masas el sentido de los argumentos demagógicos de los jefes socialdemócratas derechistas contra el frente único; redoblando la lucha contra la parte reaccionaria de la socialdemocracia, los comunistas deben establecer la colaboración más estrecha con los obreros, militantes, responsables, y organizaciones socialdemócratas de izquierda que luchen contra la política reformista y aboguen por el frente único con el partido comunista». (Komintern; Resolución final emitida por el VIIº Congreso de la Komintern respecto al informe de Georgi Dimitrov, 20 de agosto de 1935)

En lo referente a los países coloniales y semicoloniales y su etapa de liberación nacional; casi siempre se ha utilizado el frente popular por las condiciones de la etapa correspondiente en estos países, y por la debilidad del proletariado y su aún más necesario acercamiento a otras clases trabajadoras. En estos países los frentes tenían características antifascistas, antiimperialistas y anticoloniales, por lo que incluso la burguesía nacional podía ser de utilidad contra el imperialismo extranjero, dentro o fuera del frente, esto es factible en esta etapa aunque no es siempre necesaria la colaboración de la burguesía durante la misma. Pero si finalmente la burguesía nacional colabora con las fuerzas progresistas en esta primera etapa, no se debe prolongar su colaboración en la segunda etapa, la de construcción socialista, si se mantiene esa alianza interclasista pasado el periodo inicial, cuando ya se ha liberado a la nación del país que le oprimía por activo –a través fuerza militar de ocupación–, o por pasivo –cuando la «ocupación» se da a través de fuerzas autóctonas–, cuando la burguesía nacional no tiene más rol progresista que jugar, y continua siendo una clase explotadora, si estos síntomas de alianza con la burguesía nacional siguen en esta revolución, es indicativo de que esa revolución en marcha no concluirá en revolución proletaria y socialista, sino que se dirige a la simple realización de una revolución de carácter liberal burgués o pequeño burgués; de hecho, hemos sido testigos de múltiples «revoluciones» de este tipo a lo largo de la historia reciente, en donde se observa claramente que por no poder superar el amor a la burguesía nacional, a la intelectualidad burguesa y al capitalismo se quedan atrapadas en la lógica de producción capitalista.

Tampoco es raro ver las experiencias de la incorrecta puesta en práctica de un frente único proletariado –se presupone que con partidos con alta afiliación de obreros–, donde en vez de persuadir a la base socialdemócrata de lo erróneo de su dirigencia y la política de colaboración de clases con la burguesía, se finaliza en que el propio partido comunista postula pensamientos y acciones típicas del socialdemocratismo, incluyendo el colaboracionismo de clase con la burguesía. Es común observar estos mismos fallos en la distorsión de la práctica del frente –tanto a la hora de lidiar con las masas y organizaciones no obreras en un frente popular como con las masas y organizaciones obreras del frente único del proletariado–. Conocemos históricamente a partidos como el Partido Comunista Francés de Maurice Thorez y el Partido Comunista Italiano de Palmiro Togliatti, que temieron durante varios años «quebrar la alianza entre los partidos antifascistas» y dirigir al partido hacia una revolución socialista tras el fin del poder fascista pese a tener gran influencia y grandes posibilidades de éxito, pero ellos, abogaron en cambio por una «unión nacional» bajo una democracia burguesa y una etapa antifascista que en sus mentes se haría eterna, se empezaría a decir que era posible el «tránsito pacífico al socialismo» con el apoyo de todas las fuerzas que habían luchado contra el fascismo –incluido los partidos burgueses anti hitlerianos y anti mussolinianos–, y también se empezó a teorizar que no era necesario el partido comunista como tal para transitar al socialismo en cada país, que cualquier partido podía hacerlo. Años después se dijo que no eran necesarios los partidos para transitar al socialismo. Sobra decir que estas desviaciones serían criticadas como ilusiones reformistas por la Kominform durante 1947, y que la amplificación de estas ilusiones en estos y otros partidos años después daría pie a muchos revisionismos, y en particular en algunos de estos partidos occidentales como el italiano, español o el francés desembocarían en el revisionismo eurocomunista en los años 70. Esto, no tiene nada que ver con las tácticas marxista-leninistas de frente:


«Los comunistas deben incrementar su vigilancia y guardarse del peligro de del oportunismo de derecha, y deben continuar una determinada lucha contra todas estas concretas manifestaciones, teniendo en cuenta el peligro del oportunismo de derecha crecerá donde las tácticas del frente único sean aplicadas. La lucha por el establecimiento del frente único, de la acción conjunta de la clase obrera, alza como necesario que los obreros socialdemócratas se convenzan a través de las lecciones objetivas de la correcta política de los comunistas y la incorrecta política reformista, y que cada partido comunista prosiga una lucha irreconciliable contra cualquier tendencia que rebaje las diferencias entre de principio entre el comunismo y el reformismo, contra rebajar la crítica de la socialdemocracia como ideología y práctica de colaboración de clases con la burguesía, contra la ilusión de que es posible transitar al socialismo pacíficamente, por métodos legales, contra cualquier realización basada en el automatismo y la espontaneidad, en la organización de la liquidación del fascismo o en la realización del frente único, contra cualquier menosprecio del rol del partido y contra la vacilación en los momentos de decisiva acción». (Komintern; Resolución final emitida por el VIIº Congreso de la Komintern respecto al informe de Georgi Dimitrov, 20 de agosto de 1935)

Todo este tipo de distorsiones de la correcta aplicación de la teoría y práctica de frente hará actualmente una vez más, que los partidos comunistas se queden estancados en el abismo de la vacilación, mientras que la burguesía corroe su poder y finalmente lo acaba recuperando.

Compréndase que la lucha de clases que debe desarrollar el partido no se puede detener a medio camino, si se hace, como hemos mencionado ahora mismo, la burguesía retomara su poder, pues esta nunca duda de cuáles son sus objetivos y qué acciones tienen que hacer para defender sus intereses de clase, pues sabe que en una sociedad realmente socialista jamás tendrá cabida ni su influencia económica ni política ni ideológica. Hay que medir las etapas, no caer en el aventurerismo, pero tampoco adormecerse en las tareas de cada etapa, siempre hay que intercalar lo antes posible las tareas de la etapa democrático-burguesa anticolonial, antiimperialista, antifeudal o antifascista con las de la etapa socialista, como dijo Lenin, lo que nunca se puede hacer es pretender que existe una «muralla china» entre la etapa democrático-burguesa y la etapa socialista y estancarse. No tendría que hacer falta decir que el deber de la organización proletaria es liderar el proceso en cualquiera de las etapas que se encuentre, nunca delegar a otra clase, mucho menos explotadora, el liderazgo. Entendido esto es fácil comprender que denunciemos que sea una utopía de meros pacifistas y reformistas demagogos el intentar hacer creer al pueblo llano que la burguesía cambiará de parecer ante la perspectiva del socialismo una vez acabadas las tareas iniciales antifeudales, anticoloniales o antifascistas; si el socialismo que se aplica es real y se lleva sus tareas hasta sus últimas consecuencias, no se harán concesiones que permitan la supervivencia de la burguesía como clase social, y entonces en esa sociedad en su desarrollo al socialismo, la burguesía huirá sí o sí del proyecto socialista». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)

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