martes, 11 de agosto de 2015

El grave error de concepción sobre lo que es un frente y lo que es un partido, y las diferencias y roles de cada uno; Equipo de Bitácora (M-L), 2015


«Atendiendo y estudiando el proceso de creación del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) desde una óptica certera, en ese momento se produce un mayúsculo error en la organización y conformación, uno que está entre las causas fundamentales de todas las desviaciones que irán apareciendo a lo largo del proceso hasta hoy. Y es que el FSLN no surge por la actividad organizativa de un partido comunista –nos referimos a un verdadero partido de vanguardia guiado por el marxismo-leninismo y no al nombre en concreto– con todas sus consecuencias, como: la falta de comprensión e impregnación de las normas marxista-leninistas de organización como es el caso de la unidad ideológica monolítica, la unidad de acción, y el carácter de clase en la composición social. Es decir, los fundadores del FSLN, pese a considerarse así mismos marxista-leninistas, fundaron una organización político-militar en ausencia de un partido, que además obedecía a la estructura de un frente, y cuyo concepto de frente hacía que dentro de la organización no fuera totalmente relevante el origen de clase, se permitirían varias tendencias ideológicas, y no había unidad de acción. Al tiempo se pretendía que esta estructura claramente socialdemócrata fuera una vanguardia marxista-leninista. Pero ocurrió que por su carácter de frente –como el propio nombre de la organización nos deja ver– se vieron atraídos sujetos y grupos antisomocistas de diferentes orígenes sociales e ideológicos, siendo sus consecuencias imaginables para el lector. Con  el paso de los años muchos de estos elementos se autodenominarían «marxista-leninistas» dentro del FSLN.

Como siempre hemos manifestado en nuestros documentos, actualmente los marxista-leninistas tienen una especial debilidad teórica a la hora de entender que es un frente, y la relación que une a este con el partido comunista y con la lucha que desean desarrollar en cada situación, y los pretendidos marxista-leninistas nicaragüenses no fueron menos. Los frentes existen de distintos tipos según las necesidades del país y el momento:

«Cierto es que tanto para la lucha para la conquista de objetivos menores, como para objetivos máximos, es permisible la idea de un frente de lucha –sea de características antiimperialistas, antifascistas, anticapitalistas, etc.– donde converja el partido comunista con otras organizaciones –teniendo estas una mayoría de elementos de las clases trabajadoras, sean obreros o elementos pequeño burgueses–, pero sólo tiene aplicación bajo determinadas condiciones, y el partido comunista siempre tendrá el deber de ser vanguardia de dicho frente si no quiere que fracasen los objetivos del frente y que esa alianza temporal caiga en manos burguesas para manejarla a su antojo. Generalmente a este tipo de frente se ha llamado frente popular, con el calificativo de popular por el hecho de unir a obreros y el resto de clases trabajadoras para un fin concreto. También han existido históricamente los llamados frente único del proletariado, donde el partido comunista instaba al resto de organizaciones con gran afiliación de obreros, o de obreros sin partido, hacia un objetivo concreto. Este tipo de frente fueron comunes tras la Primera Guerra Mundial, y eran utilizados como métodos para frenar la ofensiva de la burguesía sobre los derechos laborales de los obreros y su nivel de vida, pues era común por entonces, que la burguesía  intentara por ejemplo: pagar las reparaciones de guerra que debía a otros países cargando tal deuda a espaldas de las clases trabajadoras, por lo que muchas veces estos frentes, no eran sólo frente único del proletariado, sino que se extendían con las organizaciones no proletarias de artesanos, campesinos y demás, agraviados por la ofensiva de la burguesía; convirtiéndose en frente popular con diversos calificativos: frente del trabajo, frente de los trabajadores, frente anticapitalista etc., razón por la que en ocasiones estos dos tipos de frente se entrelazan. Los calificativos usados por cada frente no importan, lo importante es comprender en cada experiencia de frente que alianza contraía el proletariado y con qué objetivo». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)

Si observamos detalladamente toda esta cuestión pero extrapolada a la experiencia del FSLN, es tal que:

1) El FSLN se convierte en una organización de «frente antisomocista» –por llamarlo de alguna manera– debido a que se constituyó desde el primer momento en una organización de carácter socialdemócrata, con lineamientos muy similares a las de los partidos de la II Internacional; esto significa que no se organizó como partido de nuevo tipo, de tipo leninista. En tanto, en tal acción, quedó negado el supuesto marxismo-leninismo de sus miembros:

«Los bolcheviques lucharon decididamente contra las tentativas mencheviques de disolver al partido en amplias organizaciones sin partido. Es conocido que en 1907, Pável Axelrod y otros mencheviques propusieron convocar el llamado «Congreso obrero», en el cual participarían los socialdemócratas, los socialrevolucionarios y los anarquistas. Este congreso, según los mencheviques, debería crear un amplio partido obrero pequeño burgués «sin partido». Lenin desenmascaró este nocivo intento de liquidar el partido obrero revolucionario y diluir el destacamento avanzado de la clase obrera en la masa pequeño burguesa. A propuesta de Lenin, el partido criticó duramente el plan menchevique de convocatoria del «Congreso obrero». Los bolcheviques han considerado siempre que el partido es la forma superior de organización de clase del proletariado. En el período de la discusión acerca de los sindicatos, a finales de 1920 y comienzos de 1921, la «oposición obrera» quiso reducir a cero el papel del partido; consideraba los sindicatos, y no el partido, la forma superior de organización de la clase obrera. Semejante política de socavamiento del papel dirigente del partido en los soviets y en los sindicatos quiso aplicar el llamado grupo del «centralismo democrático». El partido dio una réplica contundente a todos estos intentos. El Xº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia condenó la desviación anarco-sindicalista de los representantes de la «oposición obrera» y declaró que las concepciones anarco-sindicalistas eran incompatibles con la permanencia en el partido. La experiencia ha demostrado que apartarse de la doctrina leninista-stalinista del partido conduce inevitablemente a la catástrofe. Es sabido que los actuales dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia han diluido el partido en las organizaciones sin partido, en el frente popular. Los dirigentes del partido yugoslavo minan el partido de la clase obrera como fuerza política independiente, llamada a influenciar en las amplias masas trabajadoras». (Édourd Burdzhalov; La importancia internacional de la experiencia histórica del partido de los bolcheviques, 1948)

Para mayor claridad, veamos una cita de la Kominform al respecto del papel a desempeñar en la revolución y en la sociedad socialista por el partido comunista y por el frente; una lección que en su día iba dirigida a los revisionistas yugoslavos:

«La Kominform considera que la dirección del Partido Comunista de Yugoslavia revisa la doctrina marxista-leninista sobre el partido. Según la teoría marxista-leninista, el partido es la fuerza dirigente principal en el país, con programa propio y sin diluirse en la masa de los sin partido. El partido es la forma superior de organización y el arma más importante de la clase obrera. Pero en Yugoslavia es el frente popular y no el partido comunista es el que está considerado como la fuerza principal dirigente en el país. Los yugoslavos rebajan el papel del partido comunista; lo diluyen, en efecto, en el frente popular de los sin partido que comprende elementos muy diferentes desde el punto de vista de clase –obreros, campesinos, trabajadores con una explotación individual, kulaks, comerciantes, pequeños industriales, intelectuales burgueses, etc–. así como grupos políticos de todo tipo, incluso ciertos partidos burgueses. Los dirigentes yugoslavos se empeñan en no reconocer lo erróneo de su orientación, según la cual el Partido Comunista de Yugoslavia no puede ni debe tener su proprio programa particular, sino que debe contentarse con el programa del frente popular. El hecho de que en Yugoslavia solo el frente popular actúa en la arena política, mientras que el partido y sus organizaciones no se presentan abiertamente, en nombre propio, ante el pueblo, no solo rebaja el papel del partido en la vida política del país, sino que socava al partido como fuerza política independiente llamada a conquistar la creciente confianza del pueblo y a atraer bajo su influencia a masas cada vez más amplias de trabajadores mediante una actividad política propagandística abierta de sus puntos de vista y de su programa. Los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia repiten los errores de los mencheviques rusos respecto a la disolución del partido marxista en la organización de las masas de los sin partido. Todo esto demuestra la existencia de tendencias liquidadoras respecto al Partido Comunista en Yugoslavia. La Kominform considera que esa política del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia amenaza la propia existencia del éste como partido comunista y, en fin de cuentas, lleva consigo el peligro de la degeneración de la República Popular de Yugoslavia». (Kominform; Resolución: «Sobre la situación en el Partido Comunista de Yugoslavia», 28 de junio de 1948)

En otro orden de cosas, y aunque esta próxima cita corresponde a las relaciones entre partido y frente en la construcción del socialismo, observemos como el marxista-leninista soviético Naum Farberov explicaría el error que supondría para los partidos comunistas esconderse ante el pueblo detrás del frente, o acabar diluyéndose en el para la construcción del socialismo –negando su rol como partido, y el rol de la clase obrera en la construcción socialista–, algo que hicieron los «marxista-leninistas» nicaragüenses desde la fundación del FSLN y la previa toma del poder:

«La fuerza dirigente de las democracias populares es el partido comunista –proletariado–. El partido comunista forma parte de los frentes populares, pero lejos de diluirse en ellos, el partido los dirige. Más aún, los partidos comunistas se presentan delante del pueblo abiertamente, con su propio nombre, como una fuerza política independiente que dirige la edificación socialista. Si el partido comunista abandonara su posición dirigente, se negaría a sí mismo como vanguardia de la clase obrera, la única capaz de inspirar y dirigir la emancipación de todas las demás categorías de oprimidos. Este abandono, del que se han hecho culpables los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia, conduce necesariamente al oportunismo político, al abandono de la propia edificación socialista y, finalmente, a aliarse a la reacción. Los frentes populares han jugado un papel magnífico en la lucha contra los invasores fascistas y la reacción interior, y deben continuar siendo en el futuro un arma importante para la consolidación de las fuerzas democráticas. Pero no sustituyen ni pueden sustituir al partido comunista. Dado las clases que los componen, los frentes populares no pueden jugar un papel positivo más que bajo la dirección del partido comunista, vanguardia organizada de la clase obrera y de todos los trabajadores». (Naum Farberov; Las democracias populares en Europa del Este, 1949)

Pero entonces ¿por qué es el error fundamental en Nicaragua?

Sencillamente esta pretendida «vanguardia marxista-leninista nicaragüense» nunca se organizó en un partido político de clase obrera que asumiera la vanguardia del proceso como partido obrero dirigente de la lucha antisomocista y de liberación nacional. Evidentemente que en esta etapa un presunto partido comunista podría haberse apoyado en un frente que reuniera a los partidos y organizaciones como: asociaciones juveniles, de mujeres, sindicatos, y demás organizaciones de carácter antisomocista. El que el partido hubiera liderado el transcurso de esa lucha le hubiese permitido ganar la autoridad moral, la hegemonía ideológica necesaria, ante el pueblo nicaragüense, en tanto podría haber sido el puente mediante el cual se hilara la revolución antisomocista y todas sus tareas antiimperialistas, antifeudales, antifascistas, anticoloniales con la revolución socialista. Así lo explicaron en su día varios marxista-leninistas:

«Para que triunfe la causa de la liberación y la revolución, es preciso que el partido marxista-leninista una bajo su dirección a todas las fuerzas revolucionarias en un amplio frente popular. En la creación de amplios frentes populares, el partido comunista marxista-leninista en modo alguno debe cifrar todas sus esperanzas y concentrar todos sus esfuerzos en las alianzas y la colaboración con los jefes de los partidos y las diversas organizaciones políticas. El partido, sin descuidar este trabajo, tiene la tarea de consagrar toda su atención y todas sus energías a la lucha por crear la unión del pueblo a partir de la base, a través de un gran trabajo de esclarecimiento y persuasión entre las masas, sobre todo organizando acciones concretas, bien preparadas y reflexionadas. (...) En las condiciones de una revolución democrático popular y de la lucha de liberación nacional, cuando existen varios partidos burgueses y pequeño burgueses, el partido comunista puede y debe esforzarse por colaborar con ellos en el marco de un amplio frente democrático popular o de liberación nacional». (Enver Hoxha; Sobre el papel y las tareas del Frente Democrático en la lucha por el triunfo completo del socialismo en Albania, 14 de septiembre de 1967)

Pensar que no es posible el trabajo del partido comunista en estos frentes no solo sería contradecir todas las directrices y experiencia histórica tanto de la Komintern (1919-1943) como de la Kominform (1947-1956), sino que supone desechar toda la actividad práctica de los marxista-leninistas durante el siglo XX. Del mismo modo, negar el empleo de los frentes como reflejo de las alianzas de la clase obrera con otras clases en aras de la revolución, nos llevaría a posiciones que coinciden con las teorizaciones blanquistas, anarquistas, luxemburguistas, trotskistas, en definitiva en desviaciones de carácter «izquierdista» que según en qué ocasiones y según que miembros de estas corrientes han reclamado siempre que: el campesinado es contrarrevolucionaria, que la revolución sólo puede ser a escala mundial y que no es posible el socialismo en un sólo país, que no existen las etapas según las condiciones de cada país, que el proletariado y su partido no pueden contraer ninguna alianza con otras fuerzas, que no existen las condiciones objetivas y subjetivas de la revolución, y un largo etc., estaríamos revisando al marxismo-leninismo en sí:

«La revolución no es obra solamente de la clase obrera, y mucho menos sólo de su partido de vanguardia. Para llevarla a cabo, la clase obrera, según el carácter y las etapas de la revolución, se alía con otras fuerzas sociales, con las cuales comparte intereses fundamentales, crea amplios frentes populares con programas políticos determinados, en los que el partido de la clase obrera no se diluye, sino que mantiene siempre su independencia orgánica y política. Los elementos estrechos: y sectarios le llaman a todo esto tácticas erróneas porque, según dicen, abren las puertas al camino pacífico y reformista. Según ellos, los programas, los frentes, las alianzas no son sino maquinaciones artificiales que tienen como objetivo desviar la atención y obstaculizar la lucha armada. Estos puntos de vista son un eco de las conocidas tesis de los trotskistas que consideran cualquier alianza como reconciliación de clases, niegan las etapas de la revolución y están por la revolución proletaria «pura» y directa. La revolución tiene sus leyes, que son generales y necesarias para cualquier país. La negación de estas leyes conduce al revisionismo». (Enver Hoxha; Informe en el VIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1971)

Pero en tal periodo en que el partido comunista colabora en un frente y se relaciona en la lucha con otras organizaciones y otras clases sociales para lograr objetivos comunes, no puede sacrificar independencia organizativa e ideológica, ni puede perder la vista de sus objetivos finales como clase, es decir la construcción del socialismo y finalmente el comunismo:

«En las condiciones actuales del desarrollo del movimiento revolucionario y de liberación, en tanto que un proceso complejo y con una base social amplia, en el cual participan muchas fuerzas de clase y políticas, el partido revolucionario del proletariado se enfrenta a menudo al problema de la colaboración y de los frentes comunes con otros partidos y organizaciones políticas en esta o aquella fase de la revolución, para estos o aquellos asuntos, de interés común. En relación con este problema, la justa posición de principios y al mismo tiempo ágil, lejos de todo oportunismo y sectarismo, es de trascendental importancia para ganar, preparar y movilizar a las masas en la revolución y en la lucha de liberación. El partido marxista-leninista no es ni puede ser en principio adversario de la colaboración o de los frentes comunes con otros partidos y fuerzas políticas, cuando lo exigen los intereses de la causa de la revolución y lo imponen las situaciones. Pero jamás ve esto como una coalición de cabecillas y como un fin en sí, sino como un medio para unir a las masas y lanzarlas a la lucha. Es importante que en tales frentes comunes el partido proletario no pierda de vista en ningún momento los intereses de clase del proletariado, la meta final de su lucha, que no se diluya en el frente, sino que conserve en él su individualidad ideológica y su independencia política, organizativa y militar, y luche para asegurar en el frente su papel dirigente y aplicar en él una política revolucionaria». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

Ni su prioridad deben de ser los acuerdos con los dirigentes de estas organizaciones, sino con su base, con su base de militantes de origen de clase trabajador:

«Para que el frente sea verdaderamente una amplia organización política, combativa y revolucionaria, debe ser ante todo una unión de las amplias masas populares, realizada en la lucha y por medio de la lucha, y no una simple unión de partidos, y mucho menos de sus cabecillas, fundada en diversas combinaciones políticas». (Enver Hoxha; Sobre el papel y las tareas del Frente Democrático en la lucha por el triunfo completo del socialismo en Albania, 14 de septiembre de 1967)

En las circunstancias en que apareció el FSLN, y al no partir como vimos de una organización de vanguardia proletaria, el momento histórico condicionaría inevitablemente que la actividad de esos revolucionarios, como pretendida vanguardia proletaria, fuera paulatinamente sustituida por la idea del frente político-militar determinado por la condicionalidad histórica inmediata encarnada en la unidad antisomocista. Es preciso aclarar que no todo el que se identificó con el antisomocismo del FSLN era marxista-leninista, peor aún, no todos eran siquiera antiimperialista, algo lógico si miramos el desdén por la composición social del FSLN y por su unidad ideológica.

2) Si en la teoría no se exigía unidad monolítica de pensamiento bajo el marxismo-leninismo, en la práctica, al posponer la lucha ideológica y de clase se crearon las condiciones para que aparecieran múltiples discursos, múltiples líneas ideológicas y facciones en el interior del FSLN que justificaron su acción antisomocista y antiimperialista desde elementos teórico-prácticos provenientes del idealismo filosófico: especialmente desde el cristianismo a través de la «teología de la liberación», desdibujando por defecto la línea ideológica del FSLN como ya se ha mencionado. Lenin nos lega:

«Sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento revolucionario. Nunca se insistirá lo bastante sobre esta idea en un tiempo en que a la prédica en boga del oportunismo va unido un apasionamiento por las formas más estrechas de la actividad práctica. (...) Sólo un partido dirigido por una teoría de vanguardia puede cumplir la misión de combatiente de vanguardia». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; ¿Qué hacer?, 1902)

Y en aras de la unidad –como Carlos Fonseca defendía– se decía que había que acabar con la polémica dentro del FSLN, y se permitieron las manifestaciones de renuncia y traición a la revolución socialista que se evidenciarían más abiertamente tras el triunfo de 1979.

Vale expresar que el partido comunista, incluso cuando afronta la revolución de tipo antifeudal, antifascista, anticolonial, en alianza con otras organizaciones de otras capas y clases de la población, este no puede diluirse dentro del frente perdiendo su identidad como ya hemos expresado, pero tampoco puede parar la lucha ideológica contra estas fuerzas con las que tácticamente se ha aliado momentáneamente como podrían ser los partidos socialistas, socialdemócratas, agrarios, etc., que temporalmente luchan al lado del partido comunista en esta etapa:

«Las acciones conjuntas con los partidos y las organizaciones socialdemócratas no sólo no excluyen, sino que, por el contrario, hacen aún más necesaria la crítica seria y razonada del reformismo, del socialdemocratismo, como ideología y como práctica de la colaboración de clase, con la burguesía y la explicación paciente a los obreros socialdemócratas acerca de los principios del programa del comunismo». (Komintern; Resolución final emitida por el VIIº Congreso de la Komintern respecto al informe de Georgi Dimitrov, 20 de agosto de agosto de 1935)

En cuanto a las tácticas de frente –del tipo que sea– debemos seguir las enseñanzas de la Komintern: el desenmascarar la línea, los discursos y las acciones de los cabecillas de los partidos burgueses y pequeño burgueses que obstaculizaban el frente, pero mientras hacía tal cosa no dudaba en tender siempre una mano a la militancia de base que quisiera coordinar acciones conjuntas contra el capital, el fascismo, por los derechos de los trabajadores, contra las guerras imperialistas a diferencia de sus cabecillas. En estos militantes de base de los partidos se encontraban personas que dudaban de la política de sus líderes, que estaban decepcionados y plenamente convencidos de lo traicionero de la política de sus jefes y pensaban abandonar en breve la organización, o eran personas que realmente simpatizaban con el verdadero partido marxismo-leninista y su política revolucionaria y querían saber más de la organización para saber de primera mano lo que les diferenciaba de los partidos pseudorevolucionarios. En estos casos se procedía a la persuasión teórica de su militancia con gran paciencia, mientras se disponía a organizar acciones conjuntas en temas comunes para que dicha persuasión fuera en la práctica comprobada por estos militantes. Pero incluso los acuerdos temporales con estos elementos que se estaban revolucionarizando para tales acciones puntuales que les iba curtiendo y persuadiendo, no debía ser nunca a costa de renunciar a los principios marxista-leninistas, por lo que no se limitaba bajo ningún concepto la crítica a la línea reformista, revisionista o anarquista de sus organizaciones:

«Actualmente, en la arena política mundial además de los partidos burgueses y socialdemócratas, ya desacreditados, actúan también los partidos revisionistas que han traicionado los intereses de la clase obrera y su causa revolucionaria. Las fuerzas y los partidos marxista-leninistas deben llevar a cabo una lucha inexorable contra estos partidos para desenmascarar su traición y sus objetivos contrarrevolucionarios, para destruirlos en tanto que partidos políticos ganándose a su base y sin establecer con ellos ningún compromiso a costa de los principios». (Enver Hoxha; Sobre el papel y las tareas del Frente Democrático en la lucha por el triunfo completo del socialismo en Albania, 14 de septiembre de 1967)

Sino pensáramos bajo este axioma marxista-leninista de las tácticas de frente, estaríamos haciendo un flaco favor a las clases trabajadoras y a la revolución, y en cambio el favor se lo estaríamos haciendo a los dirigentes de las clases explotadoras y sus organizaciones que obstaculizan a la revolución en la etapa que sea y en el tipo de frente que sea y con las organizaciones que sean para esa lucha específica:

«Sería ingenuo pensar que la realización de la unidad de acción del proletariado se puede conseguir tratando de ganar a los líderes reaccionarios por el camino de la persuasión, las exhortaciones o los exorcismos. La unidad del proletariado internacional no se puede lograr sin una lucha tenaz de todos sus partidarios contra los enemigos declarados o encubiertos de dicha unidad. A veces se escuchan en las filas de los socialdemócratas voces según las cuales los comunistas, con su crítica abierta y franca respecto de la conducta de los dirigentes de la II Internacional y de la Internacional de Ámsterdam, dificultan la creación de un frente único. ¿Pero acaso puede lograr la creación de un frente único si no se critica de la manera más decidida a quienes no escatiman sus esfuerzos por obstaculizarlo? ¿Qué clase de dirigentes del movimiento obrero seríamos, si no dijésemos abiertamente toda la verdad sobre una cuestión tan importante para toda la clase obrera? Quién pasa por alto u oculta los actos nocivos de los dirigentes reaccionarios en las filas del movimiento obrero, no ayudan a la causa de la unidad de la clase obrera. Quién renuncia –so pretexto de que ello redundaría en favor del frente único proletaria– a la lucha contra sus enemigos y a la crítica contra el reformismo que subordina el movimiento obrero a los intereses de la burguesía, presta un mal servicio a la clase obrera». (Georgi Dimitrov; La unidad del proletariado internacional, imperativo supremo del momento actual, 1 de mayo de 1937)

¿Por qué decimos todo esto? Históricamente ha sido muy frecuente ver como los partidos y organizaciones que se alejaban de estas exigencias ideológicas al conformar un frente, acabaron zozobrando en el oportunismo y finalmente acaban exponiendo la misma ideología que el resto de partidos inscritos en el frente, observándose que su estrategia y táctica viraba en la misma dirección que esos partidos no comunistas, no cumpliendo por tanto luego los propósito fijados por la clase obrera y su partido:

«Tampoco es raro ver las experiencias de la incorrecta puesta en práctica de un frente único proletariado –se presupone que con partidos con alta afiliación de obreros–, donde en vez de persuadir a la base socialdemócrata de lo erróneo de su dirigencia y la política de colaboración de clases con la burguesía, se finaliza en que el propio partido comunista postula pensamientos y acciones típicas del socialdemocratismo, incluyendo el colaboracionismo de clase con la burguesía. Es común observar estos mismos fallos en la distorsión de la práctica del frente –tanto a la hora de lidiar con las masas y organizaciones no obreras como con las masas y organizaciones obreras del frente único del proletariado–». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)

Al coexistir un verdadero partido comunista en un frente con otras organizaciones y por tanto también con capas sociales, es normal que existan roces y que existan intentos o acciones de vacilación, traición aventurismo y que se refleje en la línea teórica y de actuación de sus organizaciones; precisamente el deber del partido comunista es señalar ante las masas los errores de estos partidos con los que converge en el frente los cuales no están en capacidad de llevar hasta el fin la tarea asignada del momento, así como corregir y encauzar en la medida de lo posible a estos partidos para que puedan cumplir los objetivos fijados por el frente. De igual modo deben denunciar los intentos de algunos de sus miembros de quebrar el frente tenga este el carácter que sea:

«Siguiendo la línea de la unidad con todos los que pueden ser unidos en un frente, los partidos marxistas-leninistas, en oposición a los puntos de vista de los revisionistas modernos, deben no sólo salvaguardar su independencia y su función dirigente, sino al mismo tiempo combatir las vacilaciones de sus distintos aliados, sus tendencias reaccionarias y sus tentativas de dividir los frentes y de dedicarse a chalaneos con las fuerzas de la reacción. La línea de la unidad y de la lucha contribuye al fortalecimiento de los frentes, a su depuración de los elementos reaccionarios y contrarrevolucionarios, a la consolidación de la cohesión y del espíritu revolucionario, a la obtención de una unidad más elevada y asentada sobre una base más sólida. Aplicar únicamente la línea de la unidad y renunciar a la lucha conduce a una unidad falsa formal y permite a los elementos y fuerzas reaccionarias socavarla y liquidarla fácilmente, asestando así un rudo golpe a la propia causa de la revolución». (Enver Hoxha; Sobre el papel y las tareas del Frente Democrático en la lucha por el triunfo completo del socialismo en Albania, 14 de septiembre de 1967)

En el caso particular de Nicaragua se dio el hecho de que estas contradicciones se agudizarían al no existir un partido comunista. La clase obrera y el resto de masas trabajadoras revolucionarias no tenían herramienta ideológica con la que influir en las masas en general, tampoco una organización política y militar con que confrontar las aspiraciones de la burguesía y pequeña burguesía –que a su manera tenían sus diferentes grupos representados en el FSLN– de hegemonizar el proceso sobre todo tras el triunfo. Por tanto no podían poner freno a sus vacilaciones, y a las vacilaciones de la burguesía que se harían constantes en la política oficial del FSLN y el resto de organizaciones antisomocistas tras el triunfo de 1979:

«La cuestión es que cuando los partidos burgueses y los denominados socialistas vean que los intereses de las clases que representan resultan dañados o amenazados, recurrirán a diversas maniobras políticas, organizativas y militares para debilitar la lucha de liberación, la revolución, para romper las alianzas, destruir el frente común y, de manera particular, para acabar con el papel dirigente del partido comunista en este frente. Esto se debe a la naturaleza la posición y las tendencias de clase de la burguesía. Por eso, el partido comunista, sin dejar de seguir la línea de colaborar con las diferentes capas de la burguesía o con sus partidos, debe al mismo tiempo aplicar la línea de luchar contra sus vacilaciones y maniobras contra sus compromisos con las fuerzas invasoras y reaccionarias. Seguir únicamente la línea de la unidad y desatender la línea de combatir las acciones escisioncitas y reaccionarias en el seno del frente, significa adoptar una actitud oportunista, cuyas consecuencias pueden ser muy peligrosas para la lucha de liberación, para la revolución». (Enver Hoxha; Sobre el papel y las tareas del Frente Democrático en la lucha por el triunfo completo del socialismo en Albania, 14 de septiembre de 1967)

Lo expresado a este momento no significa que en la práctica no funcionara del todo esa pretendida vanguardia marxista-leninista dirigente –al menos en las etapas iniciales– del FSLN, pero su trabajo no podía ser efectivo en la forma de comandar en que se organizaron –bajo una organización político-militar con estructura de frente y no un partido que dirigiera al frente–, y además con el devenir de los acontecimientos ocurrió algo similar a lo sufrido por el Partido Comunista de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial que es el punto que marca el inicio del ascenso de figuras anticomunistas solapadas como Nikita Jruschov: la dirigencia marxista-leninista del FSLN fue cayendo en el fragor de la lucha y al mismo tiempo fue reemplazada paulatinamente por elementos de extracción e ideología burguesa y pequeño burguesa, o bien con un origen trabajador pero de una preparación ideológica defectuosa. Es decir, a las deficiencias de los marxista-leninistas, que en su gran mayoría acabarían falleciendo en combate o marchándose del FSLN, se le sumaba el hecho de que elementos oportunistas anidaban de forma realmente fácil en el partido, precisamente debido a la forma en que fue configurado el FSLN. Este hecho nos indica que resulta cuestionable considerar a estos honestos revolucionarios como auténtico marxista-leninistas.

Incluso, podemos afirmar que en el FSLN no había cuadros marxistas-leninistas preparados ideológicamente y políticamente que asumieran la responsabilidad histórica de la conducción del FSLN, o que pudieran presentar alguna resistencia a las desviaciones que se sucedieron poco después de su fundación y que se agravaron por la condicionalidad histórica, mucho menos tras el triunfo de 1979.

Todas estas desviaciones del punto uno y dos las hemos denunciado siempre, y desde luego deben ser desechadas de una vez por todas:

«Sobra comentar que tan inútil es el frente en el que el partido comunista no gane influencia y lo comande, como la teoría de construir un frente sin la existencia de un partido comunista. También es obvio que la crítica al reformismo, al anarquismo, y otras tendencias no puede cesar durante la estancia de los comunistas en estos frentes». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)

3) La composición social de un partido comunista debe ser tratada de la siguiente forma:

«El partido tiene que ser, ante todo, el destacamento de vanguardia de la clase obrera. El partido tiene que incorporar a sus filas a todos los mejores elementos de la clase obrera». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Fundamentos del leninismo, 1924)

Esto no significa que no existan problemas con el partido y la admisión de los propios obreros:

«Algunos comités y organizaciones del partido no abordan con la seriedad requerida el problema de la preparación de los miembros de la clase obrera para su admisión en el partido, sino que, por el contrario, muchas veces ceden a las presiones de los oficinistas y se dejan engañar por las apariencias y por su facilidad para las frases hechas en cuya rápida y correcta formulación son verdaderos profesionales. Las organizaciones del partido deben comprender bien que ha llegado el momento de aumentar de manera más notable el porcentaje de obreros en los efectivos del partido y preocuparse más de prepararles para una actividad concreta. Ciertamente esto no significa que no debamos abrir sin ningún requisito las puertas del partido a todos los obreros que deseen ingresar en él. Las admisiones en el partido se realizan siempre de manera individual y después de un cuidadoso análisis de la capacidad de cada persona. (...) Para ingresar en el partido, deben ser seleccionados fundamentalmente aquellos elementos de la clase obrera que con continuos esfuerzos y a través de un período de trabajo más o menos amplio en la industria, en la minería, unido esto a una labor educativa organizada, hayan tomado firme conciencia de ser la clase de vanguardia». (Enver Hoxha; Informe presentado ante el IIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1956)

Aunque sea elemental que el partido tenga un núcleo obrero, ¿significa eso excluir al resto de clases trabajadoras? No, sería un gravísimo error que crearía la sensación, sobre todo entre el campesinado, de que no se le toma en cuenta en la nueva sociedad, y quebraría la alianza obrero-campesina, tan necesaria en países con poca clase obrera como Nicaragua:

«No cabe la menor duda de que, al exigir que se atienda principalmente al problema de la admisión de obreros, el partido no debe echar al olvido el ingreso de los trabajadores de las restantes capas, particularmente de los miembros de las cooperativas agrícolas y de los procedentes de las capas pobres, aquellos que sean elementos resueltos y probados, con un pasado limpio y dispuestos a combatir abnegadamente por la causa del partido. Pero es necesario tener en cuenta que la inmensa mayoría de ingresos en el partido, la deben constituir los obreros y, con el fin de cortar el camino a la penetración de burócratas, las organizaciones del partido deben aumentar aún más las exigencias en relación a los empleados, los campesinos medios y demás que desean ser admitidos al partido». (Enver Hoxha; Informe presentado ante el IIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1956)

En el caso del carácter del frente popular y las tareas que afrontaba Nicaragua en los 60 y 70, es decir de tipo: antifeudal, antiimperialista, antifascista, y antineocolonialista, no significaba que fuera menos importante mantener entre los miembros del partido comunista, y el resto de organizaciones del frente, una composición social sana que garantizara su unidad y su esencia de clase revolucionaria, que garantizara sobre todo el rol de la clase obrera en alianza con el campesinado para así garantizar el triunfo de su propósito:

«La experiencia ha demostrado que el núcleo del frente unido, la base de las bases, es la alianza de la clase obrera con el campesinado trabajador. Sin esta alianza no puede haber frente popular, ni frente de liberación nacional. Estas son las dos principales fuerzas motrices de toda verdadera revolución en nuestro tiempo, ambas constituyen la abrumadora mayoría de la población en cada país. Así pues, para que el frente sea verdaderamente una amplia organización política, combativa y revolucionaria, debe ser ante todo una unión de las amplias masas populares, realizada en la lucha y por medio de la lucha, y no una simple unión de partidos, y mucho menos de sus cabecillas, fundada en diversas combinaciones políticas». (Enver Hoxha; Sobre el papel y las tareas del Frente Democrático en la lucha por el triunfo completo del socialismo en Albania, 14 de septiembre de 1967)

Dicho esto, y basándonos en los hechos históricos, el FSLN nunca ha sido una vanguardia proletaria, siempre se ha comportado como una vanguardia pequeño burguesa que ha favorecido a la burguesía nacional, salvo unos pocos años tras su fundación. Una vanguardia –desde el punto de vista del marxismo-leninismo– tiene un indisoluble y consustancial carácter de clase, la falta de una teoría guiadora marxista-leninista determinaría que no solo se negara la dirigencia proletaria del proceso en la práctica, sino que el frente convertido en partido político se transformaría en una fuerza socialdemócrata al uso de la democracia burguesa, en un «partido burgués de clase obrera» como decía Lenin; y este era el único desenlace posible ya que como vimos la forma de organizarse del FSLN recordaba a la de cualquier otro partido reformista o revisionista, por no hablar ya de la poca preocupación de sus dirigentes por la composición social del mismo, donde todo lo que se considerara bajo la etiqueta de sandinista, antisomocista o de marxista, era aceptado sin mayor objeción:

«Cuando en un proceso que se pretende al socialismo el «proletariado» es desplazado de la vanguardia y sustituido por otro grupo social como la «intelectualidad», o con mayor frecuencia por el «campesinado» [en el caso del FSLN la dirigencia fue ocupada por elementos burgueses y pequeño burgueses – Anotaciones de Bitácora (M-L)], sencillamente se estará negando el carácter de clase del socialismo y de hecho cayendo en el campo de la contrarrevolución que ha llevado a todos los revisionismo a teorizar sobre la «unidad» entre las clases sociales. Esto resulta en una negación absoluta de las leyes generales de la construcción del socialismo». (Nikolái Bolchevk; El Campesinado y la Revolución Socialista, 2013) (Equipo de Bitácora (M-L)¿Qué fue de la «Revolución Popular Sandinista»?: Un análisis de la historia del FSLN y sus procesos, 19 de julio del 2015)

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