martes, 1 de septiembre de 2015

La indecisión de algunos, mal generalizado de nuestros días y de las luchas revolucionarias; Equipo de Bitácora (M-L), 2015


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Causa todavía asombro, la vacilación y las posiciones negacionistas de algunos (1), las fluctuaciones de personas que actúan en sus posiciones como «hombre-veleta» (2) y los simples «enamorados de las siglas» y sus posiciones seguidistas (3). En realidad, lo raro es que estas posturas causen sorpresa hoy en día, pues a la vista está el bajo nivel de formación ideológica no solo de las masas, sino de los miembros con claras inclinaciones revolucionarias, e incluso entre los abundantes autodenominados «marxista-leninistas», un triste hecho objetivo que irremediable ayuda a alimentar estas posturas antimarxistas aunque no explica todo pues también influyen la psicología de cada individuo, el factor del ambiente en que se rodea, etc. 

Expliquemos un poco cada una de esas tres posiciones...

Primer caso: resulta fácil ser testigo de como gente que condena unas tesis o actuaciones oportunistas de un revisionismo o un individuo en particular, pero no se hace lo propio con otra rama revisionista u otro individuo diferente.

Segundo caso: otro tipo de gente mantiene una correcta posición sobre X tema, y al poco tiempo, al conectar con cualquier charlatán barato «de tres al cuarto», este es capaz de voltear su correcta posición; «de jure» se acepta algo o a alguien como contrarrevolucionario pero en la praxis no se lucha contra él e incluso se llevan a cabo las mismas teorizaciones y prácticas contrarrevolucionarias que se perjura combatir.

Tercer caso: otros, con tal de «salvar los muebles» llegan a formular todo tipo de patéticas excusas, e incluso se llega a perdonar a sus organizaciones las mismas actuaciones que se señalan en otras y por las que se escandalizan.

Generalmente estas tres posturas, casos o tendencias, por llamarlas de alguna manera, tienen sus particulares para intentar afrontar los problemas de sus contradicciones:

El revisionista del tipo (1) argumenta que las tesis y acciones del hipotético revisionismo (A) y del hipotético revisionismo (B) no pueden ser comparados ni son de la misma naturaleza –cuando la aplastante evidencia demuestra lo contrario: sus conexiones y similitudes–. Con ello intenta cerrar la crítica al revisionismo (B) sin mucho más debate, o en su defecto se pide paciencia para evitar condenar las ultraevidentes desviaciones. Aquí se forma un curioso panorama: las mismas desviaciones del revisionismo (A), suponen, según él, un oprobio para el comunismo, una traición y dichas distorsiones deben ser combatidas, mientras que las mismas o parecidas aplicadas en el caso del revisionismo (B), son desviaciones que piden que sean entendidas en el contexto, y que se defienden como poco importantes pese a todo, subsanables y temporales, eso si, jamás se produce una iniciativa en subsanarlas. Esto recuerda al nacionalista que ve un peligroso nacionalismo en las actuaciones ajenas, pero considera su chovinismo de referencia como sano patriotismo.

Es bastante normal que los revisionistas tengan que defender a otra corriente revisionista y la colmen de flores y la tomen como una corriente revolucionaria, esto se hace porque: (a) generalmente los revisionistas simplemente buscan defender a todo aquél que también acepte su línea; (b) porque se depende de la financiación de esa otra rama revisionista; (c) porque las desviaciones del otro revisionismo se comparten y apoyan; (d) porque se cree que si se hace bandera del otro revisionismo puede ser un buen «gancho» para engañar a las masas, porque en este caso en lo fundamental está muy asentado en gran parte del público revisionista. Como se ve aquí, para el revisionismo no priman los principios, sino el pragmatismo y el qué dirán.

El revisionista del tipo (2) lo mismo se solidariza con las críticas al oportunismo que participa en la propagación del mismo oportunismo, e incluso puede realizar las dos actividades a la vez, triste pero cierto. Estos elementos pese a tener a su alcance el material disponible de estudio, incluso pese a haberse formado lo suficiente como para no cometer errores de bulto, son de espíritu voluble y realmente deberíamos preguntarnos si realmente beneficia o perjudica que estas personas pasen por nuestras filas y sean representantes de nuestros movimientos. 

El revisionista de este tipo practica por naturaleza lo que Enver Hoxha denominaba la «lucha desde el seto», esto es, que de vez en cuando lanza un par de «flechas» desde el «seto» a los oportunistas –una crítica incompleta y a veces incluso indirecta–, pero luego sale del «seto» manda sus mejores deseos a los revisionistas mientras los llama «camaradas». Estos se suelen caracterizar con frases vacuas para justificar su no combate al revisionismo como «ellos no son el enemigo real» o su variante más audaz «ahora no hay que criticarlos». ¡Preciosos sofismas! Temen la exposición de ideas, les entra pánico por el debate puro y duro, y también se preocupan por el qué dirán sus amistades políticas si se posiciona demasiado a un lado u otro. Incluso piensan que es preferible evitar el debate ya que de exponer según que opiniones se perderían militantes y simpatizantes. Como se ve, este elemento opera como si la revolución en vez de necesitar un partido pertrechado de una unidad de pensamiento y acción, necesitara de un club de amigos, y en lugar de la clarificación ideológica la «paz y armonía de diferentes ideas».

El revisionista de tipo (3) se vanagloria de militar o simpatizar con una organización con supuestamente «más años en la lucha» que ninguna, algunos incluso sacan pecho de haber participado en enfrentamientos armados. Pero salta a la vista que no puede realizar análisis propios, sino solo reproducir la burda propaganda que le inyecta ese partido y que le anima a propagar sin reflexión, pero se evade el hecho de que su organización o nunca tuvo un carácter marxista-leninista, o si lo tuvo, «hace largo tiempo que ese barco zarpó», habiendo degenerado y siendo una caricatura de lo que en un día fue. En este último caso, a estos revisionistas les gusta «vivir de las rentas», es decir, vivir de los logros históricos del partido como si esos logros –en los que muchas veces ni siquiera estaban presentes–, equilibraran las presentes desviaciones y actos traicioneros de la organización y les eximiera de toda responsabilidad. Para estos tipos toda exposición y crítica de la teoría y práctica revisionista de la organización presente, siempre es desechada por un «amor ciego» hacia las siglas, una mezcolanza de folclorismo y sentimentalismo casi religioso, aunque tampoco se debe dejar de prestar atención al hecho de que muchos elementos burocratizados de estas organizaciones incluso sacan beneficio económico de estas organizaciones o su situación personal depende de mantener el chiringuito, por lo que bajo este cóctel, no solo es normal su estoica defensa de una mentira, sino que se ven abocados a ello, pero en el caso de sus militantes de base y simpatizantes es más dramático, llegando a pedir «respeto por la trayectoria de sus líderes». Un verdadero comunista, si de verdad respetara las siglas, si quisiera defender el partido de la clase obrera de su patria, a su líder proletario predilecto o a su sindicato de clase, no ocultaría sino que expondría y espolearía toda desviación y vicio de su organización y figuras para procurar ayudarle, en cambio le entraría una repulsa casi violenta al ver como se intenta bajo fraseología y simbología traficar con los intereses de clase bajo monsergas pequeño burguesas sentimentales. 

En todos estos casos vemos más una dolencia clara que estriba en la falta de voluntad para buscar la verdad científica de los hechos, en un rechazo a toda lógica, aunque sin duda, como hemos dicho la misma carencia de formación ideológica alimentan la falta de comprensión ante lo que se tiene delante.

Nuestra posición ante estos fenómenos pues, es clara:

«Nuestro partido opina que la situación es de tal naturaleza que ningún partido ni persona que se llame comunista o revolucionario, puede permanecer indiferente, esperando el ataque revisionista y limitándose exclusivamente a saludar la lucha que los demás libran contra el revisionismo. El tiempo no espera. Los marxista-leninistas deben estar a la ofensiva y no a la defensiva, al ataque y no en retirada. No han temido ni temen a los revisionistas, a sus amenazas ni a sus presiones. El temor es ajeno a los marxista-leninistas, tanto en la lucha contra el imperialismo como en la lucha contra el revisionismo. Sólo los revisionistas le tienen miedo al imperialismo y al marxismo-leninismo. Tener miedo a los revisionistas significa temer aún más al imperialismo y no confiar en la fuerza ni en el triunfo del marxismo-leninismo. (...) En la lucha contra el revisionismo moderno, al igual que frente a todos los demás problemas, la única posición correcta es la posición de principios. Con los principios no se puede traficar, cuando se trata de la defensa de los principios no hay que detenerse a mitad del camino, no hay que mantener jamás una actitud vacilante y oportunista. La lucha entre el marxismo-leninismo y el revisionismo es una manifestación de la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía, entre el socialismo y el capitalismo. En esta lucha no puede haber una línea intermedia. La línea del «término medio», como ha demostrado durante largos años la experiencia histórica, es la línea de la conciliación de los contrarios, que jamás pueden conciliarse, es una posición inestable y momentánea. La línea intermedia no puede servir ni siquiera para enmascarar la desviación de los principios marxista-leninistas, puesto que la lucha contra el revisionismo, si no se inspira en motivos ideológicos, sino únicamente en ciertas contradicciones económicas o políticas, sobre bases nacionalistas y chovinistas, es un bluff y no llegará muy lejos. Quién se atiene a esta línea en su actitud hacia los renegados del marxismo-leninismo, tarde o temprano, corre el peligro de caer, él mismo, en las posiciones de éstos». (Enver Hoxha; Informe en el Vº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1966) 

Es más, si repasamos la historia del movimiento obrero, observaremos  una de las razones por las que el nuevo movimiento marxista-leninista de los 60 acabaría degenerando a finales de los 80, es por culpa de no aplicar esta máxima sin sentimentalismos. Véase: «Las relaciones entre el PCE (m-l) y el PTA y la caída del socialismo albanés» de 2020.

Finalizamos con estas viejas palabras:

«Normalmente la escoria revisionista se ofende al leer nuestras críticas, y aunque no la puede refutar, como último recurso, espeta: «¡Estáis obsesionados con X!», como queriendo decir que debemos repartir nuestra crítica a todos. Y así lo hacemos, no hacemos excepciones. No estamos obsesionados con nada ni nadie, la crítica a tu partido, a tu ídolo de barro, a tu corriente, no es personal, es una cuestión de principios, del desarrollo de la lucha de clases, es una necesidad histórica y presente, la cual implica la apremiante tarea de barrer con los falsos ídolos, con los elementos corruptos, con los traidores, los vividores, los burócratas, teniendo que derribar el muro de las idealizaciones y las mistificaciones construidas por la actual hegemonía del revisionismo, la cual domina tanto a nivel nacional como internacional. El revisionismo ha construido una imagen distorsionada en torno a nociones como el «socialismo», el «centralismo democrático» o el «antiimperialismo» desviando a muchos revolucionarios honestos, la tarea pues, es proporcionarles material formativo para ahorrarles tiempo, para que reflexionen, para que finalmente salgan del error y no se arrepientan de haber formado parte de algo tan mediocre y sin perspectiva como son los movimientos eclécticos, algo de lo que es bien seguro que la mayoría de ellos muchos años después sentirán vergüenza de haber formado parte. Se trata de aportar el granito de arena para construir un movimiento comunista que más allá de sus posibles defectos, que tenga coherencia, con principios que no se queden en la enunciación teórica sino que se apliquen sin miramientos, del cual  uno pueda sentirse orgulloso al luchar a su lado, no como ocurre en los partidos revisionistas, donde militar supone dudar a cada paso con lo que constatas en su seno, donde uno se pregunta continuamente si sirve para algo estar perdiendo el tiempo ahí. Quién no entienda de la imperiosa necesidad de la lucha contra el oportunismo en todo momento, es que no se puede considerar marxista-leninista, quién no comprenda el problema que ha supuesto el oportunismo en estos crudos días, directamente vive en el limbo o forma parte del problema». (Equipo de Bitácora (M-L); Diferencias entre unidad entre marxista-leninistas y la unión ecléctica de pretendidos o simpatizantes de dicha doctrina, 2013)

Esto debe de quedar claro». (Equipo de Bitácora (M-L)La indecisión de algunos, mal generalizado de nuestros días y de las luchas revolucionarias, 1 de enero de 2015)

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