lunes, 21 de diciembre de 2015

A pesar de la influencia y los recursos con los que puedan contar los revisionistas, el deber de los marxista-leninistas es desenmascararlos con paciencia


«Otra misión de esta dirección de Relaciones Exteriores del Comité Central del Partido Comunista de China es, como ya he dicho antes, fabricar partidos prochinos autodenominados marxista-leninistas. Estos partidos son creados para dar la falsa impresión de que el Partido Comunista de China goza de un amplio apoyo entre el proletariado mundial. Estos partidos «marxista-leninistas», que brotan como hongos, como es lógico, gracias a los yuans de China cambiados en dólares, no son otra cosa que algunos grupúsculos que se dicen marxista-leninistas y que han sido bautizados por la dirección revisionista china.

Grupos o partidos de este género se crean cada día en diversos países del mundo. En Italia, por lo que sabemos, hay tres partidos prochinos, en Francia dos, en Bélgica uno, en Luxem- burgo uno, en Grecia no podemos decir con exactitud si sellan creado dos o tres partidos de este tipo, en los Estados Unidos de América fue creado uno, en Portugal uno, pero es posible que haya dos, en España asimismo se han creado tales grupos maoístas. En América Latina ocurre lo mismo.

En los países donde ya hay auténticos partidos marxista-leninistas, China fabrica esos pretendidos partidos comunistas marxista-leninistas para propagar las tesis revisionistas, antimarxistas y proimperialistas de la China de Mao Zedong, contra el marxismo-leninismo, contra nuestro partido y todos los demás partidos auténticamente marxista-leninistas.

Esta feroz corriente revisionista china se suma a la otra feroz corriente revisionista, la soviética. En esencia, ambas son idénticas y constituyen una gran fuerza, una fuerza colosal contra la revolución. Nosotros, los marxista-leninistas que militamos en los auténticos partidos comunistas marxista-leninistas, debemos enfrentar y desenmascarar esta furiosa corriente antimarxista, que utiliza todos los medios a su alcance para engañar al proletariado mundial con el objetivo de hacerle cesar su lucha, de conducirle a una «paz de clases» con su rabioso enemigo, el gran capitalismo mundial que le oprime. Esta es la labor que realizan los dos Estados socialimperialistas, el soviético y el chino, uno ya constituido y el otro en formación, pero que no se detendrá hasta conseguirlo.

No debemos perder de vista el hecho de que, en estas condiciones, la lucha contra los revisionistas chinos es inevitable y que si no es hoy será mañana que se convertirá en más abierta. A la estrategia capitulacionista capitalista y socialimperialista del revisionismo chino debemos oponer nuestra estrategia revolucionaria marxista-leninista. No debemos alimentar ninguna ilusión acerca de que los revisionistas chinos puedan corregirse, ni debemos tener la menor vacilación en lo que se refiere a nuestra actitud hacia ellos.

Naturalmente debemos agrupar nuestras fuerzas para librar batalla, encontrar el momento más oportuno para lanzar nuestros proyectiles y hacerlo, esto es indispensable, con la máxima eficacia, porque tenemos en frente a dos Estados poderosos desde cualquier punto de vista que se les mire, excepto en los aspectos ideológico y político. Estos dos grandes Estados económica y militarmente poderosos, pero política e ideológicamente débiles, no pueden hacernos nada, debido a que nuestra ideología marxista-leninista es una ideología infalible, y por eso desenmascararemos y venceremos a los enemigos. Si sabemos, como hasta ahora, utilizar debidamente y en el momento oportuno nuestra lucha contra los enemigos de la revolución, del proletariado y del socialismo, es seguro que venceremos.

Es evidente que la actual estrategia de China es contrarrevolucionaria y camina pareja y en alianza con la estrategia del imperialismo norteamericano. Así pues, el Partido del Trabajo de Albania y todos los demás partidos comunistas marxista-leninistas deben oponer a estas dos estrategias idénticas sus estrategias revolucionarias marxista-leninistas. El tiempo y las circunstancias nos indicarán los métodos y las formas de lucha que emplearemos. Debemos encontrar las tácticas más apropiadas, y las encontraremos, sabiendo que estas tácticas, a medida que pase el tiempo y que la lucha entre nosotros y nuestros enemigos se haga más encarnizada, dejarán de tener la prudencia que les caracteriza en la actualidad. Esta prudencia, en algunas de nuestras tácticas, es lógica y necesaria, ya que con nuestra lucha perseguimos dos objetivos: primero, desenmascarar al imperialismo norteamericano, al socialimperialismo soviético, a los revisionistas modernos chinos y a todos sus sostenedores; y segundo, aclarar en lo posible a los pueblos, al proletariado, a los comunistas, incluidos los comunistas honestos que militan en los partidos que han traicionado, a fin de que sigan el camino revolucionario, marxista-leninista. Jamás debemos olvidarnos de esto.

Ciertamente, nuestras ideas y concepciones revolucionarias no encontrarán la difusión que deseamos en todos esos países, porque, sobre todo en los Estados revisionistas se establecerá una censura fascista rigurosa y abyecta en contra de nuestras ideas, pero las ideas triunfantes del marxismo-leninismo no pueden ser encerradas entre cuatro muros. A pesar de esta censura rigurosa, penetrarán, no sólo porque las defendemos nosotros, sino también a causa de las contradicciones internas que existen en estos países entre el proletariado, en unidad con el pueblo deseoso de libertad, por un lado, y las bandas dirigentes revisionistas y fascistas que han tomado el poder y se esfuerzan por restaurar el capitalismo y liquidar la dictadura del proletariado, por el otro. En todos estos países existen fuerzas revolucionarias, marxista-leninistas, pueblos que comprenden lo que ocurre y que resisten de manera pasiva, pero esta resistencia pasiva se transformará en activa, se multiplicará y llegará el momento decisivo en que el proletariado y los pueblos se pondrán en pie». (Enver Hoxha; El «padre» y sus «hijos» bastardos; Reflexiones sobre China, Tomo II, 1 de agosto de 1977)

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