miércoles, 27 de enero de 2016

Los lazos del revisionismo coreano con el revisionismo soviético: sumisión ideológica y dependencia política y económica del socialimperialismo soviético; Equipo de Bitácora (M-L), 2015

Gorbachov y Kim Il Sung en la década de los 80

«Decir que tras el fallecimiento de Iósif Stalin en 1953, rápidamente los revisionistas soviéticos con Nikita Jruschov a la cabeza establecieron una serie de reformas políticas económicas e ideológicas en pro de restaurar el capitalismo. En lo tocante al mantenimiento y defensa de la teoría marxista-leninista, la nueva dirección jruschovista, no la defendía en el interior y no tenía ninguna intención de defenderla en el exterior. Ergo en las relaciones con otros partidos, se abrió la veda de «libertad ideológica» para que cada partido comunista tomara su propio camino para crear un «socialismo específico», lo que traducido según el sentido jruschovista es: traicionar al socialismo como buenamente quisiera cada uno, a condición de que todos y cada uno de ellos declararan que la Unión Soviética seguía siendo un país socialista –y no un país revisionista y capitalista–, que la nueva dirección jruschovista era revolucionaria –y no revisionista y contrarrevolucionaria–, y que las relaciones entre la Unión Soviética y los países de democracia popular estaban basadas en el internacionalismo –y no en la explotación neo-colonial–:

«Si los elementos proburgueses de las democracias populares tenían interés en apoyarse en la dirección revisionista soviética, los revisionistas soviéticos tenían interés en sostener a los revisionistas indígenas con vistas a transformar a los países de ex democracia popular en neocolonias, y seguirían apoyándolos en la medida en que estos revisionistas no se opusieran a su integración en la esfera de influencia del social imperialismo soviético». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo 2007)

Hubo dos tipo de casos: (1) el de los viejos desviacionistas y revisionistas que irían tomando el poder aupados en gran parte por la injerencia de los revisionistas soviéticos, como Władysław Gomułka en Polonia o Imre Nagy en Hungría; y, (2) otros que se destaparían de forma abierta como revisionistas –y que en muchas ocasiones ya habían sido reprendidos precisamente por sus desviaciones por los marxista-leninistas– como Mao Zedong en China o Gheorghiu-Dej en Rumanía, quienes rápidamente aceptaron el nuevo curso de los revisionistas soviéticos creyendo que era la forma más fácil de implementar sus ideas revisionistas que antes no podían ser expuestas del todo bajo la lente del movimiento y campo marxista-leninista previo a 1953.

En el caso del revisionismo coreano de Kim Il Sung, ya que advertimos que sus raíces teóricas corresponden al revisionismo chino, tendría que meterse en el grupo de revisionistas de los de segundo tipo, esos que presentaron serias desviaciones ya en vida de Iósif Stalin, y que posteriormente se destaparían como revisionistas por completos, apologistas de la «vía específica» al «socialismo» –métodos heterodoxos y «heréticos» de ir del capitalismo al comunismo– y adalides de aplicar las «condiciones «específicas» del país –condiciones específicas que por supuesto inventabas o exageraban para consumar sus teorías oportunistas– y finalmente como teóricos de un «pensamiento superior» al marxismo-leninismo –y claro que ni era superior al marxismo-leninismo, ni siquiera mejor enmascarados que otros revisionismos–. Eran miembros oportunistas que pudieron tapar su oportunismo con el desarrollo de los acontecimientos o con las tareas propias del partido y la etapa. ¿A qué nos referimos? A que tanto los viejos desviacionistas y revisionistas condenados rápidamente, como los revisionistas emboscados que finalmente tardarían más tiempo en sacar a la luz su verdadero pelaje, tarde o temprano, acababan revelando su naturaleza reaccionaria por el discurrir de la dialéctica y las tareas del partido comunista en su lucha por construir el socialismo y el comunismo. Pero hay que comprender que era mucho más fácil para estos últimos permanecer ocultos en los partidos comunistas en periodos en que el partido mantiene tareas más generalizadas y simples, donde incluso su discurso es más amoldable y aceptable, sin que levante sospechas:

«¿Por qué se descubren las debilidades teóricas de Władysław Gomułka y otros revisionistas en la etapa concreta de paso a la etapa socialista, a la etapa de la construcción económica del socialismo y la eliminación por tanto de las clases explotadoras como tales? Por la sencilla razón de que a los oportunistas y vacilantes les es mucho más fácil camuflar su pelaje revisionista, o su debilidad teórica, en periodos «defensivos» como puede ser la lucha antiimperialista o la lucha antifascista, es decir, cuando las tareas del partido comunista son más generales y generalmente «más sencillas», en las que además se necesita de la alianza con amplias capas de la población y sus organizaciones; ese camuflaje les resulta imposible cuando el partido está a la «ofensiva» como puede ser en la toma de poder y sobre todo en la construcción económica del socialismo, cuando las tareas se tornan más complejas y es necesario tener los conocimientos teóricos concretos que rigen la praxis, cuando ciertas capas de la población y sus organizaciones antes aliadas ahora vacilan o se niegan a avanzar. Por ello, muchos de los revisionistas históricos han podido pasar desapercibidos durante ciertas etapas «defensivas», destapándose poco después en las ofensivas». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)

Si bien en periodos «defensivos» a los revisionistas les es más fácil camuflarse, no significa que estos oportunistas intenten amoldar sus propias teorías e imponerlas al partido en estos periodos, de hecho si miramos el caso del revisionismo polaco su líder Władysław Gomułka fue finalmente descubierto en la etapa ofensiva de construcción económica del socialismo, pero ya en el periodo defensivo de lucha antifascista y antifeudal, el Partido Obrero Polaco ya detectó y corrigió sus intentos de llevar al partido por el camino del oportunismo negando el rol de la clase obrera y su partido en el frente antifascista. Pero es obviamente en periodos «ofensivos» donde estos elementos se destapan más fácilmente, de ahí la negativa de Gomułka a seguir al partido en el inicio de la colectivización del campo o la negativa a comprender la necesidad del establecimiento y fortalecimiento de la dictadura del proletariado.

Es por eso que los marxista-leninistas somos partidarios de ser firmes como el acero y criticar las actitudes insanas y antimarxistas en nuestros miembros en cualquier periodo, pues de otro modo, pasará como ha ocurrido históricamente, dará lugar a que los oportunistas aniden y se desarrollen en el partido. Se deben condenar tanto las desviaciones sobre la etapa presente –por ejemplo el papel del partido comunista en el frente antifascista durante la lucha antifascista, o el papel del partido comunista en la construcción económica del socialismo en la revolución socialista– sin que esto no signifique que dejemos de criticar desviaciones de la siguiente etapa si ya notamos entre nuestros miembros tales deficiencias –por ejemplo si en la etapa antiimperialista y antifascista se habla de la «no necesidad de la dictadura del proletariado», o de la «integración de la burguesía nacional» para la próxima etapa de revolución socialista–.

Otro factor, para la proliferación de oportunistas en el partido sin que los miembros revolucionarios noten su presencia, son las propias condiciones internacionales, que conduzcan al partido a una etapa «defensiva», como podría ser la Guerra de Corea de 1950-1953, y donde como hemos dicho las tareas impliquen un programa más amplio y tareas más generalizadas. También la lucha de clases a nivel internacional, puede estimular a los oportunistas a resguardar exponer y querer implantar sus tesis en el partido, como pudieron ser periodos como el de la crítica al revisionismo yugoslavo en verano de 1948.

¿Cómo afrontarían los revisionistas coreanos el XXº Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética de 1956 y la descara injerencia y exigencias del revisionismo soviético y del revisionismo chino en los asuntos del Partido del Trabajo de Corea? Veamos que decía Enver Hoxha de sus memorias sobre Corea del Norte durante 1956:

«La avispa revisionista había comenzado a clavar también allí su aguijón envenenado. Kim II Sung, en las conversaciones oficiales que desarrollamos, nos habló de un acontecimiento que les había ocurrido en el pleno del Comité Central de su partido reunido después del XXº Congreso del PCUS de 1956. «Después del informe que presente –nos dijo Kim Il Sung–, dos miembros de nuestro Buró Político y algunos miembros del Comité tomaron la palabra para decir que las enseñanzas del XXº Congreso del PCUS de 1956 y la cuestión del culto a la personalidad entre nosotros, en Corea, no habían sido valoradas debidamente, que no se llevaba a cabo una lucha consecuente contra el culto a la personalidad, etc. Nosotros –dijeron ante el pleno– no hemos alcanzado resultados políticos y económicos según la plataforma del XXº Congreso del PCUS de 1956 y en torno a nuestro Comité Central se ha juntado gente incapaz. En una palabra –continuó Kim II Sung– estaban atacando la línea de nuestra dirección, su unidad. Todo el Comité Central –concluyó– se levantó contra ellos». «Y ¿qué actitud han adoptado a este respecto? –le pregunté–». «El pleno les criticó y eso es todo –me respondió Kim II Sung, y añadió: inmediatamente después de esto los dos huyeron a China». «¡¿A China?! –dije– ¿Y qué hacen allá?». «Nuestro Comité Central –me respondió Kim II Sung–, los ha calificada de elementos antipartido y hemos escrito a la dirección China pidiendo su extradición a toda costa. Aparte de otros errores, han cometido el grave acto de su huida. Pero los camaradas chinos no nos lo han entregado. Así hoy todavía están allí». (Enver Hoxha; Los jruschovistas, 1980)

viernes, 22 de enero de 2016

Rumanía y China siguen la misma línea; Reflexiones sobre China; Enver Hoxha, 30 de septiembre de 1975

Hoy queríamos resaltar de nuevo otro de los puntos interesantes del revisionismo; las alianzas pragmáticas típicas de la política exterior burguesa, y el entendimiento con otras ramas del revisionismo moderno. Además tocaremos en el análisis algunas de las características del revisionismo rumano.

Analizando en pleno 1971 la deriva claudicadora del revisionismo chino, Enver Hoxha señalaba que pese a las peroratas de Pekín sobre; «no somos un gran Estado», «nosotros no nos convertiremos en una superpotencia», lo cierto era que China intentaba por todos los medios que los partidos a los que de una u otra forma influenciaba aceptaran su política exterior la cual sin duda iba por ese camino que negaba. 

El caso más famoso de estas tiranteces fue la negación del Partido del Trabajo de Albania a aceptar la «teoría de los tres mundos». Hay que recordar que el fin de esta teoría de los «tres mundos» era el de satisfacer la estrategia de convertir a China en una superpotencia, todo eso suponía inevitablemente la ampliación de China y sus relaciones exteriores. En este caso se pretendía lograr tal fin hegemonista apoyando al bloque imperialista abanderado por los Estados Unidos contra el bloque imperialista abanderado por la Unión Soviética revisionista –bajo la excusa de «aprovechar las contradicciones interimperialistas»–, no por otra razón se intentaba desde el lado chino atraer a los países del bloque estadounidense y a los países del bloque revisionista soviético –países del «segundo mundo» según esta teoría–, más los heterogéneos países del «tercer mundo» para conformar un frente común antisoviético:

«Ahora con esta línea, avanza la detente y las relaciones con el imperialismo estadounidense y los otros países capitalistas. (...) También en lo que respecta a los partidos revisionistas, el Partido Comunista de China está cambiando de estrategia y de tácticas para agrupar a los partidos revisionistas que tienen contradicciones con los soviéticos, al igual que hará esfuerzos por ganarse al «tercer mundo». La línea china, montada y establecida de común acuerdo con Ceaușescu y Carrillo, confirma una vez más, nuestros puntos de vista y previsiones. China avanza rápida y gradualmente hacia su conversión en una gran potencia revisionista». (Enver Hoxha; Los chinos luchan por arrebatar a los soviéticos la hegemonía en el campo revisionista; Reflexiones sobre China, Tomo II, 25 de febrero de 1972)

En este proceso ya de por sí antimarxista, China llego apoyar la existencia de la OTAN, y además fue uno de los principales sostenedores de la creación de la actual Unión Europea –antes llamada Comunidad Económica Europea– como «bastión contra la Unión Soviética», y en igual intención, estableció lazos más fuertes con los partidos revisionistas o gobiernos antisoviéticos que mantenían divergencias con los soviéticos; ya fuera estos representantes: Ceaușescu en Rumanía, Carrillo en el Partido Comunista de España, Tito en Yugoslavia, Marcos en Filipinas, Suharto en Indonesia, o el Sha en Persia. He por ello que el albanés estaba en lo justo cuando afirmaba que: 

«Su «antirevisionismo» respecto a los jruschovistas no se basa, pues, en la ideología marxista-leninista. No combaten al revisionismo soviético desde posiciones de principio. Por el contrario, para los chinos todos los antisoviéticos son buenos, se alinean con ellos, independientemente de quiénes sean estos antisoviéticos: sea titoistas-revisionistas, traidores al marxismo-leninismo, agentes de los estadounidenses; sean revisionistas rumanos, ligados a los estadounidenses y a la reacción europea, o sean burgueses reaccionarios. Basta con ser antisoviético para tener la simpatía de los chinos. Esta actitud antimarxista ha metido actualmente a China en un callejón sin salida, en un camino que, en caso de no abandonar, la conducirá derecho a la traición. El imperialismo y el revisionismo moderno conocen estos puntos de vista antimarxistas de China en la política que sigue contra la Unión Soviética y tanto el uno como el otro hacen esfuerzos por aprovecharlos al máximo». (Enver Hoxha; Alineación antimarxista; Reflexiones sobre China, Tomo II, 27 de julio de 1971)

Esto nos conduce a China y su apoyo al revisionismo rumano, a su  soporte a Nicolae Ceaușescu y al revisionismo rumano era algo habitual en la política exterior china. El Comité Central del Partido Comunista de China, solía recitar las siguientes alabanzas:

«Desde el XIº Congreso del Partido Comunista Rumano de 1974, el pueblo rumano dirigido por el Partido Comunista Rumano (PCR) encabezado por el camarada Ceaușescu, ha logrado nuevos e importantes éxitos en la causa de la construcción socialista sosteniendo la independencia y autodecisión y trabajando duro. El Partido Comunista Rumano ha conducido al pueblo rumano a librar una persistente y heroica lucha en defensa de la independencia nacional y la soberanía estatal. El Partido Comunista Rumano ha hecho positivas contribuciones a la causa revolucionaria de los pueblos del mundo luchando contra el imperialismo y el hegemonismo, combatiendo el colonialismo y neocolonialismo y apoyando la justa lucha de las naciones y pueblos oprimidos. El XIº Congreso del Partido Comunista Rumano de 1974 se celebra en una excelente situación internacional. Estamos convencidos que el congreso seguramente estará insipirado en el pueblo rumano y en la marcha adelante por conseguir nuevas victorias en la causa de la construcción socialista. Los dos partidos y pueblos chino y rumano siempre se han apoyado y alentado el uno al otro en la lucha contra el imperialismo y la causa de al construcción socialista. Nuestra amistad está basada en el marxismo-leninismo y el internacionalismo proletario». (Pekín Informa, Vol. 17, No. 48, 29 de noviembre de 1974)

Por supuesto estos epítetos chinos de pintar a Ceaușescu de: «guardián de la pureza del marxismo-leninismo en el PCR», de «luchador incansable de la independencia y soberanía nacional de su país», de «conservar una Rumanía socialista», de «oponerse al colonialismo y el neocolonialismo», de «una intransigente lucha contra el imperialismo», etc. no eran más que una broma pesada para los marxista-leninistas y cualquier revolucionario sincero que estuviera un poco informado del carácter de la política interna régimen de Ceaușescu y de su política exterior.

En cuanto a la línea interior rumana no hace falta detendremos en analizar a Nicolae Ceaușescu, simplemente con ver el historial de su predecesor Dej –seguramente uno de los chaqueteros y oportunistas más impresentables de la historia– y sabedores que Ceaușescu continuó  estela que él dejó, nos es suficiente para entender todo:

«Mientras la resolución del Kominform estuvo en vigor y Stalin vivió, Dej se mostraba un furibundo antititoista. Pero cuando los traidores revisionistas con Jruschov a la cabeza usurparon el poder en sus propios países y cometieron todas las traiciones que ya conocemos, entre otras hacer la corte a Tito, Dej fue uno de los primeros que cambió de casaca, que cambió de color como el camaleón. Todo lo que antes había sostenido lo borró de un plumazo, se autocrítico públicamente y al final marchó a Brijuni para pedir públicamente perdón a Tito. Así, Dej recobró su verdadero molde, tal era en realidad, el de un oportunista con muchas banderas». (Enver Hoxha; Los jruschovistas, Memorias; 1980)

Dej desató una represión contra los marxista-leninistas a través de falsas acusaciones y valiéndose del poder en el partido y de sus aliados oportunistas. Hablando de las misteriosas purgas de Anna Pauker o Vasile Luca, Dej se atrevía a reconocer que las purgas ejercidas en el Partido Comunista Rumano (PCR) durante los años 50 no fueron contra elementos derechistas o izquierdistas, sino contra elementos «stalinistas», esto quiere decir que Dej purgó a los marxista-leninistas que le estorbaban:

«Finalmente, en marzo-abril de 1956, una serie de reuniones del comité se convocaron con el fin de informar al aparato superior sobre el XX congreso del PCUS de 1956. Estas sesiones estaban bien orquestadas y destinadas a ser una especie de ritual de purificación en el que se le pidió a cada miembro de la cúpula comunista suprema que se dedicara a la notoria práctica leninista de la crítica y la autocrítica. En el pleno del 23 hasta 25 marzo, Gheorghiu-Dej, presentó un informe del Buró Político –Dare de Seama– en el que criticaba a Stalin y especialmente la práctica del culto a la personalidad. Sin embargo, el discurso secreto no se mencionó explícitamente. En cuanto a las manifestaciones del stalinismo en su propio partido, Gheorghiu-Dej habló sobre stalinistas rumanos sin mencionar nombres, pero insistió que en el PCR se les había expulsado en 1952, y, por lo tanto, implicaba que los stalinistas sólo en Rumanía ya habían sido degradados en su día: Pauker, Luca y Georgescu, y daba a entender que él, Gheorghiu-Dej, merecía todo el crédito por haber iniciado una valiente desestalinización mucho antes del propio XX congreso del PCUS». (Vladimir Tismăneanu; Gheorghiu-Dej y el PCR: de la desovietización al surgimiento del comunismo nacional, 2002)

Dej tuvo un papel central en la defenestración de los veteranos marxista-leninistas griegos, de aquellos héroes de la Guerra Civil Griega 1946-1949. Junto a los jruschovistas se vió obligado a la creación artificial de un nuevo Partido Comunista de Grecia –conocido por sus siglas en griego como KKE– debido a que los marxista-leninistas griegos se opusieron en 1955 a las tesis jrushcovistas y a su tutela:

«La oposición de los comunistas griegos al revisionismo jruschoviano fue expresada en masa. La abrumadora mayoría, 95% de los miembros de la organización del Partido en Taskent se declaró en contra de la intervención jruschoviana en el KKE y defendió la línea revolucionaria del partido y del CC liderado por Nikos Zachariadis mostrando una contundente firmeza y un valor sin precedentes. La actitud de los comunistas cautivos en la cárcel y en los campos de concentración en Grecia fue similar. Fue precisamente esta abrumadora oposición de los comunistas griegos –que oscila desde el 85 al 95% en Taskent y en las Repúblicas Populares– la que impidió que el KKE fuese transformado en un partido burgués de tipo socialdemócrata. (...) Este hecho forzó a los revisionistas jruschovista a crear un partido completamente nuevo en lugar del viejo. En el momento del XXº Congreso del PCUS de 1956, los jruschoviano formaron el infame «Comité Internacional», el cual supuestamente tenía como objetivo examinar la situación en el KKE. (...) Nikos Zachariadis, dirigiéndose a Dej durante uno de las sesiones del comité, dijo lo siguiente en relación a su intromisión en los asuntos internos del KKE: «¿Quién le otorgó el derecho de examinar los problemas del heroico KKE a usted, que durmió en agosto de 1944 bajo fascismo y se despertó un día bajo una República Popular, fundada por los tanquistas rojos que marcharon desde Stalingrado cuando destruyeron la fascista División Rumana y te la ofrecieron a ti como regalo? ¿Qué experiencia tiene usted para criticar la lucha de los comunistas griegos, quienes, dicho sea en su honor, por medio de la lucha, no permitieron ni siquiera a un solo ciudadano griego luchar en el Frente Oriental contra la URSS?». (...) El Comité Internacional intervino abiertamente y sin pretextos en el KKE convocando arbitrariamente el infame «VI Pleno» en marzo de 1956. En este encuentro ilícito el informe no fue leído por un griego, sino por el presidente del «Comité Internacional», Dej. Los antiguos cuadros y los miembros expulsados participaron, pero no el Secretario General, elegido legalmente, del Partido, Nikos Zachariadis. La brutal intervención de los revisionistas jruschovianos a través del «VI Pleno» dio como resultado la liquidación actual del KKE, 1918-1955». (Movimiento por la reorganización del Partido Comunista de Grecia; 1918-1955; La lucha de los comunistas griegos contra el revisionismo, 2012)

Dej mismo, lejos de oponerse a Jruschov y los revisionistas soviéticos, aceptó su orientación ideológica y la dominación económica del socialimperialismo soviético sobre Rumanía a la vez que intentaba luchar desde posiciones nacionalistas, pugnar por mayores cuotas económicas o reivindicaciones territoriales:

«Los rumanos no basan la lucha contra el renegado grupo de Jruschov en el marxismo-leninismo, sino únicamente en antagonismos económicos o en algunas consideraciones nacional-chovinistas». (Enver Hoxha; Los chinos están cometiendo errores de bulto e inadmisibles; Reflexiones sobre China, Tomo I, 4 de septiembre de 1964)

Simplemente el lector debe de saber y pensar que qué tipo de marxismo-leninismo puede haber en figuras como  Nicolae Ceaușescu y su mentor y promotor Gheorghiu-Dej, pues estamos hablando ni más ni menos de elementos que aceptaron y aplicaron las teorías de los jefes revisionistas soviéticos de los XXº, XXIº, y XXIIº Congreso del PCUS y siguientes sin rechistar; que honestidad había en quienes enlodaron la reputación de Stalin y renunciaron a su obra teórico-práctica públicamente; que honor puede haber en quienes rehabilitaron a los desviacionistas y reconocieron haber trabajado y siguieron trabajando para expulsar, encarcelar o asesinar a los  «stalinistas» –marxista-leninistas–; qué tipo de coherencia revolucionaria e internacionalismo proletario había en una línea exterior de amistad con la Yugoslavia capitalista-revisionista de Tito –quién Stalin calificó con toda justicia de nacionalista-burgués y agente del imperialismo– y así etc. 

En el plano exterior de estos dos países –China y Rumanía– podíamos encontrar una sumisión a los Estados Unidos y a toda su política exterior –inclusive un apoyo explícito de guerrillas, partidos y gobiernos anticomunistas proestadounidenses por todo el globo–. Bien conocido es por ejemplo las estrechas relaciones de amistad de Ceaușescu con Nixon, la Reina Isabel II o el Rey Juan Carlos II; o el apoyo público a las teorías de Carrillo o Tito; o el apoyo incluso militar y económico a Mobutu o a la guerrilla proestadounidense del Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA). Lo curioso es que China realizaba exactamente los mismos movimientos y tenía las mismas alianzas con estos gobiernos, partidos y personajes.

Hay que hacer otro apunte sobre el revisionismo rumano: pese a la fama de oposición al Kremlin en los 70, las tiranteces de Rumanía con la Unión Soviética eran mera formalidad pues a la hora de la verdad existía una participación en las estructuras económico-militares estratégicas de la Unión Soviética –el caso rumano es similar al coreano pero más pronunciado por su estancia no solo en el Consejo de Ayuda Económica Mutua sino también en el Pacto de Varsovia– por lo que su antisoviétismo también era fingido y por motivos chovinistas:

«No hay que dejarnos engañar por estas supuestas diferencias. Es claro que entre los países neocoloniales y la Unión Soviética socialimperialista existían serías contradicciones, pero no dejaban de ser polémicas sobre bases nacionalistas, burguesas, contradicciones entre dirigencias revisionistas, antimarxistas, y anticomunistas. No eran ni mucho menos una lucha progresista ni una dirigencia revolucionaria la de estos liderazgos revisionistas de los países neocoloniales. (...) Los revisionistas coreanos no podían como hemos dicho saltarse la ley del jruschovismo de que «cada partido comunista tomara su propio camino para crear un «socialismo específico», lo que traducido según el sentido jruschovista es: traicionar al socialismo como buenamente quisiera cada uno, a condición de que todos y cada uno de ellos declararan que la Unión Soviética seguía siendo un país socialista –y no un país revisionista y capitalista–, que la nueva dirección jruschovista era revolucionaria –y no revisionista y contrarrevolucionaria–, y que las relaciones entre la Unión Soviética y los países de democracia popular estaban basadas en el internacionalismo –y no en la explotación neocolonial–. También hay que entender una cuestión fundamental, que no se puede obviar en todo tipo de relación entre los países revisionistas-capitalistas y la extinta Unión Soviética. Esta complicidad política era la consecuencia de la sumisión económica que Kim Il Sung, y el resto de revisionistas coreanos, que sometió a Corea del Norte frente a la Unión Soviética socialimperialista». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo coreano: desde sus raíces maoístas hasta la institucionalización del «pensamiento Juche», 2015)

Históricamente, ya en época de Stalin, fue el revisionismo yugoslavo el primer revisionismo establecido en un Estado que permitió la entrada masiva de inversiones, créditos y empresas de Estados Unidos y otros, pese a que todos los comunistas precisamente estuvieran luchando contra tal proceso de neocolonización que Estados Unidos estaba ejerciendo a través del Plan Marshall en Francia, Italia, Bélgica, Alemania Occidental, Grecia, etc. Oficialmente las «ayudas» tanto al régimen franquista de España como al régimen titoista de Yugoslavia no entraban oficialmente dentro del Plan Marshall, pero las ayudas tenían el mismo objetivo neocolonizador. Después, tras la muerte de Stalin, los diferentes «revisionismos menores», copiaron la vía yugoslava de «construcción del socialismo con asistencia del capital imperialista»:

«Los chinos nos dicen que su liderazgo entiende porque Rumanía está recibiendo créditos de los imperialistas y aplicando una política conciliadora con los titoistas, porque no tiene otra alternativa, de lo contrario Rumanía se arruinaría. Este punto de vista de los camaradas chinos es totalmente revisionista. En otras palabras, los chinos sostienen que los créditos de los Estados Unidos pueden ser aceptados, y creen que el socialismo puede ser asistido por el imperialismo. (...) ¡No! Nunca nos pondremos de acuerdo con estos puntos de vista oportunista de los camaradas chinos! ¿Qué sucede con las tesis de que «el socialismo debe ser construido sobre la base de la autosuficiencia», cuando, según ellos, puede aceptar créditos, incluso desde los Estados Unidos?». (Enver Hoxha; Esto quiere decir que cambia de cualquier forma el golpe del viento; Reflexiones sobre China; Tomo I, 18 de agosto de 1964)

Ambos –rumanos y chinos– siguieron la vía yugoslava de «construcción del socialismo» en base a los créditos del imperialismo, lo que por ejemplo en el caso rumano derivaría en un endeudamiento brutal con el capital del Fondo Monetario Internacional y similares instituciones capitalistas que por ello además obligaban a realizar reformas, lo que era un bucle, esto produciría la autodestrucción de este régimen –entre otros factores–:

«La participación en el Fondo Monetario Internacional en algunos países de Europa del Este, como Yugoslavia, que ha sido miembro desde su fundación, Rumanía, que lo es desde principios de los años 70, Hungría desde 1982 y Polonia desde 1985, y la necesidad de nuevos préstamos para cubrir los antiguos, fue aprovechada por esta organización para lograr  sus intereses. En primer lugar, le pidió a estos países a que tomaran nota de la situación actual de la economía y definieran el camino a seguir para transformarlo, hacerle modificaciones estructurales, limitaciones de las importaciones e inversiones, etc. Es en este contexto que encaja las medidas adoptadas en estos países para elevar los precios de los bienes de consumo y devaluar su moneda frente al dólar. En los años 1981, 1983 y 1984, Rumanía ha devaluado tres veces el leu y el dólar subió 4,5 a 21,5 frente al leu. Polonia, con su entrada en el FMI, operaba con una devaluación del zloty en un 30 por ciento, mientras que Hungría ha pasado el dólar 41,3 a 51 forint. De modo general, la política del FMI con respecto a los países que piden préstamos, independientemente de los matices y los rasgos específicos que revistan según los diferentes Estados y los grupos de Estados, parece estar destinado a aumentar la explotación y la expoliación de las amplias masas trabajadoras y acentuar todavía la dependencia de su economía hacia sus exportaciones en las metrópolis. Además, el FMI pregunta y pide informes detallados sobre la situación de la economía de los países prestatarios, sobre sus perspectivas de desarrollo, sobre la política económica que aplicarían según las medidas propuestas por él, y se le ha sido reconocido también el derecho a proceder periódicamente a la comprobación de la aplicación de esta política. Su no aplicación puede conducir hasta el cese de los créditos». (Lulzim Hana; La deuda externa y los créditos imperialistas, poderosos eslabones de la cadena neocolonialista que esclaviza a los pueblos, 1988)

Sin duda, China tenía mucho de que beneficiarse de la relación con estos dos revisionismos –Yugoslavia y Rumanía– a la hora de moverse entre las aguas del oportunismo, más concretamente a la hora de acercarse a los Estados Unidos y sus aliados, los cuales proveían a Rumanía y Yugoslavia de un apoyo total. Y Rumanía tenía mucho que obtener, pues su alianza con China redundaba en reforzar su relación con los Estados Unidos y a su vez esa nueva relación con China servía de mercancía para negociar y chantajear a la Unión Soviética. Por último ambos revisionismos apoyaban la teoría del otro para obtener apoyo público: mientras los rumanos apoyaban la teoría de los «tres mundos» los chinos apoyaban la teoría de los «países no alineados».

El documento:

Ceaușescu y Mao Zedong en 1971

Rumanía y China siguen la misma línea

«¿Qué son estos revisionistas rumanos, con Ceaușescu a su cabeza, a los que los chinos quieren y sostienen tanto?

En estos últimos tiempos altas personalidades del partido y del Estado rumano entran y salen de China como si se tratase de su propia casa, se entrevistan con altas personalidades del Buró Político, negocian, se besan y se abrazan, escriben y se ensalzan mutuamente.

Es cierto que la burguesía rumana es conocida en la historia por su gusto al «amor». Ella ha hecho el «amor» con todos, en no importa qué momento; la burguesía rumana, por ejemplo, se ha acostado con la Francia burguesa, la nueva burguesía revisionista ha hecho y hace lo mismo con la Unión Soviética de Jruschov, con la China de Mao, con la Yugoslavia de Tito, con los Estados Unidos de América, con la República Federal Alemana y con todos los que la mantienen. Esto está claro para todo el mundo menos para los chinos. Para los chinos la Rumanía de Ceaușescu está «en contra de la Unión Soviética»; por eso «es socialista», «el partido rumano es un partido marxista-leninista». Todo esto carece de fundamento. La verdad es lo contrario.

En caso de que haya una brizna de antisovietismo en Ceaușescu, ello se debe a que es un aventurero de tipo jruschovista, titoista, etc., que ha ocupado una posición de proxeneta, e incluso es muy probable que a sabiendas de los soviéticos y con su ayuda, y el proxeneta vive sin ser importunado por ellos. Vive con el dinero de los Estados Unidos de América, de la República Federal Alemana y de todos aquellos que le pagan. El régimen de Ceaușescu es un régimen de corrupción, de bancarrota, de dictadura personal y familiar.

¡Qué vergüenza para los chinos la de calificar de marxista-leninista a tal partido y de considerar a un aventurero como Ceaușescu de «gran político»!

Pero ¿por qué los chinos adoptan esta actitud respecto a Rumanía y Ceaușescu? Sólo hay una explicación: ellos se entienden bien, sus políticas concuerdan en la estrategia y en la táctica. Los rumanos toman poses de antisoviéticos, los chinos son antisoviéticos. Los rumanos son amigos de los estadounidenses y han intercedido, reconciliando a los chinos y los estadounidenses. Nicolae Ceaușescu y Emil Bodnăraș fueron los «padrinos» de la amistad chino-estadounidense, que se parece a los lazos rumano-soviéticos o soviético-estadounidenses. Estos, de puertas para fuera se insultan mutuamente, pero de puertas para dentro practican la sodomía política, comercial, etc.

Los rumanos están por una política amplia con los capitalistas de Europa, a los cuales Rumanía se ha vendido, supuestamente para defenderse de los soviéticos. China asimismo está por una política de aproximamiento con la reacción europea, pero de hostilidad hacia los soviéticos. La táctica de los chinos en este sentido es la siguiente: «¡Guárdate, Europa, porque la Unión Soviética te devorará por medio de una guerra!».

Por lo tanto, Rumanía y China siguen la misma línea. La primera recibe créditos de Europa, China todavía no, pero, como quiera que sea, realiza un comercio «interesante». Rumanía tiene un «hombre» poderoso, los Estados Unidos de América, del cual obtiene dólares y otros favores, mientras que China comercia con los Estados Unidos de América, hace compraventa con ellos, recibe, más que envía, grupos de personas de toda especie que acoge calurosamente.

Ceaușescu ha empezado a efectuar viajes diplomáticos imperiales a todos los países del mundo. A  Ceaușescu se le ve más en el exterior de Rumanía que en el interior. ¿Qué hace en el extranjero? Compra y vende, anuda y desanuda acuerdos, recibe algún avance y hay quien le da alguna condecoración. Ceaușescu está suplantando a Tito en las transacciones intérlopes en los diversos continentes.

En el mundo, China no se comporta como Rumanía; es partidaria de la táctica de la «apertura», del «reconocimiento», pero, hoy por hoy, no hace indecencias como Rumanía. Esta ha abandonado el comunismo y la revolución. China nada en las mismas aguas. Se ha declarado miembro del «tercer mundo», pero si se forma parte del «tercer mundo», se pertenece también al «mundo no alineado». En cuanto a la diferencia que hay entre el «tercer mundo» y el «no alineado», son la «teoría» de Tito y la «teoría» de Deng Xiaoping, que inauguró la entrada de China en «dicho mundo», las que saben explicarla.

¡Todo esto es, pues, entre otras cosas, lo que hace de Rumanía la «primera amiga de China»!

Nosotros condenamos la política antimarxista, proestadounidense y prorrevisionista de la dirección rumana. Natural-mente esta actitud nuestra provoca la frialdad de China hacia nosotros.

En China se realiza una gran propaganda en favor de Rumania. Una persona en Shanghái ha dicho a un camarada nuestro: «En Albania, unos agentes soviéticos han organizado un putsch para derrocar vuestro Gobierno, pero dos divisiones rumanas han acudido en vuestra ayuda y han salvado la situación». No creo que esta persona haya sido impulsada desde arriba a decir tal cosa, sino que debe ser algún elemento hostil, o algún elemento que, sabiendo el asunto de Beqir Balluku, y relacionándolo con «su aliada fiel, Rumanía», montó esta trama.

Esta es la política internacional de Rumanía, éstas son las consideraciones de China respecto a ella. Nosotros estamos a la vez contra la una y contra las consideraciones de la otra, y basamos nuestra actitud en análisis realistas, hechos a través del prisma del marxismo-leninismo.

Es sabido que Rumanía sigue «una gran política» en Europa y en el mundo, pero además intenta tomar en sus manos la batuta del director de orquesta de la política balcánica. Ni más ni menos: Chaush [1], preconizando una reunión de todos los dirigentes de los Estados balcánicos, reunión a la que serían invitados los Estados Unidos de América y también Italia, quiere convertirse en el bash-chaush [2] de los Balcanes. Así la «pequeña hermana latina», que junto con su gran hermana latina, es conocida por su colaboración en el fascismo y la sumisión al imperialismo estadounidense, sueña con llevarnos al redil de los estadounidenses.

Rumania sabe de sobra que esta propuesta suya es una pompa de jabón pero, poco importa, la pompa, antes de explotar, tiene «algunos colores» irisados.

¿En qué consiste el antisovietismo de Ceaușescu? En nada importante. Aparentemente no participa con sus tropas en las maniobras del Pacto de Varsovia, pero forma parte de sus estados mayores. Rumanía es miembro del Pacto de Varsovia y lo seguirá siendo. Está hundida hasta el cuello en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), pero de vez en cuando muestra alguna oposición, da alguna coz, pero los mismos búlgaros que son «uña y carne» con los soviéticos, también lanzan alguna coz al CAME.

Entonces ¿de qué manera se manifiesta su antisovietismo? ¡¿Será que no han llegado al punto de los dirigentes búlgaros?! Pero están muy próximos a ellos si es que no han ido más lejos. Los búlgaros, si se presenta la oportunidad, son capaces de dar un «golpe» imprevisto, mientras que los rumanos no son muy «hombres». (Enver HoxhaRumanía y China siguen la misma línea; Reflexiones sobre China, 30 de septiembre de 1975)

Anotaciones de Enver Hoxha:

[1] Sargento - en turco

[2] Sargento mayor - en turco

jueves, 21 de enero de 2016

Lenin sobre la necesidad de que el proletariado aprenda el manejo de las armas para liberarse


«
Una clase oprimida que no aspirase a aprender el manejo de las armas, a tener armas, esa clase oprimida sólo merecería que se la tratara como a los esclavos. Nosotros, si no queremos convertirnos en pacifistas burgueses o en oportunistas, no podemos olvidar que vivimos en una sociedad de clases, de la que no hay ni puede haber otra salida que la lucha de clases. En toda sociedad de clases –ya se funde en la esclavitud, en la servidumbre, o, como ahora, en el trabajo asalariado, la clase opresora está armada. No sólo el ejército regular moderno, sino también la milicia actual incluso en las repúblicas burguesas más democráticas, como, por ejemplo, en Suiza, representan el armamento de la burguesía contra el proletariado. Esta es una verdad tan elemental, que apenas si hay necesidad de detenerse especialmente en ella. Bastará recordar el empleo del ejército contra los huelguistas en todos los países capitalistas». (Vladimir Ilich Uliánov; Lenin; El programa militar de la revolución proletaria, 1916)

miércoles, 20 de enero de 2016

Aclaraciones de Lenin sobre las guerras desde el punto de vista de clase del proletariado


«Como argumento fundamental se aduce que la reivindicación del desarme es la expresión más franca, decidida y consecuente de la lucha contra todo militarismo y contra toda guerra.

Pero precisamente en este argumento fundamental reside la equivocación fundamental de los partidarios del desarme.

Los socialistas, si no dejan de serlo, no pueden estar contra toda guerra.

En primer lugar, los socialistas nunca han sido ni podrán ser enemigos de las guerras revolucionarias. La burguesía de las «grandes» potencias imperialistas es hoy reaccionaria de pies a cabeza, y nosotros reconocemos que la guerra que ahora hace esa burguesía es una guerra reaccionaria, esclavista y criminal. Pero, ¿qué podría decirse de una guerra contra esa burguesía, de una guerra, por ejemplo, de los pueblos que esa burguesía oprime y que de ella dependen, o de los pueblos coloniales, por su liberación? En el 5º punto de las tesis del grupo «La internacional», leemos: «En la época de este imperialismo desenfrenado ya no puede haber guerras nacionales de ninguna clase». Esto es evidentemente erróneo.

La historia del siglo XX, siglo del «imperialismo desenfrenado», está llena de guerras coloniales. Pero lo que nosotros, los europeos, opresores imperialistas de la mayoría de los pueblos del mundo, con el repugnante chovinismo europeo que nos es peculiar, llamamos «guerras coloniales», son a menudo guerras nacionales o insurrecciones nacionales de esos pueblos oprimidos. Una de las características esenciales del imperialismo consiste, precisamente, en que acelera el desarrollo del capitalismo en los países más atrasados, ampliando y recrudeciendo así la lucha contra la opresión nacional. Esto es un hecho. Y de él se deduce inevitablemente que en muchos casos el imperialismo tiene que engendrar guerras nacionales. Junius, que en un folleto suyo defiende las «tesis» arriba mencionadas, dice que en la época imperialista toda guerra nacional contra una de las grandes potencias imperialistas conduce a la intervención de otra gran potencia, también imperialista, que compite con la primera, y que, de este modo, toda guerra nacional se convierte en guerra imperialista. Mas también este argumento es falso. Eso puede suceder, pero no siempre sucede así. Muchas guerras coloniales, entre 1900 y 1914, no siguieron este camino. Y sería sencillamente ridículo decir que, por ejemplo, después de la guerra actual, si termina por un agotamiento extremo de los países beligerantes, «no puede» haber «ninguna» guerra nacional, progresiva, revolucionaria, por parte de China, pongamos por caso, en unión de la India, Persia, Siam, etc., contra las grandes potencias.

Negar toda posibilidad de guerras nacionales bajo el imperialismo es teóricamente falso, erróneo a todas luces desde el punto de vista histórico, y equivalente, en la práctica, al chovinismo europeo. ¡Nosotros, que pertenecemos a naciones que oprimen a centenares de millones de personas en Europa, en África, en Asia, etc., tenemos que decir a los pueblos oprimidos que su guerra contra «nuestras» naciones es «imposible»!

En segundo lugar, las guerras civiles también son guerras. Quien admita la lucha de clases no puede menos de admitir las guerras civiles, que en toda sociedad de clases representan la continuación, el desarrollo y el recrudecimiento naturales y en determinadas circunstancias inevitables de la lucha de clases. Todas las grandes revoluciones lo confirman. Negar las guerras civiles u olvidarlas sería caer en un oportunismo extremo y renegar de la revolución socialista.

En tercer lugar, el socialismo triunfante en un país no excluye en modo alguno, de golpe, todas las guerras en general. Al contrario, las presupone. El desarrollo del capitalismo sigue un curso extraordinariamente desigual en los diversos países. De otro modo no puede ser bajo el régimen de producción de mercancías. De aquí la conclusión indiscutible de que el socialismo no puede triunfar simultáneamente en todos los países. Triunfará en uno o en varios países, mientras los demás seguirán siendo, durante algún tiempo, países burgueses o preburgueses. Esto no sólo habrá de provocar rozamientos, sino incluso la tendencia directa de la burguesía de los demás países a aplastar al proletariado triunfante del Estado socialista. En tales casos, la guerra sería, de nuestra parte, una guerra legítima y justa. Sería una guerra por el socialismo, por liberar de la burguesía a los otros pueblos. Engels tenía completa razón cuando, en su carta a Kautsky del 12 de septiembre de 1882, reconocía directamente la posibilidad de «guerras defensivas» del socialismo ya triunfante. Se refería precisamente a la defensa del proletariado triunfante contra la burguesía de los demás países.

Sólo cuando hayamos derribado, cuando hayamos vencido y expropiado definitivamente a la burguesía en todo el mundo, y no sólo en un país, serán imposibles las guerras. Y desde un punto de vista científico sería completamente erróneo y antirrevolucionario pasar por alto o disimular lo que tiene precisamente más importancia: el aplastamiento de la resistencia de la burguesía, que es lo más difícil, lo que más lucha exige durante el paso al socialismo. Los popes «sociales» y los oportunistas están siempre dispuestos a soñar con un futuro socialismo pacífico, pero se distinguen de los socialdemócratas revolucionarios precisamente en que no quieren pensar ni reflexionar en la encarnizada lucha de clases y en las guerras de clases para alcanzar ese bello porvenir.

No debemos consentir que se nos engañe con palabras. Por ejemplo: a muchos les es odiosa la idea de la «defensa de la patria», porque los oportunistas francos y los kautskianos en cubren y velan con ella las mentiras de la burguesía en la actual guerra de rapiña. Esto es un hecho. Pero de él no se deduce que debamos olvidar en el sentido de las consignas políticas. Aceptar la «defensa de la patria» en la guerra actual equivaldría a considerarla «justa», adecuada a los intereses del proletariado, y nada más, absolutamente nada más, porque la invasión no está descartada en ninguna guerra. Sería sencillamente una necedad negar la «defensa de la patria» por parte de los pueblos oprimidos en su guerra contra las grandes potencias imperialistas o por parte del proletariado victorioso en su guerra contra cualquier Galliffet de un Estado burgués.

Desde el punto de vista teórico sería totalmente erróneo olvidar que toda guerra no es más que la continuación de la política por otros medios. La actual guerra imperialista es la continuación de la política imperialista de dos grupos de gran des potencias, y esa política es originada y nutrida por el con junto de las relaciones de la época imperialista. Pero esta misma época ha de originar y nutrir también, inevitablemente, la política de lucha contra la opresión nacional y de lucha del proletariado contra la burguesía, y por ello mismo, la posibilidad y la inevitabilidad, en primer lugar, de las insurrecciones y guerras nacionales revolucionarias; en segundo lugar, de las guerras e insurrecciones del proletariado contra la burguesía; en tercer lugar, de la fusión de los dos tipos de guerras revolucionarias, etc». (Vladimir Ilich Uliánov; Lenin; El programa militar de la revolución proletaria, 1916)

martes, 19 de enero de 2016

El Partido del Trabajo de Albania hablando sobre la esencia y los orígenes del revisionismo chino



«El revisionismo chino apareció abiertamente a comienzos de los años 70, pero no surgió en esa época, y mucho menos después de la muerte de Mao Zedong. Sus orígenes ideoló­gicos y teóricos están en el llamado «pensamiento Mao Zedong», que comenzó a tomar cuerpo particularmente después de 1935, cuando Mao Zedong accedió a la cabeza del partido. Se presentó en un comienzo como «chinización del marxismo-leninismo», y posteriormente como ¡«marxismo-leninismo de nuestra época» o «fase superior del marxismo-leninismo»!

El «pensamiento Mao Zedong», explica el camarada Enver Hoxha, es radicalmente distinto del marxismo-leninismo. Es una amalgama de concepciones que mezcla ideas y tesis tomadas de prestado del marxismo con ideas y tesis confucionistas, budistas, anarquistas, trotskistas, titoistas, jruschovistas, «eurocomunistas» y con fuertes dosis nacionalistas, racistas. Es precisamente esta mezcla de toda suerte de filosofías idealistas, pragmáticas, revisionistas, la que ha convertido el «pensamiento Mao Zedong» en arma de todas las corrientes y líneas fraccionalistas en China, en lucha entre sí o en convivencia temporal.

Por estas razones, el Partido Comunista de China jamás llegó a convertirse en un verdadero partido proletario desde el punto de vista de la ideología, la política, la composición y la construcción organizativa; la revolución democrática burguesa en China no consiguió transformarse en revolución socialista, no condujo a la instauración de una dictadura verdaderamente proletaria ni encaminó el país hacia un verdadero desarrollo socialista.

Mao Zedong, indica el camarada Enver Hoxha, era reputado como un gran marxista-leninista y se autodenominaba comunista. Pero no ha sido tal. Fue sólo un revolucionario demócrata, que unía de manera ecléctica algunos elementos de la filosofía marxista-leninista con el idealismo, con la filosofía burgués-revisionista y con la vieja filosofía china.

Uno de los rasgos más característicos del surgimiento del revisionismo chino, como ideología y como política, es la teoría de los «tres mundos». El camarada Enver Hoxha desenmascara todos los intentos de los dirigentes revisionistas chinos de presentarla como una teoría marxista-leninista. Argumenta cientí­ficamente que es una teoría enteramente contrarrevolucionaria, creada con el fin de dar una «base teórica» a su estrategia de transformar a China en una superpotencia imperialista, y de justificar su política de alianza con los EE.UU., con el Japón y con Europa Occidental, así como su objetivo de sentar la hegemonía sobre los países del llamado «tercer mundo».

El revisionismo chino sigue una política de alianza con el imperialismo norteamericano y con toda la burguesía internacional a fin de beneficiarse de sus ayudas económicas, militares y políticas. Los EE.UU. y las otras potencias capitalistas desarrolladas se mostraron dispuestos a conceder a China estas ayudas, dado que la política de ésta constituye un apoyo a sus planes estratégicos». (Partido del Trabajo de AlbaniaHistoria del Partido del Trabajo de Albania, segunda edición, 1982)

Kim Il Sung y la teoría del Estado de «democracia progresista»; Equipo de Bitácora (M-L), 2015

Kim Il Sung durante los 40

«
La formulación de Kim Il Sung de las tareas y programa de los comunistas para Corea los países son contarías a las tesis de la Komintern –Internacional Comunista– sobre los países coloniales y semicoloniales. Analicemos alguno de sus aspectos:

1) Si miramos los documentos de Kim Il Sung de los años 30, sus análisis lejos de ser dialécticos son tremendamente metafísicos: dogmáticamente impone la idea de que el nuevo régimen que saldrá después de la ocupación de Corea por Japón –y luego en sus escritos de la Segunda Guerra Mundial– debe de ser un Estado intermedio de explotados y explotadores, este pensamiento era reforzado a su razonamiento debido a que toda clase social que haya sido oprimida por el imperialismo japonés debía y merecía ocupar un puesto político en la nueva sociedad. Más allá de medir las fuerzas del partido comunista, su alianza con las capas de las clases trabajadoras, la situación internacional o la propia posición de la burguesía nacional rural y urbana; tan sólo basándose en un análisis menchevique presuntamente a las tareas de carácter antifeudal, antiimperialista, anticolonial que debía enfrentar la revolución coreana, el futuro próximo Estado que debía darse después de la Segunda Guerra Mundial tendría que ser una agrupación de clases explotadas y explotadoras irremediablemente:

«En una palabra, todo el pueblo sintió profundamente a través de su propia experiencia lo miserable que era vivir en la esclavitud colonial del imperialismo, y no pueden tener su propio gobierno. Por esta razón, no sólo el proletariado hoy, sino también todo el resto de las personas, incluyendo a los capitalistas de conciencia no compradora son opuestos a los elementos projaponeses, traidores a la nación y otros reaccionarios que tratan de convertir a nuestro país en una colonia del imperialismo, que de nuevo y están exigiendo la construcción de un Estado democrático independiente y soberano en nuestro país. Por lo tanto, no sólo a los obreros, los campesinos y el resto de las masas trabajadoras, sino también a los capitalistas de conciencia no compradora pueden tomar parte en la construcción de una nueva Corea democrática». (Kim Il Sung; Sobre la cuestión del Frente Nacional Unido, 22 de diciembre de 1945)

Obviamente con estos primeros esquemas, a cualquier marxista-leninista se le viene a la cabeza la teoría revisionista de la «nueva democracia» de Mao Zedong y el revisionismo chino. Comparemos:

«¿Qué es el régimen constitucional de nueva democracia? Es la dictadura conjunta de las diversas clases revolucionarias sobre los colaboracionistas y reaccionarios. Alguien dijo una vez: «Si hay comida, que la compartan todos». Me parece que esto puede servir de metáfora ilustrativa de la nueva democracia. Puesto que la comida debe ser compartida por todos, es inadmisible que un solo partido, grupo o clase ejerza la dictadura». (Mao Zedong; Sobre el régimen constitucional de nueva democracia, 1940)

Los revisionistas coreanos actuaron formularon como los chinos la teoría de que todas las clases «revolucionarias» gobernarían y en donde ninguna predominara sobre ninguna, con esto se lograba dar gran parte de la hegemonía a otros grupos políticos, sobre todo a los que estuvieran en posesión de los medios de producción:

«No es una democracia para una clase, un partido político, una organización o una religión, es una democracia para las grandes masas de personas». (Kim Il Sung; Sobre la democracia progresista, 3 de octubre de 1945)

Todo esto también se reflejaba en el poder político: caer en estas desviaciones era borrar el rol de la clase obrera y su partido no sólo en la lucha sino en el nuevo Estado y en la resolución de las tareas de la etapa:

«¿En qué consiste el oportunismo en lo que concierne a la cuestión del frente nacional? En el hecho de que se pierde de vista la hegemonía de la clase obrera. Aquí reside el error, el soporte real del oportunismo. (...) Al igual que todos los partidos revolucionarios en todo el mundo, nunca hemos planteado la consigna del frente nacional como otra cosa que un frente en el que la clase obrera y su partido es guía, líder y jefe. Cualquier otra forma de comprender el frente nacional debe ser calificado de oportunista. Este oportunismo radica en las espaldas de un cierto número de los camaradas que más tarde cometieron errores de carácter derechista, nacionalista y oportunista en numerosos sectores de trabajo. En su posición de mal enfoque sobre el frente nacional emergía el rasgo que les llevó a tales errores». (Bolesław Bierut; Discurso en el IIIº Pleno del Comité Central del Partido Obrero Unificado de Polonia, 13 de noviembre de 1949)

Por ello se condenaba que esta renuncia se traduce en que:

«La negación de la hegemonía del proletariado y de sus objetivos socialistas en el frente nacional está estrechamente relacionado con el planteamiento de los desviacionistas derechistas y nacionalistas hacia una reducción de las tareas de la clase obrera, a unas tareas de de la clase obrera donde exclusivamente se limita a las tareas de la guerra de liberación, a las tareas de la revolución democrático-burguesa; esto está estrechamente ligado con la negación del hecho de que la agitación que tuvo lugar en las democracias populares es del mismo tipo que la de la Gran Revolución Socialista de Octubre de 1917. Esto está conectado con el intento de contraponer constantemente el camino de las democracias populares al camino soviético, está unido con el plan que actúa en contra de la profundización, agitación, y extensión de la severa lucha de clases que alcance a los kulaks y logre la entrada decisiva del país en el camino de la construcción socialista tanto en la ciudad como en el campo. Por último, se conecta con la creación de teorías radicalmente falsas que consideran el sistema de democracia popular como una «tercera vía», como un camino intermedio entre el camino capitalista y camino soviético». (Hilary Minc; Las democracias populares en Europa del Este, 1949)

2) En este nuevo Estado, según Kim Il Sung, nuevo, jamás visto, en la historia, tendría el nombre de «democracia progresista» ajustada a las realidades de Corea presuntamente, no siendo copia de ningún otro país socialista:

«La democracia a la que nosotros aspiramos es fundamentalmente diferente de la de los países capitalistas del Oeste, ni es una copia servil de la de un país socialista. La nuestra es un nuevo tipo de democracia que se ajusta a la realidad de Corea». (Kim Il Sung; Sobre la democracia progresista, 3 de octubre de 1945)

Esto era una mera copia mecánica del discurso de Mao Zedong y los revisionistas chinos:

«El tipo de régimen democrático que necesitamos ahora no es el viejo ni tampoco el socialista, sino el de nueva democracia, que corresponde a las actuales condiciones de China». (Mao Zedong; Sobre el régimen constitucional de nueva democracia, 1940)

Esto rompe, con los esquemas básicos del marxismo: ¿democracia para quién? ¿y qué clase lidera el nuevo Estado? los revisionistas coreanos ya inicialmente hacían caso omiso como buenos oportunistas a esta sencilla pregunta que aclara si se aplica o no la lucha de clases en beneficio del proletariado, y repiten el mismo error que los chinos:

«Si Mao Zedong se hubiera esforzado por entender a Karl Marx en vez de intentar enriquecer –léase deformar– su doctrina, le hubiera parecido evidente que en cualquier sociedad el poder pertenece a la clase que posee los medios de producción. Entendiendo esto se hubiera evitado formular una teoría utópica y reaccionaria, que coloca en pie de igualdad a explotados y explotadores, clamando lo mucho que estos últimos estaban «oprimidos» por el capital extranjero, para enmascarar el carácter anticolonial nacionalista-burgués de la «nueva democracia». Tratando con su «nueva democracia» con pura sofistería, Mao Zedong en ningún momento plantea de forma clara y concreta la pregunta de todo marxista de: ¿democracia para qué clase? ¡Desde luego al respecto, cualquier marxista tiene derecho a preguntar precisamente cual será el lugar de la clase obrera y el campesinado en la «nueva democracia» cuando la burguesía nacional sigue manteniendo su poder económico! (…) Mao Zedong intentó aislar la esfera de la economía de la esfera de la política, lo que es antimarxista. ¿El poder político puede ser compartido en pie de igualdad por «varias clases revolucionarias», si una de estas clases tiene en poder los medios de producción y de reproducción de su existencia cuando estos medios les faltan a las clases que producen la riqueza, la clase obrera y el campesinado trabajador en este caso? Los marxistas sólo pueden responder a esta pregunta negativamente». (Vincent Gouysse; El socialismo de características china: ¿socialismo o nacionalismo burgués, 2007)

La definición de Mao Zedong y Kim Il Sung del nuevo Estado, ya sea la «nueva democracia» o la «democracia progresista», como esquema de un Estado armonioso de explotados y explotadores, rompe además con la concepción marxista del Estado en el desarrollo histórico del capitalismo al comunismo:

«El Estado es una organización especial de la fuerza, es una organización de la violencia para la represión de una clase cualquiera. ¿Qué clase es la que el proletariado tiene que reprimir? Sólo es, naturalmente, la clase explotadora, es decir, la burguesía. Los trabajadores sólo necesitan el Estado para aplastar la resistencia de los explotadores, y este aplastamiento sólo puede dirigirlo, sólo puede llevarlo a la práctica el proletariado, como la única clase consecuentemente revolucionaria, como la única clase capaz de unir a todos los trabajadores y explotados en la lucha contra la burguesía, por la completa eliminación de ésta. Las clases explotadoras necesitan la dominación política para mantener la explotación, es decir, en interés egoísta de una minoría insignificante contra la mayoría inmensa del pueblo. Las clases explotadas necesitan la dominación política para destruir completamente toda explotación, es decir, en interés de la mayoría inmensa del pueblo contra la minoría insignificante de los esclavistas modernos, es decir, los terratenientes y capitalistas. (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El Estado y la revolución, 1917)

Lenin puso al descubierto estas teorías de los ideólogos nacionalistas-burgueses asiáticos de un «Estado intermedio», cuando ya rebatió a los mencheviques, eseristas, y demás:

«Esta utopía pequeño burguesa, que va inseparablemente unida al reconocimiento de un Estado situado por encima de las clases, ha conducido en la práctica a la traición contra los intereses de las clases trabajadoras, como lo ha demostrado, por ejemplo, la historia de las revoluciones francesas de 1848 y 1871, y como lo ha demostrado la experiencia de la participación «socialista» en ministerios burgueses en Inglaterra, Francia, Italia y otros países a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Marx luchó durante toda su vida contra este socialismo pequeñoburgués, que hoy vuelve a renacer en Rusia en los partidos socialrevolucionario y menchevique. Marx desarrolló consecuentemente la doctrina de la lucha de clases hasta llegar a establecer la doctrina sobre el poder político, sobre el Estado». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El Estado y la revolución, 1917)

Primero, en ambos casos –tanto la revolución china como la coreana– vemos en varios de sus documentos a una dirigencia pretendidamente comunista que da por hecho que la burguesía nacional colaborará en la lucha contra el imperialismo. Pero lo cierto es que las experiencias revolucionarias de este tipo recientes –incluyendo las asiáticas– exponían todo lo contrario: gran parte de las capas de la burguesía nacional no contribuyeron a la lucha antiimperialista, antifascista y antifeudal, y la parte que sí colaboraba en la lucha, capitulaba a las primeras de cambio los momentos críticos para el movimiento revolucionario, aún así era menester intentar ganarse a estos elementos para la lucha pero no asegurar su sitio en la política, ni poner sus partidos en pie de igualdad al partido comunista. Segundo, el deber de la clase obrera en este tipo de revoluciones era dirigir estos procesos asegurándose la alianza de los campesinos, siendo bienvenidos los miembros de la burguesía nacional que quisiera luchar contra el imperialismo y la burguesía compradora del país; pero no siendo necesaria obligatoriamente esta alianza clase obrera-burguesía nacional para llevar a buen término estas tareas, ni rebajando el programa de esta etapa para lograr agradar y establecer una alianza con la burguesía nacional. Tercero estos pretendidos Estados de «nueva democracia» o «democracia progresista» no tenían nada que ver con las democracias populares de Europea del Este, pues allí si bien –por las tareas iniciales o por la poca influencia del partido comunista– se estableció una alianza con las fuerzas de la burguesía nacional que deseaban colaborar en la guerra, pero esta alianza duró poco y en los primeros años del Estado democrático-popular ya surgió una pugna entre las fuerzas que deseaban impulsar las reformas democráticas, antifeudales y antifascistas y las que deseaban obstaculizarlas y volver a la democracia burguesa, por supuesto pasado esta etapa de lucha y con la victoria de los comunistas y emprendido el camino de construcción económica del socialismo, la burguesía y sus fuerzas políticas habían sido barridas del panorama político, mientras que en China o Corea se mantuvieron y se mantienen actualmente bien en organizaciones políticas ajenas o en el partido gobernante, y su poder económico lejos de menguar ha crecido y se ha consolidado como veremos»(Equipo de Bitácora (M-L)El revisionismo coreano: desde sus raíces maoístas hasta la institucionalización del «pensamiento Juche», 2015)

domingo, 17 de enero de 2016

¡No es el comunismo el que está en crisis, es el capitalismo el que está en crisis!


«La burguesía afirma:

«¿Veis que el socialismo simplemente no puede realizarse? El hombre nuevo, el deseo de crearlo, nunca se materializará».

Y también muchos obreros honestos en las fábricas, mantienen el socialismo como un gran ideal, pero no creen que pueda implementarse en la práctica. Nos dicen:

«Una y otra vez, la gente intentará vivir a expensas de otros; la vida en la Unión Soviética de Lenin y Stalin era una gran cosa, pero luego vinieron Jruschov y Brézhnev y la destruyeron. Entonces miramos hacia China, pero ahora nos dicen que China nunca fue realmente socialista. ¿Y quién nos garantiza que por lo menos Albania, el único país socialista en el mundo no degenere, que no vaya a venir un Jruschov albanés después de Enver Hoxha?».

A esto que nos exponen, ¿qué podemos contestar?

Les decimos a estos señores:

Nosotros no podemos dar tal garantía. Esperamos, tenemos la firme confianza, de que Albania no siga este camino.

¿Pero sabemos a ciencia cierta que el partido albanés, que el pueblo albanés, lo podrá garantizar? No, podemos.

Hay que librarse de la idea de que la transición del capitalismo al socialismo es una cuestión de décadas. Después de todo, la transición del feudalismo al capitalismo ha durado varios siglos y todavía no se ha completado. ¿Por qué la transición del capitalismo al socialismo, y al comunismo, va a ser mucho más rápida? Téngase en cuenta que además se trata no de una sustitución de la dominación de una clase por otra, sino de la eliminación de todas las clases sociales. Sin embargo hay una diferencia:

Tenemos un arma que nos ayuda a aminorar este paso: el socialismo científico, el marxismo-leninismo.

Sin embargo, esta arma, no debemos usarla bajo ninguna ilusión, o estaremos anulando las leyes del desarrollo. Por ejemplo, sabemos que el hombre es producto de su entorno y educación. ¿Podemos esperar que este hombre que fue educado en el egoísmo y el arribismo durante siglos, va a cambiar su mente en el socialismo de la noche a la mañana? En un país socialista además las ideas capitalistas penetran también desde el exterior, no solo desde el interior. Es absolutamente necesario ejercer la dictadura del proletariado en ambos frentes. La dictadura del proletariado debe de ser aplicada sobre el enemigo de clase, contra los capitalistas depuestos, pero también contra los elementos aburguesados, egoístas y arribistas que quieren colocarse por encima del pueblo. Los antiguos países socialistas en particular degeneraron porque la clase obrera no aplicó enérgicamente y en todas las direcciones su dictadura.

Estos conocimientos nos han ganado en el pasado y lo hemos pagado con muchos reveses y sacrificios. Pero ahora sabemos lo que se necesita:

El establecimiento de hierro de la dictadura del proletariado contra todos los enemigos del socialismo sin la cual no hay democracia real y amplia para que las masas populares puedan ejercerla.

Claro, uno puede entender cómo se nos plantea esta situación:

Las derrotas del proletariado mundial a través de la traición de los revisionistas modernos; la fragmentación del movimiento de «izquierda» en nuestro país; la debilidad restante de los miembros de nuestro partido con muchos simpatizantes e incluso con camaradas individuales con amplia resignación.

Pero, ¿qué clase de comunistas seríamos nosotros si dejamos que nos influyeran tales estados de ánimo? A las voces de la burguesía que comentan debemos decirles:

No somos unos «bolcheviques de salón», comunistas por un tiempo en una especie de tormenta de adolescentes que de momento abogan por el socialismo, y luego, como tantos de la «izquierda», como el llamado «Grupo-K» cuando empiezan a tener una familia, cuando se tienen niños y una vida bien ordenada, se retiran a caminos revisionistas seguros bajo el lema: «Papá una vez fue...».

Los propios Marx y Engels se burlaron de la perorata de la propia burguesía de que «el comunismo está en crisis». ¿El comunismo, el marxismo-leninismo, el socialismo científico está en crisis? ¿Desde cuándo una ciencia está en crisis? Debido a que el capitalismo debe perecer y el socialismo prevalecerá, esto no es una ilusión de utópicos y soñadores. Esta es una ley de oro de la historia. Al igual que la gravedad no está en crisis, ya que el agua de repente no puede fluir cuesta arriba por la montaña, tampoco el socialismo científico puede estar en crisis. Irrevocablemente se abrió la veda de la caída del capitalismo del imperialismo, en 1917, cuando las salvas de las armas tronaron con el Crucero Aurora en el Palacio de Invierno del Zar en San Petersburgo. Puesto que vivimos en la era de la caída del imperialismo y la revolución proletaria». (Ernst Aust¡No es el comunismo el que está en crisis, es el capitalismo el que está en crisis!; Recopilación de citas de Ernst Aust sobre la cuestión alemana y sobre el revisionismo alemán, 18 de mayo de 1979)