jueves, 30 de junio de 2016

El internacionalismo proletario y el trotskismo; Elena Ódena, 1984


«En estos días en que se cumple el 67 Aniversario de la gran Revolución de Octubre de 1917 de la que surgió, en la cuarta parte del mundo, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, nada más oportuno y necesario para la lucha actual de los marxista-leninistas que profundizar y estudiar algunos aspectos de la lucha ideológica y política que fue necesario librar antes, durante y después de la revolución, en el seno del Partido y del Movimiento Comunista Internacional, para impedir que las corrientes oportunistas de derecha y de izquierda desviaran al Partido Bolchevique de sus principios y de sus objetivos y práctica revolucionarios.

El hecho de que posteriormente la Unión Soviética degenerase en el revisionismo y se haya convertido en un país imperialista, no invalida la justeza de esas luchas ideológicas llevadas a cabo, sobre las cuales sigue siendo necesario profundizar y sacar las enseñanzas que nos brindan. 

Una de esas batallas y no la menos importante que libraron Lenin y Stalin, apoyados por la mayoría del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique), fue contra Trotski y sus seguidores dentro y fuera del Partido y dentro y fuera de la Unión Soviética.

La lucha contra el trotskismo en aquel momento era de gran importancia para la revolución socialista y para el movimiento comunista mundial por múltiples razones internas y externas en aquellas circunstancias.

En la actual situación de crisis mundial del capitalismo y también de los países del antiguo bloque socialista que encabeza la Unión Soviética, se ha agudizado también la lucha y la presión ideológicas contra el marxismo-leninismo y contra sus nuevas vanguardias que son los partidos comunistas marxista-leninistas.

La agudización de las contradicciones en la sociedad capitalista y entre las mismas fuerzas imperialistas ha intensificado en nuestros días las presiones y los ataques ideológicos por parte de la burguesía y de las fuerzas oportunistas contra la ideología y las fuerzas marxista-leninistas.

Así, desde la década de los 60, cuando comenzaron a surgir los nuevos partidos marxista-leninistas, se han producido dentro de muchos de esos partidos intentos de fracción y división, basados en general en desviaciones y posiciones oportunistas y revisionistas, encubiertas con posiciones izquierdistas o derechistas, incluso socialdemócratas; pero por lo general, el trotskismo no ha desempeñado, por lo menos en Europa, un papel importante. Sí lo ha desempeñado el maoísmo en todas sus variantes, el eurocomunismo, y el revisionismo prosoviético –baste recordar como casos extremos los desaparecidos el Partido Comunista de Italia (marxista-leninista), que dirigía Dinucci, y el Partido Comunista Francés Marxista-Leninista de Jurquet, en tanto que partidos marxista-leninistas–.

Pero las presiones ideológicas de la burguesía y la agudización de la lucha de clases y las propias dificultades objetivas, son hoy las causas determinantes del oportunismo y el nacionalismo en el movimiento obrero y revolucionario. 

En el terreno internacional, la ruptura y descomposición del antiguo movimiento comunista, desde la traición y degeneración revisionista de los antiguos partidos comunistas y, en primer lugar, el de la Unión Soviética, todavía no ha sido realmente superado, e incluso se manifiestan fuertes resistencias en algunos partidos marxista-leninistas para avanzar hacia la unidad, la coordinación y la colaboración de los marxista-leninistas. Incluso algunos llegan a tildar de trotskizantes los esfuerzos que nuestro Partido u otros llevamos a cabo para reforzar y desarrollar el internacionalismo proletario activo y militante. Se recurre a citas de Lenin para afirmar «que la revolución hay que hacerla en cada país», lo que es archievidente.

Al mismo tiempo, por razones aún no esclarecidas, se pretende que es trotskismo el interesarse por lo que hacen o no hacen otros partidos marxista-leninistas; el exigir la solidaridad internacionalista de un partido hacia la lucha de otros partidos y pueblos, y el realizar esfuerzos por avanzar en el camino de una mayor unidad y colaboración en el movimiento revolucionario como nos enseñaron a hacerlo Marx, Engels, Lenin y Stalin.

Una de las manifestaciones prácticas del revisionismo y el oportunismo, es el abandono del espíritu y de la práctica de solidaridad y apoyo internacionalista, en función de las posibilidades de cada partido.

Cierto es que el surgimiento y ulterior desarrollo de las fuerzas marxista-leninistas en cada país debe estar promovido esencialmente por una dinámica y unos esfuerzos internos, lo que no excluye, sino que presupone, que los partidos más desarrollados de otros países se preocupen porque, de un lado, se produzca el surgimiento de nuevos partidos y, de otro, se apoye el desarrollo de los más débiles. Es este un principio y un deber internacionalista fundamental, que el revisionismo y, particularmente el maoísmo, abandonaron, creando la práctica de «cada cual para sí» y del indiferentismo y el localismo, cuya esencia es el abandono del internacionalismo proletario y la manifestación de una política de esencia nacionalista.

La necesidad de superar estas actitudes de indiferentismo, de insensibilidad y despreocupación en la práctica, para dar pasos adelante, de hecho y no de palabra, plantea la necesidad de estudiar la historia del Movimiento Comunista Internacional y sacar de ella las experiencias necesarias para la política y la práctica actuales internacionalistas de los comunistas.

Desde que Marx y Engels fundaron el comunismo científico, hace ya más de un siglo, basado, entre otros principios, en el internacionalismo proletario real y en la colaboración y apoyo mutuos entre los partidos comunistas, siempre se ha considerado como inseparable de la actividad y el desarrollo interno de cada partido, el fortalecimiento del Movimiento Comunista Internacional.

Junto al deber y la necesidad fundamental para todo partido, y como contribución al internacionalismo proletario, está el desarrollar la revolución en su país –so pena de caer en posiciones trotskizantes–, es de especial importancia en la actual coyuntura internacional de crisis del capitalismo a escala mundial y de amenaza de una nueva guerra imperialista, el entender y aplicar correctamente el justo principio de la solidaridad y el internacionalismo proletario, sin contraponer ningún interés particular ni nacional –so pena de caer en el nacionalismo pequeño burgués–, al conjunto del desarrollo y el fortalecimiento del movimiento revolucionario y marxista-leninista, y entre ambos no hay ni puede haber contradicción de fondo alguna.

En su inmortal Manifiesto Comunista, Marx y Engels lanzaron ya en 1848, al proletariado del mundo entero su célebre consigna de «¡Proletarios del mundo entero, uníos!», consigna que en la actual coyuntura de implacable lucha contra el revisionismo, el chovinismo y el imperialismo, sigue siendo para todos los marxista-leninistas del mayor significado e importancia práctica». (Elena Ódena; El internacionalismo proletario y el trotskismo, 8 de noviembre de 1984)

Anotaciones de Bitácora (M-L):

Cuando Elena Ódena habla de elementos que: (1) negaban la influencia dialéctica de los acontecimientos externos e internacionales en la línea y tareas de los partidos –siendo metafísicos y elaborando una línea política errada–; (2) que negaban el derecho de interés en el desarrollo y actividad de los partidos marxista-leninistas de otros países –para evitar ser puestos a la luz de los principios marxista-leninistas–, y (3) que saboteaban la celebración de reuniones bilaterales o multilaterales entre los partidos marxista-leninistas –para evitar que el resto de partidos hermanos le lanzasen una lluvia de críticas–, se refiere a figuras como el revisionista alemán Wolfgang Eggers. Este elemento utilizaba falsamente el pretexto de que tanto interés internacional, que estos axiomas del internacionalismo marxista-leninista eran un signo de trotskismo, algo que precisamente argumentaron los jruschovistas y maoístas cuando el Partido del Trabajo de Albania pretendía agrupar y fortalecer a los nuevos partidos marxista-leninistas:

«La idea de la oportunidad de las reuniones de muchos partidos, además de las reuniones bilaterales, que fue planteada en el VIIº Congreso de nuestro Partido de 1976, era una de sus orientaciones importantes. Los partidos comunistas marxista-leninistas, en aquellos casos en que lo juzguen necesario, pueden y deben hacer reuniones multilaterales, consultarse entre ellos para realizar acciones comunes contra los enemigos del comunismo y de la revolución. En cambio, como se sabe, el Partido Comunista de China ha adoptado una actitud opuesta sobre esta importante cuestión. Está en contra de las reuniones de varios o de muchos partidos y pretende que la única solución es la práctica de las reuniones bilaterales. ¿Cuál es la línea de nuestro Partido en relación con esta cuestión? Se atiene al principio de que los partidos comunistas marxista-leninistas deben reforzar su unidad, esclarecer los puntos en que pudieran no coincidir su estrategia y sus tácticas contra los enemigos de la revolución, y coordinar sus acciones comunes en la arena internacional. Tal actividad les templa y demuestra al enemigo que el comunismo es una fuerza invencible, que los comunistas no están divididos y que el revisionismo moderno no ha podido alcanzar su objetivo. Ya es sabido que el objetivo del revisionismo moderno es asegurar su unidad en la diversidad, para liquidar la unidad de los marxista-leninistas». (Enver Hoxha; Las manifestaciones de los partidos marxista-leninistas y la actitud de China, Reflexiones sobre China, Tomo II, 28 de abril de 1977)

Paradójicamente el glorioso Partido Comunista de Alemania/Marxista-Leninista de Ernst Aust –camarada de Enver Hoxha y Elena Ódena– sería destruido por oportunistas y trotskistas como Wolfgang Eggers y Horst Dieter Koch. ¡Que razón tenía Ódena pues, que el deber de los marxista-leninistas era  pedir cuentas a las actividades equivocadas de los partidos marxista-leninistas cuando se desviaban del camino! ¡Que necesario el contacto en los partidos y practicar cuando fuese necesario la crítica camaredil! ¡Y que harto beneficioso fue para los revisionistas el paulatino aislamiento de cada partido marxista-leninista de los 80 para poder liquidarlo!

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