domingo, 12 de julio de 2015

Un rápido repaso histórico a las posiciones ultraoportunistas de Jacques Jurquet y el PCF-ML; Equipo de Bitácora (M-L), 2015

Hua Kuo-feng y Jacques Jurquet en 1976

«¿Quién fue Jacques Jurquet? Jacques Jurquet sería uno de los fundadores del Partido Comunista Francés Marxista-Leninista, un partido nacido en 1968.


Nacimiento del partido y contexto histórico

Con la presunta intención de separarse del revisionismo soviético que entonces inundaba la mayoría de viejos partidos comunistas los revolucionarios franceses fundaron el Partido Comunista Francés Marxista-Leninista (PCF-ML) bajo la influencia sino-albanesa. En sus documentos fundacionales de 1968 se puede ver su expresa adhesión al mito del maoísmo tan de moda en aquél entonces como ideología a seguir:

«El congreso afirmó la determinación de construir un partido de nuevo tipo como requirió el gran Lenin, un partido de tipo bolchevique basado su acción en la inmortal teoría del marxismo y el leninismo y el Pensamiento Mao Zedong, el gran maestro del mundo revolucionario». (Pekín Review; #3, 19 de enero de 1968)

Para inicios de los 60 el revisionismo chino no estaba desenmascarado tan abiertamente como se haría años después, y sus desviaciones sólo podían ser conocidas en base a una fina agudeza de los acontecimientos mundiales y a un gran esfuerzo por acceder a material de los revisionistas chinos que por entonces escaseaba y que en su mayoría eran viejas obras de hace años que incluso estaban cuidadosamente censuradas. Está claro que el PCF-ML cayó en la trampa como tantos otros.


Muchos antirevisionistas creyeron que estaban colaborando en un fundar un partido que tendría la intención de dar una herramienta a la clase obrera, donde poder agrupar a su destacamento más avanzado y donde poder dar combate al revisionismo moderno, pero lo cierto es que el PCF-ML no podría cumplir estos objetivos y eso sería debido desde sus inicios por elementos sin ningún espíritu científico de las cosas, bañados en un apego sentimental por los revisionistas chinos resistente incluso a la política china ridícula más extrema, lo que les llevaría a justificar los actos más infames de la dirigencia china en los años siguientes. Caer en esta línea como era normal dificultó los objetivos iniciales de refutar al revisionismo soviético ya que al seguir las directrices chinas perdían toda credibilidad ante las masas y al basarse fundamentalmente en otro revisionismo no se basaban en un cuerpo teórico sólido y científico:


«La lucha contra el revisionismo soviético, desde posiciones revisionistas, conduce al camino revisionista; el apoyarse en el imperialismo estadounidense para combatir al revisionismo soviético, conduce al camino de enarbolar la infame bandera del trotskismo para combatir al revisionismo soviético y ocupar su lugar como una gran potencia y como «un gran guía ideológico». (Enver Hoxha; Las «avispas» burguesas recogen la miel del jardín de las «cien flores»; Reflexiones sobre China, Tomo II, 20 de abril de 1973)

Las vacilaciones chinas en la lucha contra el revisionismo soviético como es el caso de la aceptación de la rehabilitación de Tito impulsada por Jruschov en 1954, el saludo del XXº Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética de 1956 y sus tesis, la posición jruschovista en la Conferencia de Moscú de 1957 contra el grupo antipartido de Molotov, la teoría china de crear el «frente antiimperialista» junto al revisionismo soviético de 1962, la constante postura china de «intentar hacer cesar la polémica» contra los revisionistas soviéticos hasta 1964, el intento de reconciliación chino con el revisionismo soviético tras la caída de Jruschov de 1964, o la cuestión de basar la lucha contra el revisionismo soviético en meras reivindicaciones territoriales como hacían otros revisionismos en 1964, son temas muy conocidos ahora pero no en los años 60 y 70. Unos y otros son hechos que los líderes del PCF-ML no conocieron muy posiblemente, a veces tapaban por miedo a derruir su mito en torno a China, y otras veces de saberlos los pasaron por alto como sino tuvieran la correspondiente importancia de ser analizados, cuando en realidad eran temas fundamentales para entender el desarrollo posterior del revisionismo chino.


Precisamente en Francia el desprecio por el conocimiento teórico fue algo común como lo es actualmente, ha de saberse que esto es una reminiscencia de corrientes como son el maoísmo que revisan el axioma marxista-leninista sobre la importancia de la teoría. El maoísmo siempre aboga por un pragmatismo debido a su espontaneísmo pequeño burgués: 


«La concepción maoísta de las relaciones entre la teoría y la práctica consiste en un pragmatismo plano. Detrás del culto a la «práctica» se esconde de hecho, la incomprensión de la posición materialista del marxismo-leninismo sobre esta cuestión. El maoísmo es incapaz de concebir la teoría como la generalización científica de la multitud de los hechos económicos, sociales y políticos, etc., que libra la vida en todos los dominios, donde ella confirma o invalida a cambio las tesis y las concepciones, para su desarrollo ulterior y la acción que se puede tomar para la transformación. Si los hechos son la base de toda teoría, ésta es científica sólo en la medida que se eleva a la generalización y la abstracción, donde se separa del aspecto singular, particular y contingente, inherente de los hechos, para comprender la universalidad. La teoría es entonces, y sólo entonces, guía verdaderamente la acción revolucionaria, por su rectitud y su alcance, porque ésta se vuelve entonces capaz de guiar la puesta en ejecución de los medios que permiten influir en los factores determinantes –en Francia actualmente y estratégicamente los factores subjetivos de la revolución–, para hacer posible la maduración de las condiciones de la revolución y la victoria de esta última. Sin base teórica, sin concepciones teóricas, sin visión estratégica y táctica, no sólo la práctica es ciega sino que, a pesar de que tenga algún contenido positivo, ya que las contribuciones que se entregan ineluctablemente a la teoría –por la acumulación de experiencias directas a gran escala– no pueden ser a su vez generalizadas ni ser utilizadas para rectificar o enriquecer la teoría o la práctica. Por lo tanto, fuera del movimiento obrero, el movimiento maoísta se confina a un menú practicista y mantiene la ignorancia en cuanto a los métodos y el papel esencial del trabajo teórico comunista». (L’emancipation; La demarcación entre marxismo-leninismo y oportunismo, 1979)

Tras el inicio del fin del «cuento chino» el PCF-ML mantuvo su sumisión al mandato de Pekín

Para inicios de los 70 las relaciones entre China y Albania eran nulas, apenas manteniéndose relaciones diplomáticas y pocos formalismos más:

«Respecto a los partidos comunistas marxista-leninistas y los grupos revolucionarios, los chinos actúan de la misma manera que los soviéticos. Tienen miedo al «descrédito», a perder la «buena reputación» que han adquirido entre la burguesía norteamericana y la mundial. Por eso los chinos no pueden estar de acuerdo con la línea marxista-leninista revolucionaria de nuestro partido. Tampoco están de acuerdo con nuestra política interior y exterior. Y lo manifiestan. Chou En-lai, Li Sien-nien y Mao Zedong han roto los contactos con nosotros, y los existentes son puramente formales, diplomáticos. (...) ¿Cómo podría estar de acuerdo China con nuestra política exterior, cuando concluye acuerdos con los Estados Unidos de América, con Japón, con Alemania Federal, con la España de Franco, en unos momentos en que nosotros no sólo no los establecemos, sino que desenmascaramos de continuo su política imperialista y fascista?». (Enver Hoxha; Las «avispas» burguesas recogen la miel del jardín de las «cien flores»; Reflexiones sobre China, Tomo II, 20 de abril de 1973)


Incluso los círculos reaccionarios registraron para la posteridad las grandes divergencias sino-albanesas en temas como el acercamiento sino-estadounidense, la Comunidad Económica Europea, el trato con los nuevos partidos marxista-leninistas, y otros temas candentes:


«Durante 1972, las posiciones de los dos cercanos aliados sobre su actitud hacia los Estados Unidos tendieron a distanciarles aún más. Paralelo a los divergentes puntos de vista sobre esta cuestión política fundamental, Pekín y Tirana empezaron a reaccionar de forma diferente ante algunos acontecimientos y políticas importantes en el escenario internacional: la crisis de Malta, la consolidación del Mercado Común, la Ostpolitik de Alemania Occidental y la reelección de Brandt, y el movimiento «marxista-leninista», para mencionar unos cuantos. Mientras los albaneses han demostrado un inflexible apego a la teoría revolucionaria, los chinos –en línea con su giro en las prioridades de política exterior– han demostrado una predilección por la Realpolitik: un cambio de la raison d’ideologue a la raison d’état. Muchos discursos e informes publicados recientemente por Tirana y Pekín atestiguan el hecho de que no existe completa unanimidad de puntos de vista sobre diversos desarrollos políticos internacionales de importancia». (Radio Europea Libre; El camino albanés, 21 de diciembre de 1972)


A esto se le sumaban muchas otras divergencias sino-albanesas partían porque los marxista-leninistas albaneses no aceptaban varias de las teorías y prácticas de los revisionistas chinos concernientes tanto a la política interior como exterior china, algunas de ellas antiguas desviaciones y algunas de ellas recientes y nuevas, hablamos de la teoría china de que el «Pensamiento Mao Zedong era el «marxismo-leninismo de nuestra época» o incluso «superación de las limitaciones del marxismo-leninismo», la teoría de las dos líneas o incluso varias líneas en el partido, la teoría de que «las clases explotadoras persisten como clase en el socialismo», la teoría de la «alianza con la burguesía nacional y tomarla como parte del pueblo y contradicción no antagónica», la teoría de que «el campo debe cercar a la ciudad» y por extensión en el esquema mundial «los países subdesarrollados a los desarrollados», los métodos antimarxistas de la «Revolución Cultural» como hacer tabla rasa con toda cultura progresista anterior, la negación del rol dirigente del partido o la promoción del estudiantado como vanguardia de la revolución, el apoyo a todo régimen feudal-burgués proestadounidense del «tercer mundo», el constante coqueteo chino con los partidos y países revisionistas-capitalistas con contradicciones con los soviéticos, los rasgos de la teoría de que el «tercer mundo» es la «fuerza motriz de la humanidad», que el imperialismo estadounidense «está en decadencia y solo desea el status quo» o que «el socialimperialismo soviético era la superpotencia más agresiva», la cuestión de la negativa china a celebrar reuniones multilaterales con los partidos marxista-leninistas o la reducción del apoyo y ayuda a los mismos cuando se pretendía acercarse al gobierno y los partidos revisionistas locales de cada país, y muchísimas cuestiones más. 


Es por tanto fácil de intuir que ya tanto desde el nacimiento en 1968 del Partido Comunista Francés Marxista-Leninista (PCF-ML) como bien entrados los 70, los elementos sanos del PCF-ML debían haber hecho una evaluación de estos temas donde a la fuerza tenían que ir dándose cuenta de las aberraciones chinas como hacia el Partido del Trabajo de Albania (PTA) y otros partidos. En tanto que se posicionaran del lado del marxismo-leninismo en todas y cada unas de estas cuestiones, tarde o temprano se debería de haber tenido que haber empezado a sacar lecciones y a plantearse las cuestiones necesarias sobre el revisionismo chino tanto de su política interior como exterior, para ver hasta qué punto pudo influirle en sus cuadros; o al menos eso es lo que tendrían que haber hecho:


«Algunos líderes tomaron este problema muy a la ligera como se refleja en su trabajo. A su juicio, la ruptura con los partidos revisionistas era un acto muy importante. De hecho esto era realmente un hecho muy importante, pero el curso que ellos siguieron, las formas y métodos de organización y su trabajo, especialmente la línea política y organizativa que adoptaron y aplicaron, iban a tener una mayor importancia. Como se ha visto, en ciertos problemas internacionales y cuestiones teóricas ellos mantuvieron más o menos posiciones correctas, pero todavía, en algunos aspectos, su línea política se desarrollaba en las mismas formas que la línea de los partidos revisionistas siendo incapaces de hacer un juicio adecuado de las situaciones dentro de sus propios países y en el ámbito internacional. Esto sucedió así durante importantes eventos del movimiento comunista internacional, por ejemplo, en la lucha contra el revisionismo soviético, y después, en los análisis que deberían haber hecho de la evolución de la situación en China, la lucha entre fracciones que se estaba desarrollando allí, y la Revolución Cultura china. En muchos casos era evidente que carecían de profundidad marxista-leninista en sus juicios y opiniones, pero tenían la arrogancia suficiente para considerar sus acciones como indiscutibles.  De hecho, desde la formación de algunos de estos partidos era bien aparente que entre sus miembros había elementos que no estaban perfectamente templados con las ideas marxistas-leninistas o cuyo dominio de ellas era superficial y más bien por razones sentimentales». (Enver Hoxha; El movimiento marxista-leninista y la crisis mundial del capitalismo, agosto de 1979)

Pero a diferencia de otros casos como el Partido Comunista de Alemania/Marxista-Leninista (PCA-ML) de Ernst Aust, los marxista-leninistas del PCF-ML no supieron aprovechar la oportunidad para quitarse la losa del pasado maoísta del partido, esta derrota es si cabe más grave sabiéndose ahora que fueron derrotados por elementos liderados por figuras tan mediocres en formación ideológica como Jacques Jurquet que mantenían una simple sumisión perruna a la dirigencia del Partido Comunista de China (PCCh) de turno, donde solo se limitaba a reproducir lo que desde Pekín le pidieran. Un error muy común que precisamente los marxista-leninistas de la época denunciaron:

«Pero el internacionalismo proletario sería un principio vacío de todo contenido y efectividad si al mismo tiempo los distintos partidos no aplican a fondo, como cuestión básica, el principio de basarse en sus propias fuerzas en todos los terrenos de su actividad ideológica, política, organizativa, económica, etc. Todo partido, como cuestión de principios, debe combatir el seguidismo y oportunismo y calibrar y confirmar por él mismo la justeza o la idoneidad de tal o cual principio, política, o consigna concreta; esa es una manifestación más de internacionalismo. La experiencia del seguidismo de los distintos partidos revisionistas a los dictados del XX y XXII congresos revisionistas del PCUS, son elocuentes al respecto». (Elena Ódena; La lucha contra el revisionismo y el oportunismo en la nueva situación mundial, 1980)

Para los honestos revolucionarios franceses todo esto supuso que intentaran fundar un nuevo partido intentando salir del barro del revisionismo soviético para acabar metiéndose en un cenagal como era el revisionismo chino:

«Las consecuencias muy peligrosas de este trabajo y de esta práctica en algunos partidos especialmente en Europa, empezaron a ser evidentes después de la exposición del Partido Comunista de China y las ideas de Mao Zedong. Ocurrieron escisiones, ideas antimarxistas emergieron, que en algunos casos fueron abrazadas incluso por sus líderes. Eso explica porque algunos partidos pequeños, aún no consolidados, que comenzaron su actividad con objetivos correctos y en el camino marxista-leninista y bajo acciones revolucionarias, se desviaron. Esto es lo que sucedió con los Partidos Comunistas (marxista-leninistas) de Francia, Bélgica, Holanda, los países escandinavos, y recientemente, con el Partido Comunista de Italia (marxista-leninista)». (Enver Hoxha; El movimiento marxista-leninista y la crisis mundial del capitalismo, agosto de 1979)

En Francia, pese a que el PCF-ML fuese capturado por los maoístas, los marxista-leninistas se reorganizaron en otros partidos como el Partido Comunista Obrero de Francia (PCOF) aunque pronto también acabaría en posiciones cercanas al cretinismo parlamentario y el legalismo burgués, siendo criticado por otros círculos marxista-leninistas que durarían algo más tiempo y que aunque no pudieron constituirse como partido nos legarían los mejores análisis no solo sobre el maoísmo sino sobre aspectos genéricos del marxismo-leninismo ,como fue el caso del grupo L’emancipation.

La teoría de los tres mundos como teoría

¿Cual eran las aspiraciones del PCF-ML en los 60 y 70 en momentos de agitación social como mayo del 68? ¿El trabajo con las masas para búsqueda del desencadenamiento de la revolución proletaria y socialista? No, en la práctica la línea del PCF-ML supondría seguir  a ciegas las directrices chinas en su política exterior, eso acabaría suponiendo seguir y subordinar todo su programa a la defensa de las instituciones burguesas y del gobierno francés debido a la teoría china de los «tres mundos».

¿Pero que era la famosa teoría de los «tres mundos»? 

Es muy importante entender que significó la contrarrevolucionaria teoría china de los «tres mundos» en el desarrollo del siglo XX si se quiere comprender la alianza estratégica entre China y los Estados Unidos, el apoyo de China a la Comunidad Económica Europea –actual Unión Europea–, la OTAN, los partidos y Estados revisionistas –como Corea del Norte–, los regímenes proestadounidenses de África, Asia y América, etc. desde la época de Mao Zedong hasta nuestros días. 

Hay que recordar que el fin de esta teoría de los «tres mundos» era el de satisfacer la estrategia de convertir a China en una superpotencia, todo eso suponía inevitablemente la ampliación de China y sus relaciones exteriores. En este caso se pretendía lograr tal fin hegemonista apoyando al bloque imperialista abanderado por los Estados Unidos contra el bloque imperialista abanderado por la Unión Soviética revisionista –bajo la excusa de «aprovechar las contradicciones interimperialistas»–, no por otra razón se intentaba desde el lado chino atraer a los países del bloque estadounidense y a los países del bloque revisionista soviético –países del «segundo mundo» según esta teoría–, más los heterogéneos países del «tercer mundo» para conformar un frente común antisoviético:

«Ahora con esta línea, avanza la detente y las relaciones con el imperialismo estadounidense y los otros países capitalistas. (...) También en lo que respecta a los partidos revisionistas, el Partido Comunista de China está cambiando de estrategia y de tácticas para agrupar a los partidos revisionistas que tienen contradicciones con los soviéticos, al igual que hará esfuerzos por ganarse al «tercer mundo». La línea china, montada y establecida de común acuerdo con Ceaușescu y Carrillo, confirma una vez más, nuestros puntos de vista y previsiones. China avanza rápida y gradualmente hacia su conversión en una gran potencia revisionista». (Enver Hoxha; Los chinos luchan por arrebatar a los soviéticos la hegemonía en el campo revisionista; Reflexiones sobre China, Tomo II, 25 de febrero de 1972)

Hay que poner sobre la mesa otro punto importantísimo: cuando los revisionistas chinos decían que ¡los países del tercer mundo son «la fuerza motriz de la revolución mundial»!, lo afirmaban sin analizar las tareas de los procesos revolucionarios en dichos países –que bien podían ser simples revoluciones anticoloniales–, ni el carácter de quién lideraba dichos movimientos –que muchas veces provenían de la burguesía nacional o de la pequeña burguesía–, ni la dependencia que tenían esos gobiernos frente a los imperialismos –que la mayoría de veces dependían económicamente de las viejas metrópolis imperialistas o de las superpotencias, incluso cambiando de bando de una a otra–, sin contar a los regímenes claramente fascistas que también se incluían en el saco de países del «tercer mundo» por su carácter pro estadounidense. Enver Hoxha se tomó la libertad de explicar al proletariado mundial los peligros de esta desviación tercermundista:

Primero; dicha teoría niega la hegemonía del proletariado tanto en la revolución antifeudal, antiimperialista, anticolonial, antifascista, como en la revolución socialista:

«Mientras que los revisionistas chinos, oponiéndose a esta tesis de Lenin, se afanan en presentar el «tercer mundo» como la «gran fuerza motriz que hace avanzar la rueda de la historia». Declarar semejante cosa significa dar en la teoría y en la práctica una definición errónea de la fuerza motriz. ¿Cómo es posible que en la época de la actual evolución social, en la época que tiene en su centro a la clase más revolucionaria, el proletariado, se califique de fuerza motriz a una agrupación de Estados dominados en su abrumadora mayoría por la burguesía y los feudales, incluso por reaccionarios y fascistas declarados? Se trata de una burda deformación de la teoría de Marx. (...) La tesis sobre el papel hegemónico del campesinado en la revolución ha sido preconizada por Mao Zedong también como la vía de la revolución mundial. De aquí parte la concepción antimarxista que considera el llamado tercer mundo, que en la literatura política china se denomina entre otras cosas el «campo mundial», como «la fuerza motriz principal para la transformación de la sociedad contemporánea». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

Segundo; Dicha teoría ignora la composición social de estos países y el carácter de clase de sus gobernantes:

«La dirección china no tiene presente que en el «tercer mundo» hay oprimidos y opresores, que existen el proletariado y el campesinado esclavizado, pobre y mísero, por un lado, y los capitalistas y los terratenientes, que explotan y esquilman al pueblo, por el otro. Pasar por alto esta situación de clase en el llamado tercer mundo, pasar por alto los antagonismos existentes, significa revisar el marxismo-leninismo y defender el capitalismo. En general, en los países del llamado tercer mundo es la burguesía capitalista quien está en el poder. Esta burguesía explota al país, explota y oprime al pueblo pobre en interés de su propia clase, para asegurarse los mayores beneficios posibles y mantenerlo continuamente en la esclavitud y la miseria». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

3) Tercero; teoría ignora la dependencia hacia los imperialismos de los gobiernos de estos países:

«La burguesía, que es quien detenta el poder en estos países, protege precisamente esa sociedad capitalista que el proletariado, en alianza con las capas pobres del campo y de la ciudad, busca derrotar. Constituye esa clase alta que, en aras de sus mezquinos intereses, está dispuesta, en cualquier momento y ante cualquier contingencia, a entregar al capitalismo extranjero las riquezas del país, del suelo y del subsuelo, a endeudar la libertad, la independencia y la soberanía de la patria. Esta clase, allí donde está en el poder, se opone a la lucha y a las aspiraciones del proletariado y de sus aliados, las clases y las capas oprimidas. Muchos de los Estados, que la dirección china engloba en el «tercer mundo», no están en contra del imperialismo norteamericano y del socialimperialismo soviético. Calificar estos Estados de «fuerza motriz principal de la revolución y de la lucha contra el imperialismo», como predica Mao Zedong, es un error tan grande como el Himalaya. (...) La mayoría de los Estados, que supuestamente forman el «tercer mundo» o el «mundo no alineado», dependen del capital financiero extranjero, que es tan fuerte, tan vasto, que ejerce un peso decisivo en toda la vida de los mismos. Estos Estados no gozan de una independencia plena, por el contrario, dependen de ese gran capital financiero que es quien hace una política y difunde una ideología que justifica la explotación de los pueblos». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

Por esta razón los marxista-leninistas albaneses concluyeron con toda razón que apoyar este tipo de teorías como la teoría de los «tres mundos» era poco menos que criminal para la lucha de clases a nivel internacional.

Pero tomemos otro ejemplo. 
Los marxista-leninistas brasileños dirían:


«Era un momento en que este tercer mundo, mundo de los países no alineados o de los países en vías de desarrollo –tres definiciones, que expresan el mismo contenido– parecía estar unido y lograr éxitos considerables. Este «mundo» se adelantó entre los años 1972-1973. (...). La elevación del precio del petróleo fue aclamado como la liberación de los países oprimidos por el imperialismo y la demanda de la evaluación de las materias primas del tercer mundo se señaló como un nuevo camino para la liberación nacional. El tercer mundo se puso de moda. Allende en Chile, Perón en Argentina, Velasco en Perú, Fidel Castro en Cuba, todos se consideraban como pertenecientes al tercer mundo. De hecho, incluso Geisel se enamoró de esta tendencia. Precisamente en este momento determinados revolucionarios y círculos socialistas comenzaron a cantar alabanzas al tercer mundo y se consideran como una parte integrante de la misma, ocultando las diferencias de principio entre el socialismo y el capitalismo.


Nuestro partido nunca aceptó esta asombrosa clasificación, este harapo como bandera del frente mundial antiimperialista. Ya en 1973 se puso de manifiesto la incoherencia y oportunista carácter implícito en esta teoría:


«La perspectiva de una tercera posición que se están dando el movimiento antiimperialista es falsa, teórica y políticamente». (Publicado en un artículo de A Classe Operaria, 1973)


Ahora, le guste a sus apologistas o no, el concepto del tercer mundo está en crisis. La llamada independencia de la mayoría de estos países no fue más que una ilusión pasajera. Los cambios han tenido lugar en casi todos ellos, lo que ha puesto fin al supuesto antiimperialismo de sus gobiernos. Se han convertido aún más en países dependiente del capital financiero internacional –incluyendo de la Unión Soviética–. Según las cifras publicadas recientemente por la Conferencia de Comercio y Desarrollo de la ONU, sobre la base de las cifras dadas a conocer por el Banco Mundial, la deuda externa de estos países en 1974 fueron de 80 mil millones de dólares, mientras que ahora han llegado a 240 mil millones de dólares». (Partido Comunista de Brasil; Mantener en alto la bandera invencible del marxismo-leninismo, 1977)


 El tercermundismo también como reclamo en los países del segundo mundo

¿La teoría de los tres mundos era beneficiosa sólo para las burguesías de los países del tercer mundo? No. También las del segundo mundo se aprovechan de esta teoría que propagaba la idea de un falso antiimperialismo:

«En el esquema estratégico de la teoría de los tres mundos hay un llamado segundo mundo, que se presenta como una víctima del saqueo y la opresión por el imperialismo estadounidense y el socialimperialismo soviético. Al parecer está amenazada por la inminente dominación rusa y se opone a la creciente presión de los Estados Unidos. Se supone que sus miembros son países imperialistas de Europa y Asia, así como Canadá, Australia y los satélites europeos de la Unión Soviética. Presuntamente, tienen demandas comunes que los ponen en relación con los países dependientes del tercer mundo, a los que pueden ayudar y unirse en la lucha contra las superpotencias». (Partido Comunista de Brasil; Mantener en alto la bandera invencible del marxismo-leninismo, 1977)


¿Pero era esta representación real?


«De hecho, este segundo mundo es una invención oportunista. A pesar de las amenazas socialistas y las presiones de Estados Unidos, los países de Europa Occidental, Japón, Canadá y Australia son aliados de los Estados Unidos y no de los países dependientes. El otro bloque, el de Europa del Este, a pesar del descontento latente, es el aliado de la Unión Soviética. Aunque los países europeos y el Japón, a pesar de haber sido expulsados ​​de sus antiguos dominios como resultado del movimiento revolucionario, siguen siendo saqueadores y explotadores de pueblos como siempre. Su carácter depredador y guerrero no ha cambiado. Todos ellos emplean formas neocolonialistas en sus relaciones con los países atrasados». (Partido Comunista de Brasil; Mantener en alto la bandera invencible del marxismo-leninismo, 1977)


¿Qué tipo de nexos se establecían entre países del segundo mundo y los del tercer mundo?:


«La ayuda del segundo mundo para el tercer mundo es un fraude. Por ejemplo, considerar el acuerdo nuclear entre la Alemania Federal y la dictadura brasileña como ayuda para los esfuerzos de nuestro pueblo para asegurar su verdadera independencia, mostraría una total falta de espíritu revolucionario. Este acuerdo, muy dañino para los intereses fundamentales del Brasil, y al que se oponen las amplias fuerzas patrióticas, es un negocio rentable para los monopolios alemanes, un medio que les permitirá poner sus manos en las reservas de uranio del país, y en particular, ayudará en el armamento nuclear de Alemania. También servirá al régimen militar brasileño para producir armas atómicas destinadas a amenazar a los pueblos vecinos y satisfacer las grandes ambiciones megalómanas de poder de los generales fascistas. La República Federal Alemana es ahora uno de los mayores inversores en Brasil, después de Estados Unidos. El objetivo de sus inversiones no es en absoluto diferente del de los monopolios estadounidenses. Explota sin piedad a los obreros y al pueblo brasileños, obteniendo beneficios fabulosos de su sudor y sangre y el saqueo de los bienes naturales. ¿Se puede decir que los monopolistas alemanes actúan de manera diferente en otros países? Actúan de la misma manera en todas partes. Los países del llamado segundo mundo no sólo invierten capital, saquean las materias primas, otorgan préstamos de alto interés y ayudan en condiciones pesadas, sino que también se esfuerzan por asegurar posiciones clave en los mercados nacionales de los países subdesarrollados. Ellos están actuando cada vez más abiertamente en el campo político, tratando de fortalecer también,  allí su influencia. Es bien sabido que la Alemania Federal, conjuntamente con los Estados Unidos o por cuenta propia, está llevando a cabo intensa actividad en esta dirección, en un esfuerzo por frenar los procesos políticos que son deseables para el imperialismo. En Portugal y España financió y proporcionó apoyo político a los llamados círculos moderados de esos países, con el objetivo de cerrar el camino al avance de la izquierda. En América Latina trata de organizar el movimiento socialdemócrata o cristianodemócratas como un contrapeso contra las fuerzas revolucionarias después de la caída de las dictaduras. Francia, que todavía tiene colonias, está intensificando su actividad en África, tratando de reunir alrededor de la metrópoli los países que estaban bajo su dominación en el pasado. Les está vendiendo armas modernas, acompañado de técnicos y asesores franceses. También está participando en acciones militares, como en el caso de Chad y Zaire. Gran Bretaña, que está perpetrando una agresión contra el pueblo de Irlanda y emprende actos de guerra contra Islandia, sigue reuniendo alrededor de sí las antiguas colonias de la Commonwealth británica. Aunque han perdido su llamada majestad colonial, los países imperialistas de Europa y Asia siguen siendo monopolistas y colonialistas. Los ingresos financieros que se obtienen de los capitales invertidos en el extranjero, de su desigual comercio con los países subdesarrollados, de la venta de armas, del interés de los préstamos usurarios, etc., representan todavía una parte considerable de sus ingresos nacionales, es decir, una parte del volumen total de las ganancias capitalistas. Son enemigos de la revolución, y la libertad e independencia de los pueblos oprimidos». (Partido Comunista de Brasil; Mantener en alto la bandera invencible del marxismo-leninismo, 1977)


¿Cómo había que valorar las contradicciones entre los países del segundo mundo o entre el primer y segundo mundo?:


«Hay contradicciones entre ellos, así como hay contradicciones entre ellos y el imperialismo estadounidense y el social-imperialismo ruso, que son contradicciones inevitables entre los explotadores, entre las bestias salvajes de la misma manada. La llamada unidad de este «mundo» con lo que se llama el tercer mundo no sirve a la política de liberación nacional, sino que sirve a la alianza de los países imperialistas de Europa y Asia con las clases dominantes reaccionarias de las naciones oprimidas. Les ayuda a recuperar las posiciones que han perdido ya intensificar su saqueo. Esta orientación dañina engaña a los pueblos con una perspectiva falsa y crea confusión en el movimiento democrático y antiimperialista. Es natural que las contradicciones en el campo imperialista puedan y deban ser explotadas hábilmente cuando existan posibilidades, pero nunca aceptando que el enemigo pueda transformarse en amigo porque tenemos objetivos idénticos a los suyos». (Partido Comunista de Brasil; Mantener en alto la bandera invencible del marxismo-leninismo, 1977)


Para el PCF-ML las tareas de los países del «segundo mundo» era unirse a los gobiernos del «tres mundo»

Se llegó a calificar la visita a China del Presidente de Francia Pompidou como:

«Una gran contribución del pueblo de China en la lucha mundial contra la hegemonía soviético-americana». (Robert Jackson Alexander; Maoísmo en el mundo desarrollado, 2001)

Poco más tarde, según las teorizaciones de Jurquet, Francia no se podía defender sola de las superpotencias, y en tanto que las contradicciones de estas hacían que presuntamente pusieran a Europa en el punto de mira del socialimperialismo soviético, ya que el «tercer mundo» les ponía en «demasiados aprietos», la defensa del «segundo mundo» como Francia era una tarea urgente. Por ello según nuestro maoísta eso daba como resultado la creación de un «frente único» de todo francés explotado o explotador contra el socialimperialismo soviético «por ser la superpotencia más agresiva» del «primer mundo», con el objetivo de «defender la soberanía nacional» y ayudar así de paso seguir ayudando al «tercer mundo»; mismo frente único que los chinos promocionaban en cada país y que formaba parte según ellos del necesario «frente único global»:

«No siendo capaces ahora oponerse con éxito el formidable empuje del tercer mundo y su principal fuerza impulsora de los cambios internacionales en curso, las dos superpotencias –los Estados Unidos y la Unión Soviética– hacen de Europa el punto principal de sus choques en sus respectivas intenciones de apropiarse de la riqueza estratégica, económica, tecnológica, etc. (...) La gran cuestión que urge a los pueblos hoy de Europa Occidental es: ¿quién se beneficiara de la crisis general del viejo capitalismo? ¿El socialimperialismo ruso el cual ya dispone por todos lados de su quinta columna subversiva o el proletariado y las masas popular de los países? (...) En segundo lugar, en nuestros países europeos, en Francia para ser más concretos, las fuerzas trabajadoras, incluso dirigidas por sus partidos marxista-leninistas, ¿son capaces de resistir solos a las dos superpotencias? ¿Y sobre todo al socialimperialismo ruso, la potencia más peligrosa y agresiva? (...) Es en este sentido, y teniendo en cuenta la rica experiencia del movimiento proletario revolucionario, marxista-leninista de Francia, debemos llevar a cabo en la oposición y las medidas adoptadas contra las dos superpotencias y sus agentes en nuestro país, trabajar hacia el establecimiento de un frente unido, que forma parte de la «frente único global», que incluye el tercer mundo y el segundo del mundo en que vivimos». (Jacques Jurquet; L'Humanité Rouge, 1 de mayo de 1975)

Como vemos aquí, tenemos todos los ingredientes de la teoría de los «tres mundos» como Jacques Jurquet mismo reconocía:

«Los análisis que el Presidente Mao realizó de la presente situación internacional señalan la existencia de tres fuerzas en el mundo. Este análisis es el resultado de la aplicación científica de los principios del marxismo-leninismo y constituye el arma más efectiva para el proletariado y los pueblos del mundo entero a la hora de definir sus respectivas estrategias revolucionarias y avanzar a la revolución mundial». (Pekín Informa; Vol.19, No, 50, 10 de diciembre de 1976)

Ergo el PCF-ML se plegaba a los deseos de los líderes chinos para conformar la línea del partido, siendo el PCF-ML una mera agencia de Pekín.

Esta actitud de Jacques Jurquet y el PCF-ML suponía una actitud borreguil que carecía de cualquier análisis propio, suponía una subordinación directa a la política exterior china, por extensión también a la estadounidense, y que indirectamente daba aire al revisionismo soviético, ya que estas barbaridades y estupideces teóricas tan clásicas del revisionismo chino no hicieron sino dar más munición a las revisionistas soviéticos para practicar su demagogia con eslóganes como que «la Unión Soviética es la verdadera defensora de los pueblos contra el imperialismo estadounidense y sus agentes», provocando así, la prolongación de la influencia del revisionismo soviético en el movimiento obrero de Francia y otros países del globo.

Es importante desmontar la visión de la teoría de los «tres mundos» respecto a las tareas del proletariado en los países del «segundo mundo». Decimos esto porque a día de hoy muchos partidos revisionistas venden en su propaganda que para garantizar la soberanía de sus países, los pueblos deben atarse a uno u otro bloque imperialista para liberarse del opresor imperialista actual, e incluso llegan a afirmar que según qué bloques imperialistas pueden ayudar a estos países a avanzar en su liberación social, por lo tanto, entender esta cuestión es algo decisivo para las tareas contemporáneas. Así, por ejemplo, hemos visto a líderes tercermundistas como Castro o agentes del imperialismo como Egido o Arenas clamar a los pueblos que se apoyen en el bloque sino-ruso.

Según el esquema de la 
«teoría de los tres mundos» los partidos comunistas deberían dedicarse a lograr estrechar relaciones de sus gobiernos burgueses con los gobiernos burgueses-feudales del «tercer mundo» para presuntamente combatir al primer mundo y en especial –y en realidad en la praxis a la Unión Soviética:

«En el esquema de los «tres mundos», el llamado «segundo mundo» abarca a los países imperialistas, capitalistas y revisionistas; que desde el punto de vista de su régimen social no tienen ninguna diferencia esencial con las dos superpotencias ni con los diversos países catalogados en el «tercer mundo». Es verdad que los países que integran este «mundo» tienen contradicciones determinadas con las dos superpotencias, pero son contradicciones de carácter interimperialista, como lo son también las contradicciones existentes entre las dos superpotencias. En primer lugar, se trata de contradicciones relativas a la lucha por mercados, esferas de influencia y zonas de exportación de capitales y de explotación de las riquezas de los demás, entre imperialismos tales como el germano-occidental, japonés, inglés, francés, canadiense, etc., con una u otra  superpotencia, y también entre ellos mismos. No puede ocurrir de ninguna manera que los países del llamado «segundo mundo», en otras palabras la gran burguesía monopolista que domina allí, se conviertan en aliados de los pueblos y de las naciones oprimidos en la lucha contra los dos superpotencias y el imperialismo mundial. La historia posterior a la Segunda Guerra Mundial muestra claramente que esos países han apoyado y apoyan la política y los actos de agresión del imperialismo estadounidense, como en Corea y Vietnam, Medio Oriente y África, etc. Son ardientes defensores del neocolonialismo y del viejo sistema de desigualdad en las relaciones económicas internacionales». (Enver Hoxha; La teoría y la práctica de la revolución, 7 de julio de 1977)

Eso significa que las proclamas de la dirección del Partido Comunista de China (PCCh) y sus partidos lacayos daban como instrucciones a la clase obrera y las clases trabajadoras que era necesario reforzar organismos como la Comunidad Económica Europa lo cual no tenía ni pues de cabeza por mucho que bajo teorizaciones se quisiera dar un barniz revolucionario a tales consignas:

«Las contradicciones interimperialistas de ninguna manera pueden ser aprovechadas de la forma como predican los revisionistas chinos. Los marxista-leninistas no podemos defender por ejemplo a los diversos reaccionarios en Alemania y a los cabecillas conservadores o laboristas en Inglaterra, en función de que tienen contradicciones con el socialimperialismo soviético. Si hiciéramos esto y secundáramos las prédicas de los chinos de que «los Estados capitalistas de Europa deben unirse al Mercado Común», de que la «Europa Unida» debe fortalecerse para hacer frente al socialimperialismo soviético, significaría que aceptamos que el proletariado de estos países sacrifique su lucha y sus esfuerzos por romper las cadenas de la esclavitud, que se sabotee la perspectiva de la revolución en ellos». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

Era bastante normal que Enver Hoxha comentando los acontecimientos de 1975 como eran: la visita de Santiago Carrillo a China, el reconocimiento del gobierno de Franco, el asesinato de ese mismo gobierno fascista de los militantes españoles del Partido Comunista de España (marxista-leninista) y el silencio de la dirección china a tales crímenes, aprovechara y comparara irónicamente el porqué China le saludaba al PCF-ML y el porqué le daba la espalda al PCE (m-l):

«China está dispuesta a sentarse a la mesa de las conversaciones e incluso a pactar en muchas cuestiones con los países revisionistas, así como con los partidos revisionistas que hasta ayer apoyaban a la Unión Soviética y que hoy la critican. Esto que estoy diciendo no es una suposición, sino una realidad. Los chinos han recibido en Pekín al español Carrillo, se han entrevistado con él y se han despedido como amigos. ¿Y por qué no? ¿Por qué no se ha publicado un comunicado que pruebe lo contrario? Los chinos han establecido relaciones diplomáticas con la España de Franco y, en cambio, hacen caso omiso del Partido Comunista de España (marxista-leninista), cuyos miembros son asesinados por los falangistas. ¿Por qué? Porque los comunistas marxista-leninistas de España no piensan de la misma manera que el francés Jurquet, que es seguidor de las ideas de Mao Zedong y llama a sus seguidores a sostener el ejército de la burguesía francesa». (Enver Hoxha; En China no se pronuncia una sola palabra sobre los héroes españoles; Reflexiones sobre China, Tomo II, 30 de septiembre de 1975)

Esto quiere decir que para mediados de los 70 mientras los marxista-leninistas y sus partidos combatían tanto al imperialismo estadounidense como al socialimperialismo soviético y a las burguesías nacionales en el poder ofreciendo con ello la mejor ayuda a los países coloniales y semicoloniales, los revisionistas maoístas franceses en cambio se dedicaban por influjo de la teoría de los «tres mundos a defender al gobierno burgués francés y a pedir el refuerzo de la Comunidad Económica Europea, la OTAN, y las relaciones entre los gobiernos del «tercer mundo» y el «segundo mundo».


Esta postura hizo que la población francesa que no entendiera –como era normal– como un pretendido partido comunista se dedicaba en vez de preparar la revolución a defender con su línea y propaganda a gobiernos, partidos, instituciones y organismos burgueses e imperialistas bajo la teoría de los «tres mundos» que desde Pekín le decían que siguiese sin rechistar. Claro está que los resultados en limpio serían los lógicos: se borraría de un plumazo todo el trabajo positivo y toda influencia que el PCF-ML pudieran haber cosechado entre las masas franceses desde 1968.

¿Cuál era la postura de Jacques Jurquet sobre figuras como Mao Zedong y Hua Kuo-feng? ¿Y su evaluación de Stalin? ¿Cuál es su opinión sobre la China actual?

A estas alturas no creemos que haga falta demostrar la devoción de Jacques Jurquet por su ídolo de barro revisionista de Mao Zedong. Pero por si acaso pongamos algunas palabras suyas recogidas en la revista Pekín Informa donde recalca que todos los aspectos tanto de la política interior como exterior del partido están y estarán unidas al Partido Comunista de China:

«En todos estos aspectos, los cuales son inseparables del marxismo-leninismo y el Pensamiento Mao Zedong, los comunistas marxista-leninistas de Francia estamos profundamente unidos, tanto políticamente como ideológicamente al Partido Comunista de China». (Pekín Informa;  Vol.19, No, 50, 10 de diciembre de 1976)

Estas declaraciones pueden ser vistas en cualquier otro líder revisionista de la época como puede ser Arenas y el Partido Comunista de España (reconstruido):

«Para nosotros China es un gran país socialista y su Partido Comunista un gran Partido revolucionario. No podemos aceptar que se haya producido un nuevo «retroceso» del socialismo, porque eso está en contra de la verdad histórica y de nuestros propios sentimientos y aspiraciones».  (Manuel Pérez Martínez, «Arenas»; En la encrucijada, Publicado en Bandera Roja, 2ª época-año IV – nº 33, marzo de 1978)

Lo que es menester añadir y es realmente curioso y notable, es que el PCF-ML fue uno de los primeros partidos en dar el apoyo al liderazgo de Hua Kuo-feng en 1976 tras la lucha de poder entre fracciones abanderadas del «Pensamiento Mao Zedong»:

«El aplastamiento de la Banda de los Cuatro por el Comité Central liderado por el Presidente Hua Kuo-feng constituye la continuación de la correcta línea proletaria del Presidente Mao Zedong. Históricamente garantiza que, bajo el liderazgo del Partido Comunista de China liderado por Hua Kuo-feng, China siempre se mantendrá y será roja». (Pekín Informa;  Vol.19, No, 50, 10 de diciembre de 1976)

Esto significó que el marxista-leninista francés Vincent Gouysse años después definiera a Jacques Jurquet como un:

«Defensor de las líneas revisionistas chinas, incluyendo después la de los ultrarevisionistas chinos Deng Xiaoping y Hua Kuo-feng». (Vincent Gouysse; Comprender las divergencias sino-albanesas, 2004)

Llegó hasta el punto de justificar el ataque de China a Vietnam como un acto necesario que contribuía a establecer la paz, ¡le faltó añadir que como dicen nuestros presidentes imperialistas de la actualidad, la guerra fue un «acto humanitario»!:

«La acción militar de China solo puede despejar el escenario de una guerra mundial y reforzar la preservación de la paz
». (Le Monde, Paris, 24 de febrero de 1979)


Jurquet justificaba esto con que:«Parar el expansionismo soviético-vietnamita». (Le Monde, Paris, 24 de febrero de 1979)

Si bien Vietnam era un país ciertamente capitalista-revisionistas y neocolonizado por el socialimperialismo soviético, no es menos cierto, que China como reconoció Deng Xiaoping inició una 
«guerra de castigo» contra Vietnam por haber invadido la Camboya del también maoísta Pol Pot, que estaba bajo la directa tutela de Pekín y su financiación. Es decir tan antimarxista fue la invasión de Vietnam como la guerra que China indujo a Vietnam, la revolución no se exporta y las direcciones revisionistas no se derrumban desde el exterior a golpe de bayoneta, eso supone un acto de voluntarismo y de injerencia antimarxista, como explicó Stalin: deben ser los pueblos de cada país los que comprendan el carácter de sus líderes y hagan su propia revolución.

Conforme avanzaron los años, Jacques Jurquet se convertiría en aquellos gurús del pseudomarxismo defensores del «socialismo de mercado» chino que tanto vemos aparecer actualmente en los medios de comunicación prochinos:

«Me intereso mucho por la política actual del Partido Comunista Chino. Aquí la presentan como capitalista –la burguesía de todos los países no puede aceptar reconocer que el auge de China se efectúa bajo la dirección del Partido Comunista de China, entonces dicen «¡es capitalismo!»–. Pero es una manera de discutir sus resultados espectaculares. El papel principal de China es sacar de la precariedad a las centenas de millones de chinos. ¿El socialismo debe perpetuar la pobreza? Claro que no. Mao Zedong habló de la probabilidad de socialismo para una época bastante lejana: ¿2 ó 3 siglos? Pienso que tenía razón». (Jacques Jurquet; Entrevista en «Éditions Prolétariennes», 2004)

De nuevo una posición análoga a la de muchos partidos maoístas veteranos:


«Visto desde este punto, los errores y desviaciones actuales chinas, a pesar de la gravedad que han alcanzado, han sido un mal menor, un riesgo calculado que corren conscientemente los chinos con el fin de evitar otros males mayores». (Partido Comunista de España (reconstituido); Temas de formación marxista-leninista, 1989)

El marxista-leninista francés Vincent Gouysse describiría a este tipo de elementos como de «personas que propagan la ilusión» de que: 

«China sigue creciendo en el camino del «socialismo de mercado» y que se encuentra todavía en la fase de construcción de las «bases de la sociedad socialista» y que pese a privatizarse de hecho sectores importantes de su economía todavía existe la planificación y las industrias nacionalizadas. Esa es la actitud de los partidarios declarados del imperialismo y de los seguidores del «marxismo-leninismo pensamiento Mao Zedong». Esta actitud revela tanto la incomprensión del revisionismo y de su base económica capitalista como de los de los principios fundamentales del marxismo-leninismo». (Vincent Gouysse; Comprender las divergencias sino-albanesas, 2004)

El apoyar a un país capitalista ya incluso ampliamente consolidado como potencia socialimperialista en el mapa mundial,  como es el caso de la China de 2004, solo puede entenderse por el hecho de que tal autor sufre de una clara falta de formación ideológica clásica de alguien que recién empieza a interesarse y a formarse en el marxismo-leninismo y  su historia, que no ha tenido acceso a material para poder estudiar el revisionismo chino y que no ha vivido o no se ha enterado de acontecimientos históricos recientes que le corroboren el carácter contrarrevolucionario del socialimperialismo chino, pero el caso concreto de Jacques Jurquet no corresponde a tales cuentas, pues es un hombre que ha tenido acceso de sobra al material para el estudio del Partido Comunista de China y que ha vivido en primera persona sus más conocidas fechorías:

«No nos asombraremos de encontrar en este papel al sirviente francés del titoismo chino Jacques Jurquet. Debemos decir para poner en situación al lector sobre Jacques Jurquet, que éste ya defendía la China de Mao Zedong y luego la de Deng Xiaoping contra Enver Hoxha a finales de los años 1970. También sostuvo sin vergüenza alguna la «teoría de los tres mundos» que saboteó la lucha de clases en Francia, y esto no fue una ceguera temporal». (Vincent Gouysse; Comprender las divergencias sino-albanesas, 2004)

El papel de traidor y de agente ideológico de la burguesía y su ideología revisionista de Jacques Jurquet se puede vislumbrar si cabe más fácilmente cuando vemos su evaluación de Stalin:

«Por mi parte, en 1998, después de haber estudiado muchos libros de la obra de Stalin, no me siento capaz de calificar el resultado de su obra bajo un balance positivo o negativo, pero estoy en contra de las afirmaciones engañosas y partidistas que no se basan en ninguna base seria y no tienen ninguna otra razón que el antifundamentalismo. (...) Sé que en las purgas golpeó a gente inocente, también sé que las campañas contra el anticosmopolitismo después de 1946 favorecieron un grave arrebato antisemita en la Unión Soviética». (Jacques Jurquet; A contracorriente, 2001)

Esta declaración es incluso difícil de justificar para los defensores de Jurquet. ¿No sabe si la obra de Stalin es positiva o negativa? ¿Quién puede tomar en serio a este renegado? Ni siquiera muchos de los revisionistas actuales se permiten el lujo de mantener tal postura pública sobre Stalin de ambigüedad. 

Otro de los puntos de la evaluación de Jacques Jurquet sobre Stalin son sus comentarios sobre sus pretendidos errores. Ya hemos comentado en varios documentos los mitos que todavía hoy los partidos seguidores o simpatizantes del revisionismo chino siguen propagando, desde la teoría de que «Stalin asesinó a muchos inocentes», que Stalin no prestaban atención a  la educación de los trabajadores y a la cultura», que «Stalin decretó el fin de la lucha de clases», que «Stalin asesinó a inocentes», que «Stalin no dejaba manifestar sus opiniones a los otros partidos comunistas», que «Stalin por sus métodos es el culpable de la degeneración de la Unión Soviética», ¡pero ahora damas y caballeros Jurquet se suma al coro de la historiografía maccarthysta para reafirmar el mito que también Stalin propagó un antisemitismo que en realidad partía de las luchas contra el cosmopolitismo! No vale la pena pararnos a refutar lo mismo una vez más estos mitos, pues nos desviaríamos del objetivo principal de la presente publicación. Pero si el lector tiene dudas recomendamos leer nuestros documentos pero sobre todo las propias obras de Stalin de los soviéticos donde se refutan estas tonterías y todos los mitos jruschovistas, anarquistas, trotskistas, maoístas o titoistas sobre Stalin. Recomendamos nuestra obra: «Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO», donde casualmente también refutamos este tipo de cosas que Beria empezó a propagar a la muerte de Stalin.


Ya nos advertía Ernst Aust en el centenario de Stalin, que la postura ante su obra era la piedra de toque entre los revolucionarios y los oportunistas, mientras los primeros la defienden los segundos se esfuerzan por desacreditarlas con todo tipo de calumnias indemostrables:


«A pesar de todas las disputas y desacuerdos los revisionistas de distintas especies coinciden en desacreditar y calumniar a Stalin, desde los soviéticos, eurocomunistas, titoistas, maoístas, trotskistas, anarquistas, espontaneistas, etc. Encontramos en ello aquí un frente común con los imperialistas, los fascistas y la reacción mundial. En este sentido, la actitud en torno a Stalin es una cuestión fundamental, un criterio, una línea de demarcación que separa a los verdaderos marxista-leninistas de los revisionistas y oportunistas de todos los matices, los verdaderos revolucionarios de los contrarrevolucionarios. Si defendemos a Stalin, defendemos al marxismo-leninismo, las tradiciones revolucionarias del Octubre Rojo de 1917 y la experiencia del primer Estado socialista fundado por Lenin y Stalin de hace 30 años. Nuestro compromiso con el Camarada Stalin no debe ser sólo un servicio de palabra. Honremos mejor a Stalin, aprendiendo de él. Aprendiendo de sus ricas experiencias sobre la lucha de clases, su espíritu revolucionario de lucha, su compromiso marxista-leninista, sus métodos de trabajo, etc. Adquiramos su capacidad de mirar al marxismo-leninismo no como dogma sino como guía de acción». (Ernst Aust; A partir de Stalin aprendimos lo que significa aprender a ganar; en el centenario de Iósif Stalin, 21 de diciembre de 1979)

Otro gran punto y el final, que demuestra la inconsistencia de los argumentos de Jacques Jurquet y su falta de credibilidad a la hora de pronunciarse en cualquier tema, es la cuestión de las pautas que él cree necesarias para la reconstrucción de las fuerzas marxista-leninistas:

«Existe un propensión general a idealizar a Stalin y al período en que dirigió la Unión Soviética y asimilar toda crítica como fuente del revisionismo –mientras que Lenin fue el primero que realizó críticas públicas en Stalin–, o la caracterización de la Unión Soviética como el Estado «socialimperialista» y de al Partido Comunista Francés como «partido revisionista no ayudan al diálogo, no permiten defender al marxismo-leninismo del peligro revisionista que se torna real». (Jacques Jurquet; Sobre una demanda de antiguos miembros del PCMLF, publicado en «Initiative Communiative» nº40, 2004)

Podríamos extendernos durante grandes líneas para comentar estas idioteces, pero dejemos la contrarespuesta a los propios marxista-leninistas franceses:

«Para este renegado la defensa consecuente de los principios fundamentales del marxismo-leninismo se encuentra tan asimilada a una «idealización» simple de Stalin que: «no ayudan al diálogo, no permiten defender al marxismo-leninismo del peligro revisionista que se torna real». He aquí legitimado con este ejemplo, el tardío quiebre del Polo de Renacimiento Comunista en Francia con el Partido Comunista Francés y sus supervivencias thoreznianas pronunciadas. La polémica entre marxistas leninistas y revisionistas se encuentra para él reducido a un conflicto sobre la apreciación de personalidades. Este diseño filisteo trotskista ignora desde luego el hecho de que se defiende tanto a Stalin como a Enver Hoxha por su línea política y las conquistas concretas de la Unión Soviética y la República Popular Socialista de Albania en la construcción de la sociedad socialista. En este caso sí que existe una reescritura histórica donde se silencia desde luego la polémica entre los presuntos «marxistas-leninistas» del «pensamiento Mao Zedong» –basado en las teorías del Partido Comunista de China– y los marxistas-leninistas –de los análisis del Partido del Trabajo de Albania–. Esta polémica, que fue justamente el punto esencial de la división dentro del Partido Comunista Marxista-Leninista de Francia, simplemente pasó en silencio para Jurquet. De hecho, para el propio Jacques Jurquet esta omisión significa mostrar su indigencia de pensamiento y autoproclamar el fallecimiento de su pensamiento político como marxista. Otro ejemplo de ello, sería que Jacques Jurquet siempre ha hecho caso omiso de la práctica y de las realizaciones concretas del socialismo en la República Popular Socialista de Albania, realizaciones socio-económicas concretas que prueban que la línea política seguida por el Partido del Trabajo de Albania fundamentalmente era justa –es decir marxista-leninista–, por eso y a pesar de todas sus calumnias sobre Enver Hoxha, Jacques Jurquet no logrará borrar este hecho y otros». (Vincent Gouysse; Comprender las divergencias sino-albanesas, 2004)

Es por ello que en la actualidad solo se atreven a reivindicarlo para la cuestión que sea, los revisionistas más degenerados e inconscientes, pues los revisionistas más inteligentes saben que es una figura tan desacreditada por sus posiciones históricas, como lo pueden ser Deng Xiaoping o Tito, pero claro, precisamente muchos de los defensores de Jurquet son defensores de Deng Xiaoping o Tito, he ahí la prueba de su degeneración a niveles insospechados.

¿Qué podemos concluir de figuras como la del pobre diablo de Jacques Jurquet?

Solo podemos concluir con que realmente nuestro querido Jacques Jurquet ha sido un titiritero que se dedicaría toda su vida a ser el paladín de las sucesivas dirigencias chinas, y que pasaría a los anales de la historia sin pena ni gloria, no siendo recordado con regularidad ni siquiera dentro mundo revisionista. ¿O acaso alguien se acuerda de  los Kazimierz Mijal, Edward Hill? Nadie, incluso ideólogos contemporáneos de su mismo palo como Charles Bettelheim o Jean Paul Sartre han tenido más relevancia. Pero lo cierto es que es necesario desmontar y denunciar tanto a los grandes como a los pequeños revisionistas, eso incluye también cuando los segundos son simples peleles en manos de los primeros:

«Grandes renegados como Tito, Jruschov y Mao Zedong, y después también pequeños como Kazimierz Mijal, Edward Hill y Jacques Jurquet, surgirán inevitablemente en cada viraje del movimiento revolucionario marxista-leninista, pero todos estos renegados, cualquiera que sea su catadura, serán desenmascarados, desacreditados, y terminarán, como han terminado sus antecesores, en el basurero de la historia». (Enver Hoxha; El «abogado» charlatán de la podrida línea china; Reflexiones sobre China, Tomo II, 14 de febrero de 1977)

Siempre debe ser imprescindible tener paciencia con los revolucionarios honestos que hayan podido estar influenciados por estas ideas que propagaba Jacques Jurquet, individuos que demuestren un espíritu crítico y científico a la hora de evaluar los mitos de la historiografía burguesa-revisionista que ellos mismos hasta entonces aceptaban, pero los recalcitrantes del estilo del francés Jurquet, que pese a las mil pruebas documentadas de sus errores y política oportunista se niegan a rectificar y realizar una autocrítica de sus acciones, no hay que perder un segundo intentando persuadiéndolos por más tiempo, ni debemos tener miramientos a la hora de exponerlos y atacarlos:

«El Partido del Trabajo de Albania debe dar y dará pruebas de una gran paciencia para esclarecer a los que no ven claramente las cosas, porque no debemos subestimar la importancia del mito y del culto de Mao Zedong como «gran marxista-leninista» en el mundo. Pero abogados como Kazimierz Mijal no forman parte de los que no tienen las cosas claras, se trata de renegados lúcidos y peligrosos, así pues, ¡fuego sobre ellos para exterminarlos como ratas!». (Enver Hoxha; El «abogado» charlatán de la podrida línea china; Reflexiones sobre China, Tomo II, 14 de febrero de 1977) (Equipo de Bitacora (M-L); Un rápido repaso histórico a las posiciones ultraoportunistas de Jacques Jurquet y el PCF-ML, 2015)

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